Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

jueves, 30 de abril de 2009

LA MADERA MAS HERMOSA, LAS MANOS MAS HÁBILES..., OFICIOS MORIBUNDOS.



Mientras conduzco hacia la ebanistería de Jaime Fabra y su mujer Juana, en el Polígono Mas de Tous de la Pobla de Vallbona..., echo un vistazo rápido a las cumbres de la Sierra Calderona y a los bosques y colinas del Camp del Turia, el viento intenso del norte absorbe la humedad mediterránea y me muestra unas montañas limpias y azules, un cielo ocupado por jirones de nubes de panzas oscuras y de luminosos flancos..., un paisaje que conozco y que me relaja y sobre el poco a poco van surgiendo las naves del polígono, sus fachadas levantadas con placas de hormigón pretensado..., callejeo entre ellas, trazo un par de rotondas y aparco frente a la de Jaime.

Me recibe junto a Juana, en el pequeño despacho, repleto de archivos, decorado con un sofá Chester y con algunas láminas regaladas por los distribuidores de madera, vistiendo las paredes.






Recuerdo la primera vez que pisé esa pequeña oficina, hará unos tres años..., llegué allí recomendado como un buen “esqueletero” y eso me angustiaba. Jaime y Juana me recibieron con sencillez y franqueza..., pero volví jadear cuando dejó sobre la mesa unos cuatro o seis planos enrollados a escala 1/1. Tragué saliva, pese a mis 40 años era la primera vez que salía de la pequeña carpintería heredada de mi padre y me encaraba con un cliente nuevo y con un tipo de modelaje que desconocía hasta ese momento. Allí mismo fuimos ojeando los planos, traté de aparentar seguridad y calma, aplomo...,y decidí aceptar aquel encargo. Desde entonces estamos trabajando juntos, sin un solo roce, sin una disputa, sin cruzar una mala palabra y sin dejarnos nada en el tintero..., por eso he decidido aprovechar la mañana de este jueves para acércales las patas de los últimos sofás que he hecho y para tirar unas fotos a su nave, a su trabajo, a la madera mas hermosa y a las manos más hábiles.

- Uf..., a mi no me saques fotos, Pedro..., que salgo muy mal y está todo esto manga por hombro... -se queja Juana cuando le apunto con el móvil en función de cámara.

El obturador virtual suena y Juana se relaja..., recuerdo que durante la semana de Fallas también me acerqué a visitarles y cual fue mi sorpresa al encontrármela en mitad de la nave, vestida con el guardapolvos, calzada con unas botas de puntera estrecha, bien maquillada y sosteniendo entre sus manos un montón de plantillas, ordenándolas y preparándolas para que el oficial las interpretara con mayor rapidez y eficacia..., pero me cuenta Jaime que a su mujer no le bailan los anillos a la hora de colocar mechones, a la hora de ordenar piezas o a la hora de cargar la ranchera y salir a repartir. Cuando regresa vuelve a ocupar su sitio en el despacho, a atender las llamadas, a recibir los pedidos, a llevar las cuentas, a ordenar y clasificar los cientos de modelos que fabrica su marido y sus ebanistas..., desgraciadamente ya solo dos.





Juana encarna al futuro operario de cualquier empresa que pretenda subsistir a esta crisis y a las décadas venideras. Ella es flexible, versátil..., capaz de desarrollar distintos cometidos y distintas tareas. Algo muy distinto a lo que ocurre en la realidad, los puestos de trabajo se han especializado y nadie quiere hacer nada que no le corresponda o que no sea de su hipotética competencia. Esto provoca fallos en la comunicación, en el fluir de las tareas y al final en el rendimiento..., incluso en las relaciones personales entre los operarios.

- ¿Os importa que ande por la nave curioseando y echando fotos...?.

- Que preguntas tienes, Pedro..., anda, corre como ese galgo tuyo que no caza nada... -bromea Jaime abriendo la puerta que da a la nave, como dándome “suelta” igual que yo hago con Norton y Mia, también llamada Ojos de Miel.

Nada más salir de la oficina me encuentro a mi derecha y a mi izquierda con las estanterías pesadas de Mecalux que Jaime monto en las paredes para almacenar los tablones de una forma práctica y funcional.

Sicomoro, Mongoy, Fresno, Ébano, Roble americano, Nogal..., piras de maderas nobles, de maderas tropicales, de madera legal y con orígenes garantizados..., unos aromas y unas texturas distintas al pino gallego y al haya europeo que suelo utilizar yo en mi taller de esqueletaje. Maderas caras y valiosas, maderas nobles, hermosas, lejanas..., y junto a ellas, la robusta presencia del “toro” con sus recias palas metálicas apuntando hacia el interior de la nave.











Me adentro en el local y descubro que me muevo como si fuese mi puesto de trabajo habitual, como si reconociese cada recoveco, cada rincón..., sin tropezar, sin chocar contra los mangos de los gatos que aprietan las espigas de las sillas y sillones que el oficial monta, casi ajeno a mi súbita presencia.

- Bon día... -saludo.

- Bon día...

Imagino que me muevo con esa soltura porque al fin y al cabo yo también tengo unas diminuta carpintería y se lo que es golpearte las espinillas contra la pletina metálica de un gato..., como lo que le pasó a Jaime hace unos años, cuando tenían la ebanistería en Burjasot. Vivía arriba y ese olor inquietante del fuego, del humo le sobresaltó. Bajó y cuando abrió la puerta se encontró con el escalofriante resplandor de las llamas dentro de su carpintería.

- Pedro..., no encendí ni las luces -me relataba Jaime hace unos meses- entré a lo bestia, sin pensármelo, fui cogiendo los extintores y vaciándolos contra las llamas, se acaba uno y cogía otro como si fuesen de corcho, con una mano y hala, lo vaciaba...., pero lo curioso es que yo veía como corría el fuego, no ardían los tablones ni la sillería que teníamos apretada con gatos..., podía ver como las llamas surgían del serrín, del polvillo acumulado encima de las vigas, de los cables de la luz..., aquello era como pólvora. Yo no se lo que duró aquello, pero solo se que cuando ya no podía respirar y que cuando ya no me quedaban mas extintores vi a la entrada las luces naranjas de los bomberos..., ahí me tranquilicé y me salí del taller..., Pedro, no te puedes imaginar lo poco que dura un extintor..., al día siguiente me di cuenta de que tenia las espinillas ensangrentadas y llenas de moratones. Claro, al entrar choqué contra todos los gatos y sillas que teníamos encolados, pero ni me enteré..., solo recuerdo aquel olor y el color de las llamas, creo que no se me olvidará en la vida.

Yo también he llegado a sentir ese olor en mi taller, fue después de unos trabajos de soldadura mientras me colocaban el techo acústico para insonorizar. Aquel olor a brasas persistía, buscaba y no encontraba nada, hasta que me asomé detrás de unos tablones y mi corazón dio un vuelco cuando vi en el suelo ese chisporroteo con el que se consumía el serrín acumulado sobre un cuadradillo de pino olvidado tras los tablones. Recuerdo mi reacción y como todo mi organismo se activó..., lo sigo recordando y tan solo fueron unas pequeñas brasas provocada por una chispa de la soldadura.

Me sigo moviendo por la nave y haciendo fotos, aquí todo es hermoso, todo tiene un atractivo, todo esta impregnado por horas de trabajo, de dedicación y de agobios y sufrimientos cuando las cosas se tuercen, cuando ves que algún modelo se te resiste más de lo normal o simplemente cuando te quedas estancado sin saber como “entrarle”. Se acumulan cientos de plantillas, de contraplantillas, de soportes, de zapatas, de “útiles” necesarios ante la diversidad de modelaje.



Las fresas de la temida “tupi” cuelgan ordenadas, inofensivas, inmóviles, serviciales..., es la herramienta, son los utensilios, es la tecnología de homo después de casi 2.5 millones de años, desde las primeras piedras cortantes, desde esos cantos con aristas vivas hasta los sencillos y eficaces gatos de fleje que presionan la estructura de la sillería con la que me voy encontrando.







Y si levanto la mirada veo las claraboyas transparentes que surcan el tejado, la luz se derrama en el interior de la nave y me muestra las decenas de modelos que cuelgan de las paredes y desde el altillo, muestras a tamaño real sin las cuales se complicaría mucho el trabajo. Cada pieza tiene tanto detalle, acabados tan distintos que siempre es un reto recuperar uno de esos modelos después de un año o algunos meses sin hacerlos, cuando algún cliente los pide.

Me voy hacia las escaleras que suben hasta ese altillo, aún más luminoso que la planta baja y paso junto al comedor que Jaime había habilitado para sus trabajadores..., seis operarios cuando empecé a trabajar con él. Lo veo cubierto de polvo y en penumbra, con la maquina de café cubierta por una lona y con las sillas vacías alrededor de la mesa..., ahora se ha quedado con uno de los oficiales de mayor edad y con otra persona que le ayuda por horas.

Salvo el último escalón y me muevo por el altillo. La primera vez que subí aquí acompañado por Jaime me encontré con dos oficiales montando sillería a buen ritmo..., ahora solo veo mas modelaje almacenado, sofás y sillones repletos de tallas, de curvas, de dogas, de torneados..., y un fluorescente encendido al fondo, me acerco y descubro los restos del tallista. Virutas, las gubias y formones repartidos sobre la mesa de trabajo, la maza cromada y la fotografía del modelo a imitar...,








...uno más de los oficios que Jaime y Juana implican en su empresa, en torno a ella y desde otros talleres. Caladores, tallistas, chapadores, torneros, rejilleros..., unas profesiones de antaño, conocimientos que forman parte de unas personas que no están trasmitiendo sus conocimientos a nadie, que se van jubilando, que van faltando llevándose para siempre ese aprendizaje acumulado durante años. Pero no es solo esa sabiduría la que se esta perdiendo..., son los puestos de trabajo que genera cada silla repleta de tallas, de torneados, de respaldos enrejillados y bellamente decorados con chapa de maderas nobles..., de ébano en la foto.





La tradicional industria del mueble en Valencia muere lentamente, agoniza sin ruido, sin lamentos..., como el enfermo que aguanta su dolor, como el herido que trata de contener su mortal hemorragia con las manos, sin vendas ni suturas. La industria textil se hunde a la misma velocidad, los pequeños talleres de tapicería van cerrando, despidiendo trabajadores..., mientras me da la sensación de que nuestros gobernantes autonómicos miran hacia el puerto, a ver si ven las velas de los yates de la Copa America o miran hacia el asfalto a ver si ven el paso insultante de los Formula 1, mientras nuestros gobernantes envían ayudas a la industria juguetera, un segmento apoyado en las máquinas inyectoras de plástico, sin artesanía, sin necesidad de artesanos, que cada vez que la Ford tose o uno de sus ejecutivos tiene un dolor de muelas o se siente con gases..., compra una flotilla de coches para la Junta Central Fallera o que mira y sonríe, lame y besa ahí por donde pisa la industria azulejera, o por donde pasean los Agentes Urbanizadores...., pero que olvida y condena a ese sector que tradicionalmente empujó con fuerza en la Comunidad Valenciana. Ahora las tapicerías y esqueletajes llegan desde Murcia desbordándonos, llegan desde Zaragoza y desde Cataluña..., aquí el Ilusionista y sus acólitos miran hacia el ladrillo y apuestan por los servicios, por los delantales y las cofias, por el futuro turístico de todos nosotros. Cerraremos nuestras carpinterías y serviremos cocacolas y cafetitos en los bares surgidos con la riqueza de los grandes eventos o nos haremos empleados de hogar de esos unifamiliares y apartamentos que se están construyendo para recibir el alud de adinerados jubilados que llegaran desde toda Europa..., todo esto que estoy viendo aquí, en casa de Jaime y Juana desaparecerá, por eso quiero fotografiarlo y mostrarlo a todo aquel que quiera ver la madera mas hermosa y las manos mas hábiles.

Pero sigo curioseando y tirando fotos con él móvil.





Echo una última mirada a la psicodélica silla con el respaldo en espiral y bajo las escaleras, me encuentro con Jaime repasando unos planos, me ve y sonríe.

- ¿Ya has hecho todas las fotos...?.

- Hombre..., la verdad es que no tienes ni un solo modelo que no valga la pena fotografiar..., haces unos muebles preciosos, Jaime.

El ebanista, el sillero..., cabecea sin dejar de sonreír, mirando su nave sin apenas oficiales, con la maquinaria muda, silenciosa.

- Si Pedro, si..., con este oficio hacemos cosas muy bonitas..., pero fíjate, las máquinas paradas..., con todo lo que sabemos hacer y que no hagamos nada..., muebles, sillas, sillones, sofás, lamparitas, cómodas, mesas, armarios..., pero ya no quedan clientes, Pedro. Solo Salamanca y Valladolid..., el resto de los que vienen por aquí es para tratar de liarte, para timarte, para pedirme trabajo pero para pagarme a los cinco o seis meses...,si es que pagan.

Durante unos segundos miro hacia donde él mira y veo lo mismo que él, un solo oficial por allí, las sierras quietas, las “tupis” dormidas, los tablones quietos en sus estanterías, el “Toro” adormecido.

Jaime nombra las ciudades de donde llegan sus principales pedidos..., pero obvia a Navarra, desde donde le han “enganchado” con 30.000 euros, tampoco nombra a nuestra tierra, por aquí lo han cogido con 4000..., y vuelve a cabecear.

- No se por donde tirar, Pedro..., pero el caso es que me estoy acostumbrando a esto.

- Esto ya lo hemos hablado otras veces, tu has hecho las cosas bien pero ahí fuera esta pasando algo jodido..., no se lo que es pero te aseguro que ni Rita ni Camps nos lo van a solucionar..., todo está cambiando muy deprisa y como tu me has dicho muchas veces..., “los tiempos de los grandes pedidos ya se han terminado...”

- Por desgracia, Pedro, por desgracia..., toda esta maquinaria esta concebida para trabajar en serie, los precios están calculados respecto a esa serie..., coño Pedro, por eso estas trabajando tu para mi. No creas que todo el mundo es capaz de fabricar como tu, así, pieza a pieza y cada una de distinta medida y madre..., yo me volvía loco, no sabes el favor que me haces.

Sonrío halagado y durante apenas una décima de segundo pierdo el sentido, me mareo..., pero vuelvo a la realidad y suspiro.

- Creo que ese es el mercado que nos va a quedar, los grandes pedidos ya los hacen los chinos, los pedidos medianos y populares llegan desde Yecla, Zaragoza y Cataluña..., aquí nos vamos a quedar con el detalle, con lo especial y de encargo..., no se, como el trabajo que le hiciste a ese particular que vino desde Molina de Aragón.

Jaime afirma con la cabeza y aprieta los labios.

- Si, si..., el hombre tenía un parar algo seco..., pero sin problemas, me pidió nogal español y en nogal español le hice todo, la mesa de despacho, el sillón giratorio y media docena de sillas de categoría que en la vida se van a desencolar.

- Y seguro que vino con los billetes en la mano.

- Exacto.

- Pues creo que ahí esta el futuro..., de alguna forma vamos a tener que invitar al cliente a que venga aquí, a la fabrica, a que haga como yo he hecho y a que te señale los modelos que quiere y a fabricárselos sin chistar. Por lo menos sabrás que cuando venga a cargar te pagará...

- Pues más de un tendero se va a cabrear -augura Jaime.

- Que se cabreen..., pero tenemos que sobrevivir, además no seriamos lo únicos que estaríamos eliminando a los intermediarios o a los comerciales, los fabricantes de coches ya lo han hecho y los aserraderos de madera están empezando a venderla a las pequeñas carpinterías ellos mismos, sin pasar....






por los almacenistas..., bueno Jaime y también hay otro camino que no queda mas remedio que comenzar a caminar... Internet, pero no para contratar publicidad rollo paginas amarillas..., la idea sería crear una especie de pagina o de blog donde se ofrecería el trabajo que hacemos, a precio de fábrica y en vivo, ofreciendo la posibilidad de visitarnos, para que se manchen de serrín y para que huelan la madera, para que vean a Juana trasteando con el guardapolvos y las plantillas y a ti sacando de los tablones esos copetes recurvados, esas peinetas, esas molduras..., yo lo veo así, Jaime.

- Y yo creo que también... ¿pero a ver quien se mete ahora con lo Internet...?.

- Con tiempo y calma, Jaime..., pero sabiendo que hay que hacerlo.

- Bueno, a Juana no se le da mal...

- ¿Pero hay algo que no se le de mal a esa mujer de bandera que tienes...?

Un ráfaga de viento se cuela cuando alguien abre la puerta de la nave, levanta el serrín y las virutas del suelo, vuelan y algunas llegan hasta mis ojos, otras entran en mi nariz y reconozco ese olor ancestral, el aroma que siempre ha impregnado a los carpinteros, a los ebanistas, a los tallistas, a los torneros, a los caladores...

- Hueles a madera... -me dijo alguna vez Pilar cuando la visitaba los miércoles, saliendo del taller sin cambiarme de ropa.































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