Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

sábado, 30 de junio de 2012

ARDE LA CALDERONA en "Diario de Homo"






Esta mañana descubria el fuego al coronar desde Serra el cruce de Rebalsadores. La nube de humo se elevaba casi timida, escondiendose entre las montañas, casi como avergonzada. La historia volvia a repetirse y la sierra se entregaba al fuego, se dejaba carbonizar.
He seguido pedaleando, descendiendo y mirando con una extraña tristeza a cada pino, a cada mata, a cada aliaga..., casi como diciendoles adiós.
Y esta tarde, mientras el ocaso incendiaba el horizonte emborronado con el humo, los vencejos y las golondrinas parecían huir de la devastación.
Hace un ratito, Joa me ha dicho que han desalojado Marines Viejo. Tan solo me queda el consuelo que si vuelve a ocurrrir yo podré recordar como era la serrania y como eran sus espiritus.

LA TIERRA ADORMECIDA en "Diario de Homo"






Paseo con la manada y los ojos se me van hacia la tierra ya agostada a finales de junio, pero claro, es que el invierno no ha sido invierno, la tierra apenas si ha bebido y las escarchas tan solo duraron unas pocas amanecidas. La naturaleza está pálida, sin contrastes…, pero me genera unas sensaciones tan intensas que no puedo apartar los ojos de esas pequeñas praderas amarillas, apagadas, fatigadas, como adormecidas.


La primavera ha sido fugaz, recuerdo aquellos primeros lirios, demasiado tempraneros, después ese brote de colores y aromas, los verdes de las exuberante aliagas y las tímidas florecillas de los romeros, las espigadas varas de los asfódelos y como no, el rojo vivo e intenso de las amapolas.

Pero la primavera se fatigó pronto y ahora todo ese verdor se ha apagado y las gramíneas muestran sus tallos de un pálido casi amarillento, los gamones han muerto y los tomillos apenas si destacan, incluso, la serpiente se ha desprendido de su vieja piel y la ha dejado ahí, entre las matas, pero incluso así, Norton acerca su largo hocico da un salto hacia atrás sin llegar ni siquera a olisquearla, sus neuronas visuales han identificado el peligro, incluso antes que los circuitos hiperdesarrollados del olfato.


El bosque parece adormecerse después del esfuerzo primaveral, regresa a una especie de letargo en el que pierde los colores vivos y el destello del rocío sobre sus hojas. El calor es cada día un poco mas intenso y las hormigas se afanan por recoger sus cosechas de semillas. Las observo formando interminables hileras que serpentean sobre la tierra suelta o entre la pinocha, ellas van y vienen, nerviosas, disciplinadas, infatigables.

La manada ya jadea y buscan las sombras, las cigarras ya ha empezado a rechinar desde los algarrobos y desde los pinos y hoy mismo me he tropezado con el primero chotacabras. Entre Mía y Norton no me han dejado fotografiarlo y al final hemos continuado el paseo dejándolo tranquilo, por cierto, ahora mismo recuerdo que hace unas semanas, durante unos días en los que el tiempo andaba algo revuelto, vi un vencejo real, fue un momento mágico.

La golondrina está justo a la izquierda de donde comienza la

sombra del pino, aun sobre la tierra seca.

Sonreí agradecido y volví a sentirme afortunado, igual que la semana pasada, cuando después de remontar con la bicipalo hasta la Font del Berro, pude ver como varias golondrinas planeaban hasta posarse en el reguero de la fuente, sobre el barro, ante mis ojos y en medio de la calma que siempre envuelve ese precioso rincón de la Sierra Calderona.

lunes, 25 de junio de 2012

LAGRIMAS POR UN GALGO, (fragmento de El verano de los perros flacos)


Y el galguero aspiro todos aquellos alientos, respiró la congoja y el pánico de la media docena de galgos encogidos en las pequeñas jaulas, respiró aquel miedo y se lo llevó dentro, lo hizo suyo, lo sintió el mismo, vivió ese horror y se resquebrajó la costra que había apresado sus sentimientos durante toda su vida. No pudo evitar estremecerse y apretó la mandíbula cuando noto que sus labios empezaban a temblar, cuando notó que su garganta se estrechaba y que empezaban a dolerle los ojos, justo cuando rompieron esas lagrimas, las primeras que derramaba en su vida por un galgo.

- ¡ Vente para acá con el coche! –gritó Matías.

sábado, 23 de junio de 2012

BICIPOLIS, EL OTRO CICLISMO.







Un ciclismo mas humano y mas natural, el ciclismo que podría recordarnos a cuando nuestros padres iban a trabajar en bici con aquellos hierros de manillares y varillas cromadas, sobre aquellos sillines sustentados sobre muelles aún mas brillantes. Unos tiempos y unas épocas en los que se pedaleaba por necesidad, pero que sin saberlo, alimentaba la salud y la alegría en esas personas que se movían a pedaladas, al ritmo de sus propios cuerpos y ánimos.

Bicípolis es el precioso nombre de una sencilla tienda de bicicletas que abre sus puertas en la calle Salvador Ferrandis Luna, número 60 de Valencia y haciendo esquina con la Plaza de Roma. Pero también es una tienda que abre sus puertas a todo el que lleve una bicicleta cogida por el manillar, con la rueda pinchada, con la cadena colgando, con los cables de los frenos o de los cambios partidos o con las llantas haciendo eses. No importa si es una de esas bicis de Hipermercado, rematadamente mal hechas y con las llantas de hojalata, no pasa nada, Miriam, la mecánica de la tienda, la subirá al potro y tratará de hacer que funcione lo mejor posible, aunque a veces es complicado. No es difícil encontrarse con cuadros desalineados o con los anclajes para freno y cambió desplazados.


Y en esos menesteres debía andar Miriam, cuando la vi dando vueltas a la Plaza de Roma, montada en una de esas bicicletas de Hipermercado, de doble suspensión, vestida con el mandil de mecánico y con una expresión en su rostro que me encandiló. Seria, concentrada, atenta al funcionamiento del cambio, a los ruidos..., aunque al final, cuando le pido que pose..., rompe a reir.


Sonreí y me acerqué a visitarlos, como siempre, ella y su hermano me recibieron sonriendo y rodeados de viejas bicicletas, algunas reparadas, esperando a sus clientes y otras esperando a las manos de Miriam.

Los encontré optimistas y llenos de energía, me comentaron que habían alquilado la planta baja contigua para ampliar el taller y el almacén y así poder trabajar en condiciones.


- Al final del año nos preguntamos si queríamos un aumento de sueldo o alquilar el bajo…, no lo dudamos –me comentaba Mario, su hermano, mientras Miriam me enseñaba el nuevo local. Allí aún se apiñaban más de esas bicis viejas, usadas, abandonadas en los contenedores y rescatadas por ellos y otras donadas por los clientes al cambio por una bici nueva o por una restaurada.


Viendo esas bicicletas recordé mi infancia dando pedales sobre mi BH, recordé las correrías por el barrio cuando apenas si habían casas y cuando no existían los cambios de marchas, hasta que alguien fue capaz de adaptar uno a esas BH o a las Orbeas, las Torrot eran mas escasas y a mi me parecían mas enclenques. Aquel desviador era tan solo de tres piñones y lo gracioso es que la palanca de cambio se la colocaban en el tubo del sillín. Recuerdo que una de aquellas tardes de verano traté de picarme con uno de los amigos que llevaba uno de esos cambios, mas concretamente en una Rabasa Derbi. Cuando vio que le seguía, cambió a un piñón mas pequeño y yo me rendí.

Gracias a la visita a Bicípolis despertaron esos agradables recuerdos y descubrí el otro ciclismo, el ciclismo sencillo, el ciclismo práctico y el ciclismo razonable, no ese otro ciclismo que se respiraba en las tiendas mas o menos elitistas que yo solía frecuentar. En esas tiendas era imposible ver una Motoreta restaurada como en Bicípolis y se burlaban de mi o me llamaban globero por no llevar las piernas depiladas. Era imposible encontrarte con bicicletas de hace veinte años recuperadas y puestas en funcionamiento, en esas otras tiendas solo se hablaba de carbono, de titanio o del peso. Se hablaba de tiempos, de cronos, de rendimientos y si en medio de esas conversaciones entraba alguien con una bicicleta cogida por el manillar, con la rueda pinchada o con la cadena colgando…, simplemente se le negaba la atención en medio de una sonrisa burlona.

Pero en Bicípolis aún se puede disfrutar de un trato humano y del respeto hacia cualquier bicicleta que entre por la puerta, con su amo llevándola por el manillar o si lo hace ella sola, buscando los mimos y las manos de Miriam y Mario, para que la pongan buena y poder seguir rodando.


lunes, 18 de junio de 2012

CORRE GALGO CORRE, CORRE HASTA MORIR (fragmento de "El verano de los perros flacos" )



El matacán giró a derechas, corrió y saltó al carril, enfiló hacia las ruinas de los corrales y Tirma y Atis saltaron sobre el mismo camino tras él, viraron a derechas y volvieron a engalgar, a cebarse y a cegarse en las zancadas, en la persecución extenuante que surgía empujada desde cada fibra de sus haces musculares, pero ya llenos de una sangre negra, oscura, repleta de tejido roto y de cetonas, casi sin oxigeno, contaminada por la asfixia que lentamente iba dañando los músculos cardiacos de las hermanas y que iba llenando de polvo y tierra los alvéolos pulmonares, cerrando el paso al oxigeno, al aire que alimentaba al organismo llevado al limite, al ente biológico convertido tan solo en músculos y piel, en unas patas que no podían parar y en unas afiladas cabezas repletas de salivas, de espuma blanca que resbalaba desde los largos hocicos y que empapaba el formidable pecho en forma de una quilla que embarrancó contra la tierra cuando los huesos de las patas de Atis se reblandecieron, cuando la galga sintió como caía, como su tórax se desgarraba y como hundía en hocico contra el carril. Se quejó, lanzó un gañido y resbaló inerte sobre la tierra. Tirma tropezó con ella, rodó por encima del camino, se levantó y empezó a mover sus patas nerviosamente, sin sentido, como dando latigazos, pateando. Se tambaleó, trotó de medió lado y se derrumbó en medio de un jadeo acelerado, desesperado, con los ojos inyectados en sangre y con una grotesca mueca, mostrando los caninos, enseñando una mandíbula desencajada, bañada en espuma, entre salivas y con el corazón encabritado bajo las costillas, latiendo a punto de desgarrar sus cavidades, a punto de resquebrajar arterias y sus venas, apretadas y comprimidas por unos músculos contraídos y petrificados.

sábado, 2 de junio de 2012

GALGOS BAJO LAS ESTRELLAS DE LA MANCHA (fragmento del capitulo 21 de "El verano de los perros flacos".


- ¡Mira, ahí va otra, ahí va otra…! –exclamó Alberto señalando con la brasa hacia una estela blanquecina, hacia una raya que durante algo mas de un segundo recorrió el firmamento.

Atis y Tirma se alzaron inquietas y se volvieron hacia Alberto.

- No pasa nada, tranquilas –murmuró Paúl- es que como has dicho ahí va…, se pensaban que era una liebre.

- Siempre dispuestas –susurro Alejandra, buscando a las galgas en la oscuridad y encontrándolas como al dolmen, con sus huidizas siluetas recortadas contra la claridad del pasto agostado. En ese momento, ya al final del día, empezaba a comprender la relación entre Paúl y esos perros flacos, había empezado a comprender el porque de esos recuerdos intensos que habían estado perturbando a Alberto.

Alejandra dio otra calada al purito y sacó su móvil, abrió la carpeta de mis imágenes y buscó la última foto, la que había hecho a las perras justo cuando reposaban mirando hacia el crepúsculo, justo cuando el sol se enterraba literalmente en el horizonte. Esa luz sesgada parecía haberse inflamado al rozar la curvatura del planeta, como lo hacían las hespérides cuando se rozaban contra la atmosfera terrestre y se había derramado sobre el pelaje de azabache y cuarzo blanco de las galgas. La imagen que apareció en la pantalla le gustó, los colores surgían calientes y vivos y la mirada de las hermanas era serena y relajada, tranquila, las galgas sabían que con esos dos hombres que luchaban por no olvidar a los niños que fueron, estaban a salvo, sabían que ellos nunca las abandonarían, que nunca las ahorcarían, que nunca las llevarían al muladar. En la misma imagen se podía ver esa peculiar forma de descansar que tenían las galgas, dejaban caer los cuartos traseros, contorsionaban las delicadas cinturas y se quedaban con las cabezas erguidas, sus profundos pechos se apoyaban contra la tierra y les impedía descansar con la cabeza entre las interminables patas delanteras…, hasta que les vencía la fatiga o el sueño y se dejaban caer lentamente de lado, pero mientras permanecían así, como en la fotografía, enhiestas y altivas, se llenaban de una majestuosidad conmovedora, en un prodigio de líneas elegantes y fluidas, en una imagen que condensaba la armonía de la Naturaleza con sus propios hijos.

Nadie pudo verlas, pero Alejandra las sintió resbalar por sus mejillas, unas lagrimas sutiles al final del día, cuando el sol se cobijaba y la noche surgía mostrando la realidad de un cosmos estrellado que en todo momento había estado ahí, pero velado por la luz del sol, mostrando la profundidad de un universo que engullía a los mismos ojos que lo contemplaban.