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En los post siempre hablo de mi o de ellos, de los galgos, de los vencejos, de la manada o de los bichos que nos encontramos en nuestros paseos por el monte, por cierto, el sabado vi mi primera golondrina y era golodrina, que no avión común.
Y me imagino que por eso, porque ya forma parte de mi vida, les he hecho un guiño en mi ultimo proyecto literario, se titula "El esqueletero que admiró a Grant Featherston" y en el cuento algo de lo que ha sido mi vida laboral y como la irrupción en internet me esta permitiendo mantener la cabeza fuera del agua de esta crisis brutal que sigue amenazandonos con ahogarnos.
Fragmentos de "El esqueletero que admiró a Grant Featherston"
Llegar a fin de mes para poder
hacer frente a los recibos domiciliados, se convirtió en una extenuante carrera
de fondo. Durante meses me sentí como un galgo cegado tras un matacán.
Yo seguía imaginándome que era uno de los galgos de Paúl y corría y
corría, me dejaba llevar por una especie de fantasía infantil.
Todas las mañanas un vencejo
descendía del sueño en vuelo con una de sus alas casi rota, le bauticé como Ala Quebrada
porque a simple vista se le podía reconocer. Todas las mañanas bajaba
esquivando el cable de acero que posiblemente le quebró el ala y daba a su
polluelo su toma, en aquella junta de dilatación.
2 comentarios:
Me pongo a ello con ansia devoradora.
Muy contemplativo te veo en la foto Pedro. Estas casi de relaxing cup.
Je,je,je... Jesús, observaba las claraboyas pensando "Llegará un dia en el que se cegaran por completo y no entrará la luz... espero que coincida con mu jubilacion..." por cierto Jesús, son pocas paginas, je, je, je
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