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Norton de nuevo concentrado, cualquier
Aún no he terminado de aparcar la ranchera ante la valla de chalé de mis padres y distingo, entre el tupido seto de cipreses, las siluetas nerviosas de Norton y Mía, la perrita lloriquea y es la primera en salir cuando abro la puerta. Como siempre, se encaraman sobre mí, se levantan sobre sus patas traseras o saltan en el aire, como hace el galgo, pero enseguida arrancan a correr calle arriba, a toda velocidad.
Les veo acelerar hasta que llegan a la esquina del último chalé, entonces frenan, mean y vuelven a correr hacia mí. Corren juntos y Norton gruñe y le atiza bocados a la pobre Mía, ella revuelve la cabeza y se cobija en mis piernas, le echo la bronca al flaco y vuelven a correr, el galgo vuelve a gruñir tercamente y les sigo a paso rápido hasta que llego al pinar, aún me da tiempo al verlos desapareciendo entre el monte bajo y sonrío.
Hace calor, el sol da en mis mejillas y el cielo resplandece, cubierto de nubes desgajadas pero inofensivas, son los restos de otro frente, ya moribundo después de cruzar toda la península..., y es jueves, son algo mas de las tres y media de la tarde y me he escapado a ver a mis perros, a pasear con ellos, a verlos disfrutar y a tratar de relajarme un poco. Ha sido semana aciaga, mala, de esas que ni haciendo bicicleta el miércoles por la tarde consigues alegrarte un poco. Este miércoles salí con La Flaca y terminé derrotado pedaleando contra el viento, apenas si hice 58 kilómetros y regresé a Valencia con dolor en las dos rodillas..., pero ahora parece que me encuentro algo mejor, este sol, estos veinte grados confunden a mi organismo y durante unos instantes creo que ya es primavera.
Camino a solas por la pista forestal, de vez en cuando aparecen los perros, me miran y vuelven a desaparecer en el bosque..., yo sigo caminando y recordando, pensando en como afrontar mi propia vida, los problemas del trabajo..., bueno, realmente es la ausencia de trabajo, aunque lo que me está deprimiendo estos días es el trato con determinados clientes. Les escucho y después les hablo, les hablo de honestidad, de dignidad, de principios morales, de ética..., pero ellos solo saben decir.
- ¿Qué me vas a cobrar ...? - y arrojan sobre la mesa de montaje un par de billetes de 50 y añaden- con eso ya vas bien...
Me encanta ver a Norton y a Mía husmeando entre los arbustos, entre los romeros, saltando entre las matas de esparto, me gusta girar la cabeza y observar a las cumbres de la Calderona resplandecientes y nítidas con este sol regalado, con este sol que parece levantar aromas al bosque, que hace florecer algunas plantas y que llena mis pulmones de un aire caliente que aspiro profundamente.
Otro cliente me llama por telefono y me pide presupuesto de ocho sillas modernas, le doy el precio durante esa misma llamada y una semana después vuelve a llamar para confirmar el pedido, las hago y cuando viene a recogerlas me dice que de esos 55 euros le tengo que quitar..., yo le miro y no puedo evitar que el desasosiego me invada, mi mente no puede entender que si le doy un precio y a el se lo aprueban ¿por qué se empeña en que le quite 5 euros por sillas?. Pero tampoco entiende o no quiere entender, coge las sillas, las carga en la Mercedes Vito y dice.
- Ya hablaremos...
Yo me quedo en la puerta de la carpintería, viendo como se va y sintiéndome humillado y maltratado.
Camino en silencio, sintiendo como las gotitas de sudor comienzan a aflorar por mi piel con este calor fuera de temporada, gozo del silencio. Por aquí no hay nadie entre semana, ni siquiera cazadores entrenando a sus rehalas de podencos. Estos pinares son ideales para ellos, de hecho hay carteles que indican que estas en una “zona de adiestramiento”.
Aquí me encuentro bien, estoy a solas, viendo las idas y venidas de los chuchos, viendo los pinos, los arbustos, las nubes lenticulares en el horizonte, la tierra y las piedrecillas que crujen bajo mis zapatillas..., es casi como una huida, una amiga hablaba de correr, de alejarte de esa realidad y luego decía que correr es de cobardes, como dice el dicho popular. Pero a veces es bueno correr, tratar de dejar atrás esa realidad que te acongoja, que te estrangula y que mina tus ánimos..., pero no tenemos el valor suficiente para seguir corriendo, para seguir pedaleando..., para romper con esa realidad que no nos gusta y terminamos regresando. Dejamos de correr y volvemos, como el perro que acude a la llamada del amo. Nos queda el haber disfrutado de ese momento de libertad, como ahora mismo, rodeado de campos de naranjos, de campos de algarrobos, entre enormes matas de coscojas en la zumban enjambres de abejas excitados con la temperatura, ellas están tan confundidas como mi cuerpo, como mis mejillas bañadas por el sol.
Escucho a una bandada de jilgueros lanzando sus trinos y la llamada ronca de alguna urraca, sonrío..., y levanto los ojos hacia ese cielo iluminado, si, disfruta Pedro de un día de primavera en pleno invierno.
Poco a poco voy girando, paseando entre pinares y volviendo a tener a la Sierra Calderona de cara. Norton y Mía siguen con sus rastreos, con sus excitadas exploraciones, aparecen y desaparecen, pero se que no me pierden de vista, da igual que yo no les vea, ellos saben donde estoy en todo momento.
Salimos a la misma pista forestal por la que empezábamos el paseo, el mismo camino de siempre, el mismo que hace unos días aparecía húmedo y frío, cubierto por la escarcha y silencioso, el mismo que me veía pasear casi desnudo durante las tardes de agosto, durante el crepúsculo o corriendo al amanecer, el mismo camino por el que comencé a pedalear hacia Atapuerca hace ya unos cuantos años, quedaban por delante 640 kilómetros.
Dejamos el pinar, echo una mirada a la Calderona y tres conejillos salen corriendo, distingo sus colas blancas y llamo a Nortón, le busco con la mirada. El lebrel acude seguido por Mía y echo a correr gritando.
- ¡¡¡Ahí va, ahí va...Nortón...!!!.
Emito algunos sonidos, algunos gritos ininteligibles, me vuelvo animal, dejo de ser humano y Norton me mira unas décimas de segundo antes de lanzarse hacia las matas, hacia el cercado por el que han desaparecido los conejos..., tensa su cuerpo y mira rastreando con agudeza visual extraordinaria..., los galgos cazan así, tienen que ver..., entonces ocurre algo, frena su carrera, su trote..., no ve nada hacia lo que correr y comienza a saltar en vertical, a trotar unos metros y a volver a saltar con las orejas enhiestas y todos sus músculos tensados...., su mestizaje con podencos aflora, Nortón deja de ser un galgo y ahora caza como un podenco, saltando para poder ver entre las densas matas del bosque mediterráneo, solo que el está en un claro, pero sus genes se lo dicen, “si no ves, salta...”, como llevan haciendo estas razas desde hace 3.000 o 4.000 años.
Durante unos momentos rastrean y les llamo, regresamos al chalé y los dos corren hacia la piscina, bajan por la escalera romana y meten sus patas en el agua verduzca, beben hundiendo el hocico y después Mia se encarama sobre mis pantalones y me los mancha, yo río y le acaricio la cabecita, ahora enseguida les daré de comer y volveré a Valencia, a la carpintería, a la realidad, volveré como el perro que acude a la llamada del amo.
Les preparo los cuencos de comida y vigilo para que Norton no asalte el platillo de Mia para comérselo también y observo con tristeza el abandono de la casa. Uno de mis sobrinos la ha ocupado y ..., bueno,¿para que hablar sobre mi compleja situación familiar...?, solo se que estoy cansado de que todos los problemas recaigan en mi espalda, me fatiga el subir a casa buscando un poco de calma y encontrarme con más problemas..., realmente solo me queda el venir a pasear, la escapada de los miércoles con la Flaca, la del sábado con la Bicipalo y la del domingo, otra vez con la Flaca, pero entre todas no mas de 180 kilómetros, tampoco son grandes escapadas, pero me ayudan y consiguen que no acabe desquiciado, aunque es posible que algo ya esté..., pero tengo que volver, aunque antes recojo una bolsita de naranjas del pequeño campito que tenemos, estas si que son auténticas naranjas de cultivo ecológico, no tienen ni un gramo de plaguicida o de pesticidas, son naturales..., y Mia se revuelca y juega bajo sus las ramas del pequeño naranjo. Norton me mira huidizo, sabe que me voy y entonces me niega la despedida..., es algo que siempre me conmueve, pero tengo que volver a la ciudad..., y de nuevo vuelvo a distinguir la silueta de Mía corriendo y gimoteando al otro lado de valla, hasta que me alejo, echo una ultima mirada por el retrovisor y sigo conduciendo..., miro porque cuando Norton era mas joven, solía escaparse y corría tras el coche, corría como un galgo, como un lebrel.
2 comentarios:
Que bonito poder compartir tu tiempo con los animales,deberiamos de aprender más de ellos,siempre atentos a tí,fieles amigos.....yo echo mucho de menos a mi perro Gorri,con el compartí muchos momentos en la montaña y es una compañia que echo mucho en falta.
En cuanto pueda leeré la otra entrada,he empezado a leerla pero creo que se necesita más tranquilidad para hacerlo....
Saludos
Echaba de menos tus coments y la verdades que paso poco tiempo con ellos,pero me gusta observarles y aprender de ellos,alguien se reiría, pero es una forma de acercanos a la naturaleza, por lo menos a mi me lo parece. No les enseño nada, no les pido nada..., simplemente les miro..., entonces imagino que debe haber alguna vía muerta en nuestra psiquis,la que nos guiaba por la naturaleza de una forma mas íntima y profunda.
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