Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

LAS PELICULAS QUE VI JUNTO A MI PADRE, en "Diario de Homo".

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Recuerdo que aquella imagen en la sala del cine Oeste de Valencia, ahora ya cerrado…, me impresionó profundamente, era el rostro congelado de un explorador, de un trampero, de un buscador de oro, de uno de aquellos aventureros que se perdían en las Montañas Rocosas, la cara congelada de uno de esos hombres que tan bien describió Jack London en sus relatos. Ese hombre era Charlton Heston en “La selva blanca” y el perro que arañaba la superficie helada era Buck, su perro de tiro que había sentido la llamada salvaje, la llamada de la selva blanca…, pero que finalmente regresaba junto a él. Aquel plano me impactó, quedó fijado en mi memoria y creo que desde entonces veo a la nieve y al hielo de forma distinta, el silencio invernal me estremece y de alguna forma pienso que es la época mas dura en la vida de un humano…, papá murió en invierno. Y el hombre completamente helado, grisáceo y cristalino al que Jeremías Jhonson arrrebata su fusil, también.


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“Las aventuras de Jeremías Johnson”, también la vi junto a papá, pero años después de asistir al estreno de “La selva blanca”, la debimos ver en televisión pero aún así, sin ese ambiente sobrecogedor y grandioso de una sala de cine, de nuevo esos inviernos atroces de Las Rocosas volvieron a impresionarme, como lo hizo Redford con su interpretación, como lo hicieron esos parajes nevados y agrestes, salvajes, ancestrales…, donde la vida de homo era casi tan frágil como la de un insecto. Donde el hombre sobrevive gracias a sus instintos mas atávicos y donde no existe la justicia ni la sociedad moderna…, por eso Jeremías se toma la venganza de su familia masacrada como parte del sentido de su existencia. Nadie impartirá justicia salvo él mismo y las propias montañas. Unos entornos salvajes donde el sentido de la vida es vivir, sobrevivir al invierno, al hambre, a la enfermedad, al frío.

Jeremías Jhonson, existió, la película de Pollack está basada en un hecho real, tan real como la crudeza de alguna de sus escenas, sobretodo cuando sufre las emboscadas por parte de los indios Crow. En la película no se ve, pero el auténtico Johnson abría a golpes las cabezas de aquellos indios y se comía sus sesos.

Trato de recordar aquellas sesiones de cine y creo que fue de nuevo en el cine Oeste donde vi “Tom Horn”…, creo recordar que el titulo no me dijo nada y la película se desvanece en mi memoria hasta que años después la revisiono junto a mi padre ya postrado y frente al televisor. Junto a él vuelvo a llorar con algunas de sus secuencias, ya hacia el final del metraje, cuando Tom Horn es acusado de asesinato y encarcelado, desde su celda no deja de mirar las montañas, los espacios abiertos, esas llanuras con las que se identificaba y que tan bien conocía. Tanto las anhela que logra escapar, corre hacia ellas alejándose del pueblo a pie y en calzones…, lo apresan sin problemas y Horn pisará esos planicies por ultima vez.

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La inocencia de la escapada, incluso la de su confesión, obtenida de manera dudosa…, dejan entrever la personalidad plana y franca de un hombre que pasa los últimos años de su vida contratado por un grupo de ganaderos de Wyoming, abatiendo a los numerosos cuatreros que robaban ganado por aquellos gigantescos pastos. Pero Tom Horn se asoma al siglo XX como un personaje ya fuera de su tiempo, incomodo, violento, difícil de domar o de corromper. Los ganaderos deciden conspirar contra él y le acusan de la muerte de un muchacho. En el film, Steve Macqueen, se encoge de hombros cuando el sheriff le pregunta si ha estado haciendo practicas de tiro, Tom Horn dice que si, incluso admite que es posible que una bala perdida de su rifle halla matado al hijo de un granjero local, no parece importarle que eso puede suponer la prueba para acusarle de asesinato.

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Tom Horn cabalgó en la realidad, fue explorador del ejercito y detective privado, un hombre que no dudaba en encañonar a los fuera de la Ley, en disparar contra ellos, en cazarlos como a animales…, quizás por eso admite con sencillez y calma su condena de muerte, ante el pasmo de los testigos, de quienes le rodean, de quienes le toman declaración o charlan con él y finalmente, cuando la soga le apresa…, sus baratijas, sus amuletos indios caen de entre sus dedos.

Papá se emocionaba con algunas películas, sus ojos de un azul pálido lloraban enseguida, como los míos…, los dos lloramos en la secuencia final de “El valle de la violencia”, rendidos a James Stewart, a la voz de su doblador, a sus gestos a veces lentos y torpes y otras enérgicos y decididos, a su honestidad como padre de familia que trata a toda costa de mantener a sus hijos fuera de la Guerra de Secesión.




“El valle de la violencia” es el retrato antropológico de una sociedad rural que vive aislada en ese entorno, que cultivan sus campos, que educan a sus hijos y que se valen de ellos para trabajar aquellos enormes ranchos. James Stewart es el padre, es quien manda en el rancho y el que mantiene a sus hijos fuera de esa guerra, él dice que esa no es su guerra y se mantiene firme e irreductible hasta que su hijo pequeño es detenido por las tropas del norte.

El hijo pequeño y su amigo negro están pescando y pasando la mañana en un riachuelo, charlan y ríen, están distraídos hasta que la corriente arrastra una gorra sudista. Los muchachos la ven y es el hijo de Stewart quien se la pone entre risas y comentarios inocentes, ninguno de ellos es consciente de lo que es la guerra, la muerte, el odio, la ira…, unas horas después, tropiezan con una patrulla yankee y el muchacho es arrestado, hecho prisionero de guerra.

El amigo de color llega exhausto al rancho y cuenta lo que ha pasado, en ese momento la familia deberá abandonar ese aislamiento y entrar de lleno en el atroz conflicto. Stewart y sus hijos buscarán al pequeño tenazmente, llegan a participar en alguna escaramuza…, mientras el rancho es asaltado por una partida de renegados. Puedo recordar la secuencia en la que uno de ellos va subiendo las escaleras con la funda del sable tan baja, que va golpeando los escalones siniestramente, anunciando la muerte y la tortura, el dolor, la desgracia.

En la mesa familiar faltan platos, hay huecos, hay mesas vacías…, ya nada es igual después de la guerra, salvo los principios del padre, salvo la honestidad de las personas integras, salvo la firmeza de la gente criada al aire libre y bajo las inclemencias del campo, de la naturaleza, de la tierra.

Finalmente, el hijo pequeño regresa, logra volver al valle, a su casa, junto a lo que queda de la familia, que en esos momentos asiste al culto.

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Vi mas películas junto a mi padre, en estos últimos ochos años pasé muchas horas junto a él, en el sofá…, vimos cine policiaco de su época y vimos muchas mas películas de vaqueros, algunas malas y a veces auténticas obras maestras como “Grupo Salvaje” de Sam Peckinpah, “Los Profesionales”, con un Lee Marvin insuperable y otras mas clásicas como Raíces Profundas”, en la que de nuevo el enfrentamiento por los recursos desencadena la muerte y la desgracia, ganaderos contra agricultores, el agua por los pastos, las cercas contra las llanuras infinitas. Recuerdo también “El club social de Cheyenne”…, papá se moría de risa cuando Henry Fonda partía con un crujido seco aquellas gruesas cáscaras de algún tipo de nuez, mientras no dejaba de hablar y hablar.

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También vimos algunos musicales o la biografías de un músico que marcó la juventud de papá, como aquella tarde que de nuevo James Stewart interpretaba a otra persona legendaria, dando vida a Glenn Miller…, aquella tarde que él y yo lloramos a ritmo de swing aunque también lloramos al ritmo frenético de la ametralladora que arrasa el cuartel general del cacique mejicano en la obra cumbre de Peckinpah, que vi de reposición en el cine Capitol, recuerdo que fui solo y salí conmocionado, nunca había visto nada igual.

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Pero también recuerdo una tarde que acompañé a papá al kiosco de un amigo, Manolo, que así se llamaba, era un sibarita, un hombre de modales refinados que vivía una vida íntima y muy personal allí mismo, en el kiosco. Era capaz de ofrecer a mi padre un jerez y unos taquitos de queso curado, mientras yo, con unos diez o doce años ojeaba las revistas y los tebeos. Era un cinéfilo apasionado y de vez en cuando narraba las escenas mas impactantes de la ultima película que había visto, le gustaba también el cine negro americano, como a mi padre, pero también admitió que “La guerra de las galaxias” era una buena película, todos mis amigos la habían visto, pero a mi padre no le gustaba la ciencia ficción.

Creo que llegué a pedirle ir a verla…, no lo recuerdo bien, pero nunca llegué a verla en su momento, tardé una decena de años o mas en ver por primera vez “La guerra de las galaxias”, imagino que ya fuera de su tiempo, quizás si hubiese insistido, pero de niño era muy callado y tímido y nunca pedía nada.

8 comentarios:

Tapestry Workerman dijo...

Hola Pedro.
Me has recordado a mí el año pasado cuando me empeciné en averiguar el título de una película que se me grabó no sé dónde. Sólo recordaba que transcurría en un tren en el que se producían una serie de asesinatos referidos por un ser extraño. También recordaba que el tema musical del film era una melodía silbada... pues con esta ingente cantidad de datos, indagué lo indecible hasta que en una página web, me facilitaron título, año de producción, reparto e incluso el color de la muda del bicho asesino.
Es cierto que no tiene mucho que ver con lo que cuentas, no fui al cine con mi Padre a verla pero seguro que la vimos apostados en el sofá de terciopelo verde que presidía el salón de casa, el caso es que la conseguí e hice varias copias de seguridad para no perderla de nuevo.
Creo que por no perder la magia, aún no la he visto, supongo que la visionaré el día que se gradúen los hijos o en el nacimiento del primer nieto... a saber.
Bueno Pedro, me voy, que cuando uno empieza a remover los recuerdos atesorados, es que está mayor, lo próximo de lo que hablemos será de la mili, fijo ;)
Un abrazo.

Pedro Bonache dijo...

¿Panico en el transiberiano....?, bueno, a mi me pasó lo mismo con una pelicula que vi con él, busqué en Internet y al final, pues eso, lo mismo que tu, era "Perdidos en la nieve" (Snow walker), Joa la bajo de la red y la vimos juntos.
¿De la mili....?, moskis, creo que nunca he hablado de ella, aquí, hummmm, ya veré, ya veré.

Olocau.Digital dijo...

Un buen paseo Pedro, y una muy buena selección de títulos.
Como siempre he disfrutado y aprendido de tus relatos.

Pedro Bonache dijo...

Gracias Carlos, el aprendizaje es mutuo. Un abrazote.

Jesús dijo...

Yo vi la Guerra de las Galaxias con mis padres en el cine Serrano, además las últimas 4 entradas de la sesión...salí alucinando claro.
Como te comenté mi padre está enganchado a las del oeste de canal 9.
Tengo apuntada y pendiente Entrelobos...ya contaré por aquí.
Un abrazo

Pedro Bonache dijo...

El cine Serrano...., otro clásico. Pues Entrelobos la podrás ver con tus hijas, gran parte del metraje lo protagoniza un niño de unos 10 años, que como te dije "enamora" al espectador.
Y otro abrazote, Jesus.

Tapestry Workerman dijo...

O eres un cinéfilo de los clásicos o yo gasto memoria de pez, he releído mi comentario a ver si había nombrado la película... y es que te la sabías!!
Bueno Pedro, me quito el sombrero ante tu videoteca, yo ya no recuerdo ni lo que cené ayer ;)
Un saludo.

Pedro Bonache dijo...

Tapestry, es que mis hermanas iban mucho al cine de re-estreno y durante un tiempo nombraron mucho esa pelicula, imagino que debí ver algun "trailer" de ella..., pero jamás la vi.
Realmente, lo que me pasa, es que vivo de esos recuerdos, de esas pocas pelis que me impresionaron en su momento..., del cine actual no se nada, pero una vez vi "Matrix" y me gustó mucho el guión, la idea del sueño permamente..., que es la realiad de nuestra sociedad, vivimos en un Matrix, solo que no podemos trepar por las paredes, je, je, je.