Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

viernes, 6 de febrero de 2009

MI MADRE, MERCADONA Y MIS "NEURAS".


Creo que cada vez soy más maniático, que tengo como más “neuras”, que ando señalando todo lo que no me parece bien y que no creo en nada de lo que me rodea. Murmuro ante los telediarios o cuando ojeo el periódico, bueno solo la portada, cuando tomo café a las siete y media de la madrugada en el bar, resoplo con desdén ante los titulares, digo algo pero me doy cuenta de que la gente, a esa hora de la mañana no tiene ánimos como para empezar a escuchar mis peroratas incendiarias

Y una de esas manías, de esas fijaciones, la tengo con el café que tomo en casa, siempre compro Marcilla mezcla, mitad torrefacto y mitad natural. Es un café denso, con cuerpo, negro y que aguanta bien la cucharada de leche condensada, una cucharada pequeña, suficiente para darle color, para mitigar su amargura..., lo consumo como un poseso, me paso todo el día enroscando y desenroscando la pequeña Oroley, poniéndola al fuego y abriendo la tapita justo cuando empieza a brotar, es el momento el que escupe por la torrecilla y mancha la pared de la cocina...,

Algo que enfadaba a Pilar, mi expareja, también ciclista y de pura cepa, hasta el punto de que terminó comprándome una cafetera eléctrica Alicia con tapa transparente, para que pudiese ver como salía sin necesidad de levantarla..., por todo eso, cuando a las seis de la mañana abro el armario de la cocina y descubro que el paquete de Marcilla esta vacío, pues, me entran los temblores..., lo mas gracioso es que soy yo mismo quien lo vacía y vuelve a dejarlo en el armario..., los tíos somos así y si no todos, pues unos cuantos.

Mi madre toma Nescafé, ella sola en la cocina, sentada en esa silla en la que yo no quepo, con el pequeño Cecil merodeando a ver si cae un trocito de magdalena o de galleta..., y me imagino que me escucha diciendo que no queda café. Un rato después, se suele vestir, se pone su chaquetón el gorrito, coje su bolso y cuando yo estoy terminando de atender a mi padre, dice.

- Voy al Mercadona..., faltaba café, ¿no...?.

- Si, ¿pero te acordarás de la marca...?.

- Marcilla mezcla -responde levantando la barbilla, orgullosa de su ejercicio de memorización, orgullosa de demostrarme que aún logra manejar una memoria herida por la degeneración neuronal.

-Muy bien, muy bien.

Entonces la veo marchar y me entra el pánico, los miedos..., es tan frágil como mi padre, delicada como una anciana y es posible que cuando salga a la calle se halla olvidado de porque ha bajado. Pero ella tiene unas sendas, unas pautas y casi seguro que se tomará un cortado en una de esas franquicias que venden pan y sirven “cafeses”, después se asomará por los bazares de los chinos y al final entrará en el Mercadona. Deambulará con paso lento entre las estanterías, saludará a alguna de las empleadas, comprará media docena de cosas..., muchas veces repetidas, bolsitas de frutos secos, alguna tarrina de leche de almendras, una botella de horchata, una bandeja de arreglo para cocido..., y pan. Saldrá del supermercado y regresará a casa con ese mismo paso lento, cargada con la bolsa de plástico y apretando el bolso en el otro costado. Se encontrará con el algún conocido, con alguna conocida y de nuevo en casa me dirá.

- Hoy me han dado recuerdos para el padre..., pero yo no se quien era, ah y me han dicho en el Mercadona que no van a tener mas café de ese que tu tomas..., y me han dado este.

Mi madre saca de la bolsa un paquete de Saimaza, me lo pone en mi mano y medio entornando los ojos leo que es natural, la miro y sonrío condescendiente.

- No mamá, querrán decir que se han quedado sin stock...

Ella niega con la cabeza.

- No, no, que no van a tener nunca más.

Abrí el paquete y preparé una cafetera, meneando la cabeza y murmurando por lo bajo, sin que ella me oyese.

- Señor, señor..., que mala es la vejez.

Esperé un par de días y me acerqué por el supermercado a comprar mi café, imaginando que ya lo habrían repuesto. Me moví con soltura por entre los estantes, cargué con un par de botes de comida húmeda para Norton y Mía, miré furtivamente a las empleadas que me gustan, en todos los Mercadotas hay empleadas que me gustan y haciendo fintas entre carritos de la compra, esquivando a niños maleducados que tiraban de las cestas verdes..., aterricé por el rincón del café, en ese momento me quedé sin respiración. Mis ojos recorrieron todos los estantes, todos los mostradores y descubrí horrorizado, entre jadeos y convulsiones..., que no existía mas marca de café que la de Hacendado, la marca déspota de Mercadona, la marca blanca, que como un voraz cáncer va devorando la competencia de una forma ruín, rastrera y tiránica. Incluso el mismo nombre “Hacendado” me sugiere la idea de un potentado prepotente, la del terrateniente explotador, la del cacique, la del señorito montado a caballo, recorriendo las fincas y cortijos mientras los braceros siegan al sol, encorvados y hambrientos, sumisos y humillados..., bajo los cascos del corcel.

Salí de allí nervioso, subí a casa, dejé los botes, di la razón a mi madre y me encaminé con paso rápido hacia el Consum, tan rápido que casi choqué de frente con Enrique, un amigo que también caminaba ensimismado, con la frente arrugada y la mirada centrada en si mismo.

- ¡Coño Enrique...!, hostia tío, llevo un mosqueo..., creo que voy a boicotear a Mercadona..., y ahora voy para el Consum.

Enrique suelta una carcajada y arquea su espalda. Es tan alto como yo pero más delgado y con unas generosas entradas. Es un tipo coherente, con principios, vegetariano por respeto a los animales. También forma parte de una asociación cultural que vela por la protección de los escasos bosques que aún quedan en la Serranía de Chiva..., y escaló el Kilimanjaro, hace unos años, pero siendo carnívoro. Alguna vez me ha confesado que ahora mismo no podría repetirlo, le haría falta algo más que platos de alubias y lentejas.

- Me río, Pedro, porque yo vengo de boicotear al Consum y voy a comprar en el Mercadona.

Ahora soy yo el que se descojona, no me lo puedo creer, parecemos dos maniáticos “tocapelotas”, dos “moscas cojoneras”, dos inconformistas a los que nadie hace caso, dos tipos que tratamos de escapar de la influencia nociva de los medios de comunicación, de las tendencias manipuladas, de la información tergiversada..., pero que terminamos descubriendo que ahí hacia donde miramos, siempre hay algo mejorable, algo que no está bien, incluso cuando por las mañanas nos vemos reflejados en el espejo del baño.

Le cuento la paranoia del café y el me confiesa la suya.

- Es que en Consum han contratado a guardas de la Levantina...

- Joder...

- Les he frito a correos pero ni caso.

Aprieto los dientes, la Levantina es una empresa de seguridad que siempre se ha asociado a gente de poco tacto y de porra rápida, de pocas palabras y muchas hostias..., no tiene muy buena prensa, la verdad. Y no puedo evitar recordar una noticia que apenas si tuvo eco en los telediarios, fue hace unos días, en una de las delegaciones de Pirelli en España, no recuerdo en que provincia ocurrió pero el caso es que cuando los empleados se presentaron a trabajar, como cualquier otro día, se encontraron con una barricada de gorilas uniformados, entre ellos un negrazo ciclópeo, que les pedían el carné de identidad, que comprobaban los datos en una lista y que con un asqueroso ladrido anunciaban quien entraba o no, quien estaba despedido y quien entraba..., fue algo nauseabundo, algo insultante en medio del anodino, cobarde y falaz talante de un gobierno socialista arrodillado frente al capital. Me sentí impotente ante semejante atropello y desde luego decidí no comprar en mi vida ni un solo neumático Pirelli. Es triste comprobar como se trata en este país socialista a los trabajadores y como los medios de comunicación pasan de puntillas ante algunas noticias...,

Charlamos un poco más, tratamos de arreglar el mundo, de sacar algo en claro de la sociedad que nos rodea y terminamos siguiendo nuestros caminos, Enrique encaminándose hacia el Mercadona y yo hacia el Consum.

Finalmente entré, compré dos paquetes de Marcilla y durante varios minutos paseé por el supermercado y descubrí que en el universo existían más marcas que las que había en Mercadona, caí en la cuenta de que podía elegir, incluso encontré pechuga de pavo fileteada, una carne bajísima en grasas, ideal para los ciclistas como yo o para cualquier persona que le apetezca ingerir proteínas saludables. Seguí con mi paseo hasta llegar a la carnicería, allí dos personas atendían a los clientes, bueno, realmente a las clientas. Ellas observaban las piezas despiezadas de vacuno, esperaban su turno y cuando les tocaba levantaban el brazo sujetando el numerito y después señalaban a través del cristal. Las escuché pidiendo media cuarta de aquello, unas carrilladas, algo de solomillo, tres cortadas de esa pieza..., observaban como el carnicero deshuesaba, como partía a golpe de cuchillo, como cortaba con habilidad y saber hacer y como preguntaba.

- ¿Algo más, señora...?.

La mujer echaba un último vistazo y negaba con la cabeza, así una y después otra, algún hombre pedía lo que su mujer le había apuntado en un papel y el carnicero volvía a mover los filos de sus cuchillos entre tendones, entre franjas de grasa, entre carne rojiza, entre vísceras..., desarrollando un oficio, una habilidad ancestral y trabando una relación humana con la clientela. Algo imposible para una bandeja de corcho inanimada y forrada herméticamente con una película de plástico..., de esas que ahora habitan en los refrigeradores de Mercadona.

Mi madre me dice que le da rabia no poder comprar lo que le hace falta, le fastidia tener que cargar con una bandeja que no sabe si esta en condiciones o no. Realmente se sintió dolida cuando reorganizaron el Mercadona de la calle Castañ Tobeñas, aquí en Valencia, desaparecieron los carniceros y los charcuteros y todo se volvió aséptico y silencioso. Algo ideal para ciertas personas que no tienen tiempo y cargan la carne y los derivados ya empaquetados, así no tienen que hablar con esos empleados, los mismos que con el tiempo conocían exactamente tus gustos y manías, las neuras y las preferencias a la hora de pedir ese tipo de cortada o ese jamón serrano en lonchas finísimas.

Mamá también se preguntó si a esas personas las habrían despedido..., según José Luis no se despidió a nadie y la reforma se hizo por higiene y por dar fluidez al servicio. Bueno, no he dicho quien es José Luis. Es un ciclista tenaz, simpático, atractivo físicamente, hablador y entregado cuando pedalea sobre su Time de carretera. Yo y Pilar hemos hecho bastantes kilómetros junto a él y junto a otros ciclistas de la Peña Ciclista de Rocafort, muchos de esos “carreteros” también son ejecutivos de Mercadona. Yo ya no ruedo con ellos, cuando Pilar y yo lo dejamos, pues eso, dejé de hacer carretera en compañía de la peña, pero muchas veces me cruzo con ellos, nos saludamos con unas voces y seguimos pedaleando, pero casi siempre en direcciones opuestas. José Luis tiene peso en la organización, en las ventas, más concretamente. Yo solía hacerle comentarios hasta que Pilar me dijo que dejara de agobiarle, que a él le gustaba pedalear para olvidarse del trabajo y no para que un plasta como yo andara picoteándole como un pájaro carpintero. La misma Pilar también me contó que José Luis empezó como carnicero..., en una tienda de Mercadona, era lo que sabía hacer, y debió de hacerlo muy bien, debió de demostrar sobradas aptitudes porque hoy en día ocupa un cargo nacional y se pasa la semana viajando por todo el país. Cuando me enteré de eso sonreí satisfecho, por lo menos la empresa había reconocido sus meritos y la verdad es que lo sigue haciendo con muchos de sus empleados y empleadas, de hecho ser trabajador de este monstruo de la alimentación se considera casi un privilegio. Yo suelo hablar con algunas de ellas y están bastante contentas, los horarios son flexibles, los sueldos aceptables y el trato es respetuoso, se garantizan sus derechos y sus pagas..., eso esta muy bien pero uno de sus “talones de Aquiles” sigue siendo la imposibilidad de librar un fin de semana completo. En Mercadona todo Dios trabaja todos los sábados del año..., me parece algo infame y deplorable en una empresa que gana toneladas y toneladas de dinero, en una empresa en la que los beneficios se les escapan de las manos. Dice algún rumor que los ejecutivos se están planteando hacer turnos rotatorios para que los trabajadores puedan librar algún sábado que otro, pero eso hace falta verlo para creerlo.

El caso es que salí del Consum y subí a casa, me preparé una cafetera con mi café favorito y llamé al telefono de atención al cliente de Mercadona, me contestó una señorita con acento valenciano y me atendió con exquisita paciencia, con atención ilimitada y tomando nota de mi rapapolvo. Podía escuchar el tap, tap, tap..., de las teclas del ordenador al tiempo que ella trataba de defender a la empresa con un gran respeto hacia mis quejas, pero poco a poco comprobaba que no mentía, sobre todo al descubrir que efectivamente, el café Marcilla mezcla, estaba dado de baja en el supermercado de Castañ Tobeñas de Valencia, mientras que en otros si se vendía. La muchacha no terminaba de entenderlo y ya puestos aproveché para hablarle de las grasas hidrogenadas, del aspartamo, de los aditivos que los productos Terrateniente, coño, quiero decir Hacendado..., utilizan masivamente, no pude evitar volver a comentarle la salvajada alimentaría que supone preparar las palomitas de maíz para microondas con aceite de palma hidrogenado..., un producto con el que miles de niños españoles meriendan viendo una película de video. Solo se que las grasas hidrogenadas están prohibidas en Suiza y Dinamarca y que su consumo se asocia a la obesidad precoz, con el aumento del colesterol, con el aumento de la presión arterial, con el daño en la membrana celular...

Ya fatigado, me despedí agradeciéndole su santa paciencia y reconociendo que en muchas ocasiones Mercadona reacciona con rapidez ante las quejas de los usuarios y confesándole que algunos de sus productos están muy buenos, como por ejemplo el café mezcla para cafetera express.

Colgué y terminé de dar unos sorbos al café Marcilla..., es el que me gusta y mientras pueda trataré de elegir, trataré de escapar de la manipulación, trataré de buscar mi camino.




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