Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

domingo, 1 de febrero de 2009

12 HORAS DE MI VIDA. (1ª PARTE )



Oscuridad al otro lado de mis ojos abiertos, tumbado sobre el costado derecho..., me vuelvo hacia el otro lado y mi mano emerge de entre las sabanas, se mueve en esa misma ausencia de luz y oprime el pulsador del despertador.
Una luminiscencia verde ilumina la pantalla rectangular.
5:59 AM.

Desconecté la alarma programada para las seis de la madrugada y encendí el flexo, aparté la manta y me senté en el borde de la cama, mi padre dormitaba a mi derecha, como siempre..., hace ya cinco años que dormimos juntos, justo desde que salió del hospital, unos quince días después de que un ictus provocase la muerte de parte de su tejido cerebral. Desde entonces no puede caminar, apenas unos pasos, sujeto a un andador con una sola mano, con la izquierda, exactamente. Su brazo derecho pende casi muerto y la mano permanece inmóvil, sus dedos quietos, extendidos..., masajeados por su otra mano continuamente. Siempre se la sujeta y la ejercita, él mismo se alza el brazo ayudado con la mano buena, lo mueve hacia delante y hacia atrás.

Mi padre pasa de los ochenta años y está herido de muerte, en la naturaleza ya habría muerto..., quizás una afirmación descabellada pero no puedo evitar ligar la realidad que me rodea a esas ciervas, a los mamuts, a las primeras poblaciones humanas, a la dureza de sus vidas y a la Selección Natural actuando sobre ellos en estado puro..., sin embargo, sigue vivo y abre sus ojillos azules, aún vivaces y llenos de ilusión, algo inconcebible en su situación, para su destino tan fácil de intuir, para un hombre hemipléjico, para un ser dependiente por completo de otra persona..., abre sus ojillos azules y me mira.
- Bon día, pare... -le saludo susurrando, ya vestido- ¿va un cafenet...?.
Normalmente no hablo en valenciano, bueno, de hecho no hablo, pero a veces me gusta dirigirme a él así. Le he dicho “buenos días y si le apetecía un cafetito”. El afirma con la cabeza y salgo de la habitación..., percibo el frío del pasillo al abrir la puerta y camino a oscuras hasta la cocina, doy la luz y desenrosco la cafetera, la cargo con una buena dosis de café torrefacto y las llamas azuladas envuelven la base de la Oroley de dos tazas. Me siento en una silla pequeña, en la que apenas tengo sitio y me abrazo a mi mismo, como ayudando a mi organismo a retener el calor..., mi padre no puede hacerlo, por eso, cuando bajan las temperaturas me pide que conecte el radiador. Se lo pongo cerca de su cama y él se remueve bajo el edredón, sonriendo y confesando con su vocecilla.
- Uummm, que calentito estoy...
Necesita de ese calor para sobrevivir, su cuerpo es casi incapaz de regular la temperatura y en verano, con el calor, me pide que conecte el ventilador, a la velocidad máxima..., aunque, a mitad de noche, cuando por el sonido de su respiración intuyo que esta dormido, me levanto y lo pongo al mínimo..., y menos mal que se trata de un ventilador clásico y no de un aire acondicionado.

Me quedo observando el fregadero distraídamente, divagando, sin noción del tiempo..., hasta que el gorjeo del café brotando por la torreta me devuelve a la realidad, me levanto rápido y retiro la cafetera, no me gusta que termine de salir toda el agua, me gusta el café espeso y fuerte. Me preparo el bombón tan solo con una pizca de leche condensada y me lo llevo al lugar digno..., otra manía de las que no gustan a las novias o las mujeres, al final no se como lo hago pero termino manchando con algunas gotitas del café el suelo o dejando algún cerco en el borde de la pila o en la esquina de la bañera..., que no usamos, por cierto y que en casa de un hemipléjico es un auténtico y absurdo obstáculo, sobretodo cuando el constructor decidió repetir bañera en el otro cuarto de baño.
Mespués le llega el turno a mi padre, le caliento un vaso de leche, le añado el café sobrante, no mucho porque en la primera toma ya casi me lo bebo entero, le añado un poco de miel y regreso al dormitorio. Continúo con el ritual de todos los días, con esa rutina que a veces me ha desesperado..., pero que año tras año voy asimilando como mi obligación, como una tarea más, como algo natural, como un rasgo de humanidad...
- Ya estoy aquí.... -murmuro dejando el vaso en su mesilla y retirando una pieza de DM que corté con forma de suave cuña y a la que pegué una palangana, en ella le dejamos un orinal especial, en forma de botella apaisada para que él mismo pueda orinar sin necesidad de llamarme, aunque un par de veces por la noche me despierto para vaciársela y de paso pues para aliviarme yo.
“Ya estoy aquí...”, vuelvo a murmurar a mi mismo, como una frase puede elevar el espíritu, el animo, la alegría, como puede llegar a sorprenderte y llenarte de gozo..., solo una frase colgada.
Cojo el mando que controla los movimientos de la cama y el servo comienza a zumbar elevando la parte del tronco, los casquillos de las articulaciones chirrían, paro y su mano busca el vaso calentito, sus dedos envuelven el cristal y da un sorbo.
-Ummm, que bueno..., ¿le has puesto miel...? -pregunta con un hilillo de voz y arrastrando las “eses”.
- Claro.
Mientras bebe aprovecho para calzarme, para colgar el móvil en el cinturón..., y espero sentado otra vez en el borde de la cama. Cuando termina vuelvo a bajar el cabezal articulado, le doy un beso y le tapo bien.
- A las nueve y media subo.
El afirma con la cabeza, sonrío y vuelvo a recorrer el pasillo, salgo de casa y voy bajando las escaleras, cuando llego al rellano lanzo la vista por delante, buscando la calle y sonrío cuando a través de los cristales veo la acera seca, por lo menos no llueve, aunque en la tele dijeron anoche que venia otro frente frío, otro frente lluvioso, otra borrasca.
La calle esta desierta a las siete menos cuarto de la madrugada, las farolas de estilo años veinte, de estilo Belle Epoque..., colgadas por la alcaldesa en un barrio de clase media de arquitectura sencilla vulgar, iluminan con su luz acervezada las hileras de coches aparcados y cubiertos de gotitas de agua por el rocío, veo también los voluminosos contenedores, concebidos para ser vaciados por los brazos mecánicos de los nuevos y flamantes camiones del servicio de recogidas de basuras..., pero que son imposibles de abrir y usar por cualquier anciano por sano y entero que esté, es muy difícil accionar el pedal con un pie y luego voltear la bolsa por encima de tus hombros..., pero eso a los del ayuntamiento les da igual, a ellos solo les interesan las comisiones que cobrarán por aprobar la compra del nuevo equipamiento, algo parecido a lo de las farolas, es posible que Jack “el destripador” cometiera sus crímenes bajo algunas muy parecidas a estas.
No tardo nada en llegar a la carpintería, vivo en el número 25 y trabajo en el 9, abro y enseguida pita el avisador de la alarma, introduzco el código y recorro el viejo local a oscuras hasta que llego a la sala máquinas y abro el conmutador de la luz, parpadean algunos fluorescentes y la carpintería se ilumina, la descubro tal como la dejé ayer y tal como es, vieja, antigua, con algunas paredes de ladrillo macizo amarillento y cubiertas casi por completo por cientos de plantillas, de modelaje acumulado año tras año.





Con una mancha oscura en otro de los muros, una huella antigua, de la época en la que la cola se tenía que calentar para diluirla y poder usarla. La descubro con el nuevo doble techo que cubre la maquinaria y con la mampara de madera, formada con paneles tipo sándwich de fibra y combinados con ventanas de cristal acústico. Al otro lado de la cabina insonorizada, tengo los tablones de pino gallego que utilizo para hacer los armazones de los sofás, en una mesa frente a ellos los dejo caer y voy marcando las piezas que necesito, los llevo junto a la sierra de cinta y cuando tengo los que necesito empiezo a cortarlos, después tengo que sacar tiras largas según la medida..., los volantes giran y los dientes van devorando la madera, muerden sacando nubes de serrín que el aspirador engulle frenético, otras motas se extienden sobre la mesa de fundición y caen sobre mi ropa..., mis amigas dicen que cuando subo a verlas, huelo a madera, a pino..., después tengo que limpiar y escuadrar las piezas en bruto, de ahí vuelvo a la mesa y marco ya en limpio, las dimensiones y formas, de nuevo a la sierra, a la mechonadora, a la agujereadora..., recojo el material y lo llevo a otra mesa, de 2.40 de larga por 1.00 de ancha, a la entrada del taller y ahí comienzo a montar..., y miro la hora, son las ocho y cuarto y me apetece otro café. Dejo el material preparado, salgo de la carpintería y la luminosidad me sorprende, levanto la vista y descubro un cielo limpio de nubes, un estrecho pedazo entre las fachadas de las viviendas.
Normalmente tomo ese café media hora antes, pero hoy es víspera de Reyes y hay mucha gente de vacaciones, entre ellos el dueño del bar en el que desayuno por segunda vez con conocidos del barrio..., pero está cerrado y por eso voy a otro que abre un poco mas tarde. El café no es tan fuerte pero se puede tomar y de camino puedo ver un poco mas de cielo, incluso las copas de los chopos y pinos piñoneros que asoman desde el cauce viejo del Turia, por encima de los viejos pretiles de piedra..., es cierto, no hay nubes y amanece despejado..., lo tengo claro, hoy haré bici después de comer, como todos los miércoles del año, el día lo merece y lo más seguro es que mañana llueva, según la caja tonta.
Me tomo el café tocado de leche y regreso a la carpintería, a mi cueva, a la caverna, cierro la destartalada cancela y paso un ganchito por un cáncamo, es mi sistema de seguridad para que nadie me sorprenda entrando con ánimos poco nobles. Cuando estoy trabajando con las máquinas no oigo nada, podría entrar un mamut barritando y yo podría seguir alimentando la regruesadora tranquilamente y divagando..., los tiempos han cambiado, hace unos años mi padre y yo trabajábamos con las puertas abiertas, confiados y saludando a los vecinos que se asomaban, dando los buenos días o preguntando cualquier cosa, pidiéndonos alguna cuñita para las puertas o algún palito fino para clavar en una maceta, pidiéndonos un poco de serrín o virutas para los hámster de sus hijos. Hoy tengo miedo y estoy a solas en el taller, prefiero tener las puertas cerradas y desarrollar mi trabajo concentrado y sin distracciones..., de vez en cuando suena el timbre y al abrir, el husky siberiano de mi amiga Inma entra dando saltos buscando a Cecil, el pinscher miniatura de mi hermana..., pero no hoy no me lo he bajado, imagino que dormía junto a mi madre, bajo sus mismas mantas, enroscado como un pequeño osito hibernando.


Charlamos un rato y mi amiga se va, yo sigo montando los “delanteros” y “traseros” del sofá y miro el reloj..., son casi las nueve y media, apago los fluorescentes y me subo a casa. Dejo de lado el ascensor y salvo los escalones hasta el tercer piso, entro en casa y la encuentro silenciosa y más cálida que la calle, que la carpintería..., es el contraste térmico, mi organismo se adapta al frío y solamente con entrar en un lugar resguardado percibo la temperatura algo más elevada.

Mientras, voy comiendo un plátano y un kiwi, mordisqueando algo de queso..., preparo otra cafetera y conecto el brasero eléctrico del comedor es la rutina de casi siempre. Mónica, mi hermana habrá entrado de mañanas, tampoco está, solo mis padres y Cecil, su pinscher miniatura. Vuelvo a moverme a solas por la casa, a llevar la silla de ruedas a nuestra habitación y a darle los buenos días a mi padre.

Subo la persiana y desplazo el radiador hacia los pies de la cama, lo desconecto y coloco sobre él los calcetines, los pantalones y la camisa. Después retiro el soporte del orinal y lo vacío, vuelvo al dormitorio y aparto el edredón..., mi padre tira del calzoncillo largo hacia arriba con la mano izquierda, la única que puede mover, tira hacia arriba, hacia sus genitales, trata de cubrírselos.

- Tápatelos, tápatelos que es la primera vez que te veo los huevos, joder veo mas los tuyos que los míos, coño.

Mi padre rompe a reír y la dentadura superior se le desprende en medio de la carcajada, se le queda entre los labios y aún se ríe más..., con la mano izquierda se la recoloca y suspira.

- No me respetas... -murmura conteniendo la risa y con una voz que recuerda cómicamente al doblaje de Steve Urkel, el genial personaje secundario de “Cosas de casa”, aquella divertida y simpática serie americana de finales de los ochenta y principios de los noventa, me parece recordar.

- Mira quien fue a hablar..., ¿de quien crees que he heredado mi cachondez mental...?

Murmura algo ininteligible, me siento en su cama, cojo uno de los calcetines y observo sus pies cubiertos por una piel cuarteada, como si estuviesen envueltos por un pergamino..., conservan unas formas armoniosas, el tobillo estrecho, los dedos proporcionados..., un aspecto muy distinto al que observo todas las noches cuando lo acostamos. Sus pies aparecen hinchados, con la piel tensa y brillante, con los dedos pegados entre si, los tobillos hinchados..., es la retención de líquidos, algo casi inevitable cuando la persona pasa tantas horas confinada en una silla de ruedas o en el sofá. Al no moverse, al no caminar, la musculatura interna de la pantorrilla no impulsa la sangre hacia arriba, a través de las válvulas unidireccionales de las venas, al tiempo se acumulan líquidos y los pies se hinchan visiblemente..., esto es un peligro porque al retener gran parte del flujo sanguíneo se pueden formar coágulos en esas venas que suelen retornar hacia el corazón. Cuando la circulación se restablece, esos coágulos pueden viajar hasta él con riesgo de provocar un infarto de miocardio. No puedo evitar recordar que mi padre siempre había tenido unas piernas bien formadas, esbeltas, sin una musculatura exagerada pero elegante y proporcionada con su estatura. Algo parecido me pasa a mi, desde luego mis extremidades inferiores no tienen la rocosidad de un ciclista..., pero aquellos tobillos finos de mi padre comenzaron a hincharse..., pues justo un año antes del infarto cerebral, era una señal..., que ninguno supimos interpretar.

- Ummm...., que calentitos... -se regodea cuando le coloco los calcetines.

Cojo el pantalón, me inclino hacia él, le levanto la pierna derecha y la guío por la pernera, luego la izquierda y subo los camales por encima de su pubis, después tomo su brazo derecho y se coloco sobre el estomago. Esa mano permanece inmóvil desde hace cinco años, a veces me recuerda a la pequeña aleta de un pingüino..., inmóvil y al final del día también algo hinchada, ahora amanece tan cuarteada como la piel de los pies y me produce una extraña congoja..., mas de 3 millones de años de evolución, miles de terminaciones nerviosas enervándola, numerosos haces de fibras musculares que son movidas con brillante precisión y amplitud por las precisas ordenes llegadas desde las neuronas, diez dedos, pulgares oponibles y una sensibilidad extraordinaria..., tanta que los invidentes pueden ver con ellas, pueden leer, sentir..., la mano derecha de mi padre, inerte, inútil, mas de 3 millones de años de evolución detenidos tras la muerte neuronal..., ¡Dios, no se como lo puede soportar...¡.

- Venga, vamos arriba, papá...

Me inclino aún más hacia él, envío una señal a mi musculatura lumbar y giro a mi padre en el sentido contrario al de las agujas del reloj, sus piernas cuelgan rígidas, le sujeto por la nuca, él se sujeta a mi hombro derecho y enderezo la espalda al tiempo que flexiono las piernas, lo pego a mi pecho, a mi tórax y mis cuadriceps entrenados en la montaña y en la carretera se despliegan, levantándonos. Mi padre separa un poco los pies y se estabiliza, sus ojos quedan muy cerca de los míos, su cara, su rostro, su piel...,







3 comentarios:

Ñita......Anto Ñita!! dijo...

Admiro tu forma de afrontar dia a dia la enfermedad de tu padre,supongo que habrás sacrificado y renunciado a muchas cosas por ello,no todo el mundo es capaz de hacerlo,ni todo el mundo sería capaz de escribir algo bello sobre ello,te felicito por ello y te animo a que sigas escribiendo.Un saludo

Pedro Bonache dijo...

Gracias África..., mi hermana dice que estoy obsesionado con ese tema, puede ser desde luego, pero es algo de lo que no se puede escapar.Ya tengo escrita la segunda parte, aunque tengo ganas de llegar a la ultima que es la de la pedalada..., pero esa aún no está escrita.
Un saludo, abejita, abejita.

Joa dijo...

¡Impresionante, Pedro, de tan puramente humano! Voy a leer la segunda parte. Hoy he empezado por los relatos de febrero.
Siempre me pareció estúpido que la gente a la que la vida no le dio problemas se los inventara. Ahora me parece, además, inmoral, mientras hay tantas personas muriendo por causas injustas y tantas otras, como tu padre, que no pueden disfrutar de un paseo al sol. Yo tampoco entiendo cómo puede soportarlo; ni cómo puedes tú llevarlo así, con tanta delicadeza y con humor. Me parece incluso inmoral la necesidad de intimidad (de dormir solo, de dedicarte tiempo a ti mismo) por la que yo soy capaz de morder y de harañar.