Esta es la reproducción de una carta que envié a la prensa, pues hará un par de años, recuerdo que a Vicente Boluda le encantó, un amigo de la edad de mi padre, pero ya fallecido..., en ella hablo de cómo me hace ver la vida mi afición por la prehistoria, por el origen de homo, es posible que hoy por hoy vea la realidad que me rodea y que veo desde el prisma de un antropólogo aficionado, sin estudios, algo disparatado, no me gusta, me cansa y me desilusiona, por todo eso, es posible que algún verano pasado a las faldas de la Sierra Calderona termine demenciado y corriendo en pelotas junto a sus perros, corriendo hacia montañas que solía recorrer en bici, sobre la Primigenia..., esto es broma, quería decir que cuanto mas sepaamos sobre nuestros orígenes mas sabremos sobre nosotros mismos y sobre los diversos comportamientos que observamos en esta compleja sociedad sapiens.
Los hijos de la Eva Negra.
Según algunos antropólogos Eva debió ser una mujer que pudo habitar en la actual Tanzania hace unos 180.000 años o puede que en Sudáfrica, en la desembocadura del río Klasies, allí mismo parece que dió un paseo y sus huellas quedaron petrificadas en las dunas perdurando hasta nuestros días. Esos mismos investigadores afirman que ella fué la madre de la actual humanidad, fué una auténtica Homo sapiens, genéticamente como nosotros..., sus descendientes salieron de África y colonizaron La Tierra, parece que suplantando a los Homo erectus que habitaban en Asia y a los neardentales que poblaban Europa.. Y ahora, justo cuando paquebotes de fibra de carbono, patroneados por millonarios que calzan náuticos y se visten con polos Lacoste, juegan a las regatas en nuestras costas, ellos, los hijos de La Eva Negra abandonan el continente primigenio en barcazas de madera. Calzan su propia piel encallecida y visten con ropas sucias y malolientes, arriban a las costas de Tenerife y les reciben con guantes de látex, enfocados por los objetivos de las cámaras en manos de turistas con sobrepeso y por las lentes de los telediarios. Yo los veo a través de ellas, veo sus cabellos recios, enroscados y el blanco de sus ojos, intenso, enrojecido, perplejos y confundidos, puedo imaginar el hedor emanando de los cayucos, de ellos mismos..., y siento una profunda tristeza, una desesperación ante la que me siento impotente e incapaz de aportar alguna solución. Siento que huyen de la tierra que nos parió y tengo la certeza de que ellos lo desconocen, no saben que son los dignos descendientes de la Eva Negra y que por sus venas corre la sangre que alumbraría a la humanidad, a todos nosotros...
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