Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

jueves, 15 de septiembre de 2011

12ª entrega de "EL VERANO DE LOS PERROS FLACOS"

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Parpadeó y Alberto se encontró de nuevo con otro firmamento, con otras estrellas que permanecían inmóviles en la habitación de Elena, sonrió envuelto en esa lucidez que le invadía entre las dos y las tres de la madrugada y que siempre era así, en verano y en invierno, en cualquier momento del año.

En medio de ese despertar nocturno aprovechaba para trabajar, para teclear sobre el ordenador el torrente de ideas, conceptos y estrategias publicitarias de las campañas en las que estuviera trabajando. Las imprimía y al día siguiente se las entregaba a su equipo de creativos o sencillamente las enviaba por mail. Lo que ocurría después era una auténtica tormenta de ideas, de sugerencias, de visiones, de entusiasmo.

Solía observar a su equipo con atención, intervenía, sugería, aceptaba o dudaba, cruzaba ideas con ellos y sonreía o negaba con la cabeza, así día tras día y mes tras mes, incluso año tras año, hasta que la intensidad de esas tormentas decrecía, hasta que descubría que algunos de ellos perdía interés, empuje o vitalidad, hasta que alguno de ellos o de ellas dejaba de ser creativo, de tener imaginación. Entonces lo citaba en su despacho y charlaba, le daba algunos consejos y si en unas semanas no observaba una nueva actitud sugería el cambio a otra sección o a otro equipo menos exigente y finalmente, en muchas ocasiones, la empresa no renovaba el contrato al publicista. Otra persona ocupaba su lugar y volcaba toda su energía mental en el equipo, savia nueva que generaba una reacción en cadena, el equipo volvía a crear y Alberto volvía a inundar el país con esas ideas, con esas imágenes, con esas frases ingeniosas.

Solía conocer bien a su equipo y sabia como hacerlo rendir, combinaba su experiencia con la inventiva de unos jóvenes que se habían criado y estudiado en la sociedad que él influenciaba con el único fin de que el consumo no cesase, con la intención de que el individuo se sintiese diferente pese a seguir a la gran masa y al tiempo arropado y seguro al sentir que todo el mundo se movía por el mismo camino. Incitaba a no pensar independientemente, a decidir por imitación, a sumergirse en el océano del pensamiento único, de la actitud generalizada, en la fidelidad absurda hacia una forma de vida de marioneta feliz y convencida de que nadie manejaba los hilos…, y para eso, se debía empezar desde la mas tierna infancia, como el ultimo proyecto titulado “El primer coche de su vida”, los representantes de la juguetera llegaron entusiasmados al despacho, el director de marketing ya había trazado los esbozos de la campaña y contaban con los apoyos de algunos fabricantes de automóviles. Insistían en que el coche no era un juguete, insistían en que se debía desestacionar el uso de los juguetes a unas pocas fechas especiales. El coche se podría utilizar todo el año de la misma forma que lo usaban sus padres…, Alberto suspiró y sacudió la cabeza como tratando de apartar de su mente ese proyecto, volvió a ver el techo con sus estrellitas pegadas y se levantó, se sorprendió al ver sus pies desnudos y entre penumbras salió a la terraza, prendió un cigarrillo y miró hacia el cielo nocturno.

Era un firmamento desdibujado por la contaminación lumínica de Madrid y sus poblaciones satélites. Sus luces, el resplandor de esas urbes, lo llenaba de una especie de neblina que velaba el destello de las estrellas. Aspiró el humo, fue dejándolo escapar lentamente y continuó mirando hacia el universo distante, buscó las estrellas fugaces de aquella noche, trató de escuchar el canto de los grillos o el de alguna de aquellas aves nocturnas, trató de percibir el olor especial de la manada de galgos…, pero solo oyó el ladrido molesto de varios perros, el rumor continuo de las autovías, el canto de algún grillo desde los jardines y volvió a preguntarse como podía haber olvidado aquel verano con Paul y sus perros flacos, como podía haber olvidado aquella naturalidad, aquel ritmo pausado que nada mas llegar le llenó de rabia contenida, como pudo olvidar aquellas noches en calma y en medio de una auténtica oscuridad, aquel cielo que destellaba y que según la madre de Paul era una imagen del pasado que aún no se había extinguido.

- La madre de Paul… -murmuró.

Pero por lo menos, gracias a su madre y a sus tormentas de recuerdos, esas vivencias iban aflorando en distintos momentos, de diversas maneras. Dio otra calada y apagó el cigarrillo en la tierra de una maceta. Entró en el apartamento y se asomó al dormitorio. Alejandra y Elena dormían juntas en la amplia cama de matrimonio, era una imagen en blanco y negro, entre trazos grises y oscuros que creaban nuevos perfiles y formas. Alejandra sobre su costado izquierdo y Elena en su lado de la cama y vuelta hacia su madre…, sonrió y se movió entre las sombras hasta su estudio, encendió la luz y vio un plato cubierto con una hoja de papel de aluminio, la retiró y se encontró con un sándwich colocado sobre un lecho de ensalada. Le dio un bocado, se sentó en su sillón giratorio, conectó el ordenador y mientras mascaba paseó la mirada por las paredes empapeladas con los pósters de sus campañas publicitarias. Las imágenes y los mensajes eran tan distintos a los que decoraban la habitación de Elena.

Los carteles de su despacho transmitían otro mensaje, eran recreaciones de la realidad inventada que ocupaban las vallas publicitarias y las puertas de las maquinas de vending, frases que reforzaban esos montajes fotográficos en los que no existían los rostros feos o desagradables, las arrugas, el sobrepeso, la tristeza o el hambre en el tercer mundo. Aunque a veces si lo hacían cuando creaba campañas para llenar de culpabilidad a ese mismo consumidor al que podía llamarle tonto si no consumía los productos en oferta y en la siguiente valla o en el siguiente anuncio de televisión señalarle como causante de la pobreza en el mundo por su consumismo desmedido. Esa otra publicidad le acusaba sin piedad de ser el culpable de la degradación del fondo marino por usar bolsas de plástico en sus compras o por comprar zapatillas deportivas fabricadas por niños esclavizados, los mismos niños que recolectaban el grano de cacao en África con los que después se fabricaba el chocolate que llenaba de sobrepeso y diabetes a los rollizos niños europeos.

Echó un vistazo a la pantalla, a la agenda, a los proyectos pendientes, a las campañas sencillas, a las campañas que suponían contratos importantes…, un vistazo a su mundo, a los mundos ficticios y falsos de su creación, a los mundos de placeres y gozos que arrancaban la dicha a los consumidores y que los alejaban de las penas y de las auténticas realidades, a veces muy dolorosas pero otras vivificantes y puras, como esa noche pasada bajo las estrellas fugaces, durmiendo sobre la tierra y comiendo sus frutos, la caza que habían cobrado los galgos del Niño Cazador, de ese Paul que aún vivía allí y que aún parecía disfrutar de un sentido de la vida. Pero la reseña en la pantalla del ordenador terminó por despertarle.

Nutriyoung y la nueva línea de alimentos que le acompañaran desde sus meriendas infantiles hasta esas comidas rápidas de trabajo que compartirá con los estudios en la universidad”.

Leyó el esbozo del proyecto para la nueva temporada escolar y la importancia del contrato le devolvió a la noche en su despacho, le sacó como de un zarpazo de esa ensoñación en mitad de la meseta castellana, de aquel verano de los perros flacos en los que aún era un niño que solo percibía aquel nuevo mundo sin influencias artificiales.

- Un entorno natural muy parecido al que observó el nacimiento de la humanidad en las sabanas de África… -había llegado a comentar la madre de Paul, lo recordó nítidamente, como si aquella mujer se lo acabase de susurrar al oído.

Suspiró, se terminó el sándwich, se levantó y de una pequeña nevera sacó un bote de Pepsi, volvió a sentarse, dio un trago y continuó diseñando la nueva campaña de Nutriyoung, esa línea de alimentación que debía de acompañar a las nuevas generaciones en su crecimiento y juventud. De la misma forma que él había sido fiel a su Pepsi, ahora él les diría que comer y les convencería de que en el futuro, el niño debería de ser un niño de marca, un adolescente de marca, un joven de marca…, barata o cara, pero confiado en que ellos siempre elegirían lo mejor para comer, lo mejor para beber, el mejor camino para llegar a la felicidad, a la confianza en uno mismo y en su marca, en su identidad social, a dejar claro su pertenencia a un determinada aseguradora de automóviles o a una u otra compañía de telefonía móvil.

- ¿Y el papel…?.

Se buscó en los bolsillos y se tranquilizó al encontrarlo, volvió a leerlo y arrugó las cejas, se sorprendió ante la necesidad de tocar ese papel, de leer y releer su propia letra, no le habría costado nada memorizarlo, pero ni lo intentaba, era como la hoja de un viejo diario, el diario inexistente de aquel verano de los perros flacos.

1 comentario:

Artus dijo...

Por fin se actualiza correctamente, compañero. ¡Qué ganas tenía de verte por arriba y no siempre al final de la lista! Jejeje.