Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

miércoles, 18 de marzo de 2009

PEDALADAS AL AMANECER


Noto al pequeño Cecil pegado a mi pierna, lo percibo caliente y vivo, quieto bajo la manta que cubre mi cuerpo en la oscuridad del dormitorio. Hace un ratito me estaba lamiendo y durante algunos momentos de la noche nos hemos movido..., él bajo la sabana como una especie de topo y yo cambiando de posición, esperando al amanecer para salir a pedalear con la Primigenia, con la Bicipalo..., parece que me encuentro un poco mejor. Ayer salí de Valencia después de acomodar a mi padre en el asiento delantero del Megane familiar y a mi madre, con su brazo enyesado, en los traseros, junto a Miriam y escondiendo en su regazo a Cecil.
Dejamos esa ciudad a punto de enloquecer, a punto de convertirse en una ruidosa y demencial ratonera..., y llegamos al chalet de mis padres, muy cerquita de la Calderona, a la misma casa de campo que he estado subiendo durante el invierno para hacer bici de montaña, para pasear con Norton y Mia, para distraerme un poco o para caer en la dolorosa nostalgia del verano.
Pero ayer me note extraño, como desencajado..., mi padre se quejaba de que tenía frío y mi madre se movía torpemente por entre el campo, viendo que gran parte de sus plantas habían muerto de sed o de frío, Norton y Mia me seguían, deseando que los sacara a pasear y Cecil andaba excitado detrás de la perrita, que es unas ocho o diez veces mas grande que él..., llegó la tarde, la noche, de nuevo el frío de estos marzos de soles radiantes y de noches casi heladoras. Trate de enviar un correo a Maria, pero los duendes malos de Internet me lo volatilizaron..., eso terminó de abatirme y decidí darme una ducha antes de irme a dormir junto a mi padre. Me sentó bien, me tranquilizó un poco y cuando estuve cobijado bajo las mantas me relajé y me entregué de lleno al sueño.
Y he despertado hace un rato..., como siempre Nortón y Mía han entrado al galope en el comedor, casi pisotean al pinsher y mientras esperaba a que saliera el café he estado jugando con la pequeña manada de tres, les he puesto en los cuencos el sobrante del arroz de ayer que hicimos para ellos y después he paseado por la terraza con la taza entre mis manos. Percibiendo el frío, adivinando un cielo limpio de nubes y escuchando los trinos de los mirlos, los silbidos de los estorninos, los gañidos de los perros haciendo como si se mordieran y el traqueteo lejano de un motocultor. Viendo las copas amplias de los pinos y percibiendo la calma, la quietud, pero al tiempo, sintiendo el despertar de la vida ya rozando la primavera con los dedos, con los sentidos, con la misma piel que se está erizando bajo las mangas del jersey térmico que me he puesto para pedalear..., echo una mirada rápida al ciclocomputador y me marca 6 grados sobre cero, por eso voy tiritando, pero se que es una sensación pasajera, pronto entraré en calor..., incluso este fresco del amanecer tiene otro sabor, otra percepción asociada a nuestros ancestros, cuando el ambiente se llenaba de sutiles aromas, cuando sus ojos asociaban al hielo fundido, a las yemas en los árboles, a los brotes en las hierbas, al canto de las avecillas..., era cuando ellos sonreían sabiendo que el invierno se alejaba, sabiendo que la vida regresaba..., algo parecido siento yo, incluso mi padre parece que está mas animado, ha sobrevivido a un invierno duro, frío y húmedo, mi madre también, con la muñeca rota pero ha sobrevivido..., y yo mismo parezco uno de aquellos neardentales, de aquellos cromañones..., realmente mas a estos últimos, lo digo por lo de la altura y por la decoración que cubre mis ropas de ciclista. Tonos marronaceos, dibujos tribales que recorren mis muslos, huellas de animales que decoran la parte que cubre mi culo, una salamandra mágica trepando por mis piernas..., mientras pedaleo por la vía de servicio hacia la casa de Patricia. Miro hacia mi derecha y veo las lomas oscuras recortándose contra el fulgor anaranjado de un sol que enseguida va asomarse..., paro, paso la bici por encima del quitamiedos y vuelvo pedalear ya sobre tierra, me desvío a la izquierda, dejo atrás algunos chalés y desciendo sobre la estrecha pista cubierta de gravas y arenisca hacia la rambla, repleta de cantos rodados grises, de lajas de rodeno arrancadas y que con las miles y miles de avenidas han ido rodando sobre los fondos pedregosos hasta convertirse en mas de esos cantos rodados.
Descubro brotes en algunas pequeñas higueras crecidas desde las grietas de los ribazos abandonados y levanto la vista hacia los peñascos iluminados por el sol, los veo desde la umbría, entre pinos, algarrobos y sonrío.







Este rincón me hace soñar, me imagino a pequeños clanes de cazadores-recolectores encaramados en lo alto de esos farallones, vigilando el curso de agua que discurría entre meandros, entre la vegetación de ribera..., acechando a las manadas de ungulados que bajarían a sus orillas a beber. Los imagino pescando o buscando material lítico para construir sus herramientas de piedra, cuchillos, raspadores, bifaces..., pero ya no están, tampoco ese torrente de aguas permanentes..., ahora mismo atravieso el fondo guijarroso, trazo una cerrada “S” y remonto un repecho, doy unas pedaladas, giro a derechas y el sol me da en los ojos, atraviesa con sus haces el bosque de pinos y sus agujas destellan bañadas con el rocio, también las matas de esparto, la vegetación que ya despierta tras el invierno.






Me encuentro bien, la rodilla izquierda apenas su “gruñe”, no me molesta y respiro un aire limpio, saludable..., pedaleo en silencio, percibiendo la calma del amanecer y descubriendo de vez en vez a un sol que parece jugar al escondite, que parece subir y bajar entre los bosques, entre las lomas..., pedaleo entre sombras alargadas o a la sombra de las colinas, sobre el lecho del charco..., y un escalofrio me dice que la temperatura cae unos cuantos grados, aspiro los vapores del humus y voy remontando por el caminillo, encaro la cuesta de piedra suelta, subo un piñón y la Bicipalo se balancea sobre el canchal..., corono el repecho con un ligero jadeo y sigo ascendiendo por el caminillo hasta salir a la pista principal. Giro a derechas y me dejo caer hasta llegar a otro cruce que remonta a izquierdas, viro hacia ese lado y vuelvo a subir un piñón.

Suspiro, vuelvo a cambiar de piñón y a agilizar las pedaladas, se que esta pista trepa engañosamente, visualmente apenas si tiene desnivel, pero notas como los pedales parecen endurecerse, como la bici no avanza y como la respiración se acelera, como debes abrir la boca tratando de aspirar mas aire..., y alguien grita a mi espalda, no escucho bien, solo la parte final.

- ¡Baja, baja..., joder...!.

Aflojo la pedalada y me parece reconocer la voz.

- ¿¡Eres Abilio...?¡ -le pregunto.

- ¿¡Siii..., a donde vas...!?

- ¡A la font de l´abella y después a la Gota...!.

- ¡Nosotros a Gatova...! -responde mi amigo a toda voz.

- ¡Venga, nos vemos...!.

No puedo irme con él, tengo el tiempo justo para hacer la ruta y regresar al chale para levantar a mi padre..., echo de menos su compañía y miro hacia delante. La pista asciende cubierta de gravas y con alguna rodera, trepando sobre la loma que sigue elevándose entre un pinar disperso, entre un paraje de tonos áridos, de rocas grisáceas y de monte bajo..., suspiro y giro el mando del cambio, la cadena salta a otro piñón de mayor dentado y pedaleo mas suelto, respiro mejor y mi corazón bombea sin acelerarse demasiado. Trato de arrastrar los pedales hacia arriba, encogiendo las piernas y extendiéndolas, repartiendo el esfuerzo entre cuadriceps y femorales para aliviar el esfuerzo de cartílagos y ligamentos, sobretodo los de la rodilla izquierda..., voy ascendiendo a gusto, sin jadeos, como fluyendo en ese ciclo que mis piernas reproducen una y otra vez..., arrastrando los pedales hacia arriba, bajando, subiendo las bielas..., ganando altura y encontrándome con las primeras jaras en flor.







Trazando estas curvas que forman amplias lazadas, como meandros que van subiendo, elevándose sobre esta enorme hondonada que va quedando a mi izquierda. Vuelvo a mirar y distinguir las huellas de la antropización que sufrió esta serranía hace ya bastantes décadas. Descubro en las laderas los restos de las terrazas que van descendiendo hasta el fondo..., siempre he creído que esto debió de ser una mina de rodeno o de yeso, a cielo abierto. Ahora la vegetación se ha adueñado y un apicultor ha dejado sus colmenas entre ese monte bajo de aromáticas, de areniscas rojizas, de bancales amarillentos, de vetas cristalizadas..., miro al frente, hacia arriba y veo los chopos grisáceos que flanquean la Font de l´abella. Aun están desnudos y encaro la rampa que me lleva hasta ellos..., uso el último piñón y voy ganando altura. Alcanzo la balsa y las ruedas pasan sobre el barro formado en el reguerillo que atraviesa el carril forestal. Virando a izquierdas y dando pedales bajo las montañas de roca que se elevan de color marrón a mi derecha, sigo bordeando la vieja explotación, contemplando sus colores como apagados, apenas sin contraste, sin pinar, sin árboles..., solo matorrales, arbustos, la hilera de colmenas allá abajo






Sin nadie pedaleando junto a mí, a la sombra de las colinas, ganando altitud y batiendo los pedales con calma, agradeciendo a mi organismo el placer de sentirme así de bien, por el placer de poder contemplar estos parajes con mis ojos..., virando a derechas, encarando otro suave repecho a poco mas de 500 metros de altitud y ya bajo el sol, sin paredes de roca interponiéndose entre el ciclista de montaña y sus haces ardientes..., girando a izquierdas y dando las ultimas pedaladas por una senda que se mueve entre coscojas que ocupan la estrecha trocha con sus recias y pequeñas hojas..., veo ya el mirador, hace tanto tiempo que no subía por aquí..., muevo el manillar hacia la rampa y corono sobre la terraza, resopló, echo pie a tierra y desmonto...,










...joder, que belleza, que serenidad, que calma, que placidez, que soledad..., aunque me da la sensación de que el entorno me mira...,pero pocas veces se lo que me quiere decir, a veces lo intuyo, lo percibo y un escalofrio eriza mi piel..., pero de un tiempo a esta parte algo me está pasando, mis estados de animo fluctúan demasiado, me encuentro muy débil y vulnerable ante los acontecimientos que se van produciendo en mi vida. Noto como me afectan, como me empujan al precipicio..., pero casi con la misma velocidad de esa caída libre vuelvo a recuperarme y así van pasando los días, las semanas, los meses..., voy trabajando, tratando de subsistir económicamente, viviendo con mis padres, viviendo la vejez de ambos..., a veces corriendo en el viejo cauce del Turia o pedaleando los miércoles que no llueve y los fines de semana que luce el sol y no soplan los vientos fuertes y fríos. Los sábados salgo con la Primigenia y llego a lugares como este..., pero no tengo tiempo de relajarme, de tranquilizarme, de dejar volar la imaginación un ratito. Tengo que volver al chalé, a levantar a mi padre y a ver como está mamá con su muñeca enyesada..., es la premura que me persigue, la ansiedad, esa dependencia, esa necesidad de estar ahí, con él, con ella..., es la premura que me persigue y que ni cuesta abajo dejo atrás..., bueno si, ahora mismo si.





He dejado el mirador y pedaleo hacia la cara norte, he subido por la sur y ahora se abre ante mis ojos otro hermoso perfil de cumbres cubiertas de pinar crecido entre bulbosas placas de rodeno, líquenes anaranjados cubren esa roca milenaria y descubro la pista bajando formando “eses”, lazos y curvas sobre las que vuelo, levantándome del sillín y apretando los muslos contra él...,




...sintiendo las vibraciones, la velocidad, el traqueteo del cuadro de aluminio, el giro continuo de los neumáticos, de los pequeños tacos que se van hundiendo en la tierra, deformándose contra la roca, erosionando los flancos con cada viraje..., noto como la bici parece flotar sobre la gravilla, voy sujetándola con los frenos, el cable trenzado tira de los puentes en “V” y las llantas se calientan..., sigo bajando, internándome entre esas montañas que desde el mirador parecían impenetrables, desapareciendo entre sus vallecillos, entre sus lomas..., sobre el camino de tierra que volviendo a remontar me guía entre los vericuetos de la Sierra Calderona, regalándome la visión de los estanques del barranco de la Gota, siempre los miro, siempre los veo y siempre sonrío..., me reconfortan esas pozas cristalinas, son los regalos del invierno, de las lluvias..., la pista forestal me dice que siga pedaleando, que gire a derechas y que levante la vista hacia las mismas montañas que veía antes...,ahora serpenteo entre ellas, jadeo ligeramente, aspiro sus alientos y sigo trepando otra vez a la sombra pero viendo un resplandor asomando por encima de esas cimas repletas de pinar, el sol emerge y mis pupilas se encogen tras las gafas de sol, giro a derechas, el sol cae sobre mi espalda y voy aflojando hasta que paro frente a la Font de Berro, desmonto y vuelvo a percibir la calma, el silencio, la ausencia de cualquier sonido provocado por homo..., salvo el crujido de la tierra cuando camino hacia el caño con el botellín en la mano.

Me siento en el murete de piedra y voy dando tragos, observando los peñascos forrados con musgos y líquenes, a los cactus que poco a poco van colonizando estas umbrías, escuchando el canto de las aves, sus llamadas..., me gustaría saber identificarlas. Viendo la inmovilidad de este paraje natural, percibiendo la ausencia de cualquier ritmo frenético, sintiendo el paso de los momentos como toda esa masa envuelta en cientos de gamas de verdes que puedo ver..., pero debo de continuar, es la premura, la ansiedad.

Monto sobre la Primigenia y sigo moviendo las bielas cuesta arriba, girando a izquierdas y de nuevo con el sol de frente..., resoplo y la cadena sube otro piñón, me relajo y pedaleo, pedaleo, pedaleo..., y sigo ganando altura, contemplando estas montañas, agachando la cabeza y viendo el camino sobre el que ruedo, a mis rodillas subiendo y bajando como un cigüeñal orgánico y portentoso..., me gusta esto y soy el más afortunado, estoy aquí, en la sierra, cerca del cielo, cerca de la Madre, cerca de la cima del Collado de la Moreria..., llego a la pequeña explanada y saludo a dos ciclistas cubiertos con ropa de color verde fosforito.

- Bon día... -murmuro.

Jadean, deben de acabar de llegar y me miran como preguntándose de donde coño ha salido el tipo ese disfrazado de indio..., doy pedales, bajo un par de piñones y la pista empieza a descender amarillenta y cubierta de gravillas, cambio al plato grande, vuelvo a pedalear y vuelvo a levántame, a sujetarme con los muslos..., es el descenso de siempre, los horizontes de siempre, azules y distantes allí abajo, en el Camp del Turia, más turbios y mas lejanos, brumosos y húmedos en el golfo de Valencia, el mediterráneo como plateado..., la frenada y giro a derechas, pedaleo y vuelvo a acelerar cuesta abajo, la Primigenia se estremece, mis antebrazos vibran, los muslos tensos, la espalda, los discos intervertebrales amortiguan los impactos y las señales nerviosas suben y bajan por el hueco oscuro y viscoso de esa espina dorsal que penetra en mi cráneo por su base..., miles de impulsos eléctricos que mi cerebro decodifica..., frena, frena, que vas pasado y viene curva a derechas.






Mis dedos se contraen, tiran de la maneta hacia mi mismo y el cable trenzado se vuelve a tensar, aumento la presión, el filamento se estira entre las fundas, se alarga, se estrecha y tanccc..., la maneta se va al fondo, me aplasto los dedos y las zapatas traseras se separan a pocos metros del giro, veo ese horizonte allí abajo, la pista se acaba y la rueda delantera se traba..., derrapa sobre la grava, se arrastra barriendo el camino, levantando una polvareda y tumbando de lado la bicicleta de montaña, la rodilla se estrella contra ese suelo, se desgarra la lycra, los dibujos tribales y la rotula se hunde contra el cartílago, se parten los ligamentos y el ciclista rebota sobre si mismo, se revuelca y su codos se golpean una y otra vez, el rodeno choca contra su rostro y el labio se abre en un sanguinolento desgarro, el casco se aplasta y el poliespan se deforma contra la cabeza..., vuelve a rebotar y la bici brinca un par de metros ladera abajo, el ciclista sigue dando volteretas, atravesando arbustos y matojos, matas de romero, de tomillo, de estepas que se tumban deshojando las margaritas azuladas.

Atardece y reconoce el color anaranjado, el fulgor encendido del ocaso llenando de calor las cimas más altas, percibe el silencio que precede a la noche y los primeros cantos de las aves nocturnas..., escucha el tañido de la Cartuja de Porta Coeli y los últimos soplos de la brisa que trepa desde el mar..., ve como esos rayos de sol murientes que parecían incendiar las montañas, se van apagando, como las sombras se alargan, como se desdibujan los perfiles, como el azul húmedo y frío tiñe esas cretas, esos picos, esas lomas, como se vuelven mas oscuras, mas negras hasta fundirse en la noche. Esta quieto, de costado, con la serranía frente a sus ojos, contra sus mejillas, contra su labios amoratados y vuelve a mirar hacia ahí, hacia ese roquedo en el que ya habian florecido los lirios azules de la Calderona,...,






...es la primavera, sus bulbos han estado todo el año bajo tierra, inmóviles, quietos, esperando la señal, dormidos..., como él, siente un escalofrio, llegan las sombras y cierra los parpados manchados de tierra y sangre..., nota al pequeño Cecil pegado a su pierna, lo percibe caliente y vivo, bajo la manta que cubre su cuerpo...

































































































10 comentarios:

María Hernández dijo...

La ruta: preciosa,
Las fotos: preciosas,

pero... muchacho, ¿en qué ibas pensando que no frenaste a tiempo? Tremendo "pencazo" (como decimos por mi tierra). Espero que solo haya sido un "roce en la pintura", tanto en la de tu bicipalo como en la tuya propia.
Y chico...fíjate un poco más en la próxima escapada, que vas a terminar por los suelos, jejeje.
Como siempre una descripción con todo lujo de detalles.
Saluditos.

Pedro Bonache dijo...

Tranquila Maleni, que no me he caido..., queria trasmitir algo impactante y algo que podría ocurrir de fallar los frenos...,una vez si que se me partió el cable pero en llano y la verdad es que te acojonas. Por eso cada vez que termino una ruta le doy las gracias a la Bicipalo, a la Primigenia por portarse tan bien, por no fallar cuando le tiras de las riendas y le dices que pare o cuando pillas un bache y ves que las suspensiones reaccionan o cuando tienes que cambiar de marcha a toda prisa y ves que el cambio funciona..., estas serranías no admiten bicicletas de centro comercial.
Me alegro de que te hayan gustado las fotos...,entonces..., ¿te ha impactado el pencazo o tardaré en volver a arrancarte otro guauuu...?

Anónimo dijo...

Muy bien descrito todo. Me ha gustado mucho cuando dices que sientes que " el entorno me mira"...., esa sensación tambien me pasa a mi cuando voy a PortaCoeli a comer la mona con Inma, es curioso.
Tambien comparto lo que dices de tus estados de animo que fluctuan muy rapidamente encontrandote debil y vulnerable. Yo creo que eso tiene que ver con la dichosita crisis economica que padecemos y la inseguridad global que eso produce.
Por cierto no sabia lo de tu madre, a perro flaco todo son pulgas, joder, espero que se recupere pronto.
Las fotos son cojonudas me encantaria ver todas esas zonas.
Por cierto yo no salgo huyendo de la demencial y ruidosa ratonera que es Valencia en fallas, porque para algo soy el diablo de Tasmania ¿No?
Ja,je,ji,jo,ju.

María Hernández dijo...

Jajaja, no tienes bastantes "guau" con los de tus perros???.
¡¡¡ Guau !!! dirías tú si hubieras presenciado mi "Gran Caída" con mis dos ruedas de paseo, jajaja. Eso si que fue espectacular, sobre todo, porque fue al filo de la N-340, con toda su circulación pasando (hace años) y viendo el "show" que "desmonté" en un momento, jajaja. Ni practicando durante años hubiera tenido una caída tan subrealista, jajaja.
En fin, señor de las caídas inventadas, al menos se encuentran Ud., su lycra y su bicipalo en perfectas condiciones, porque sin bici, sin ropa y sin ciclista este blog iba a carecer de su parte de "aventura al aire libre", jejeje.
Saluditos,

Pedro Bonache dijo...

Me alegra que coincidais en lo de las fotos..., a veces no se si soy un Pio Cabanilles de pacotilla o un biciclista..., gracias Mikele y se que a ti mola el bullicio y la charanga, que coño, debemos de disfrutar con lo que nos llena.
Y sigo prefiriendo tus guauuuss..., hala.

Angela dijo...

Preciosas las fotos y escribes tanto que no me da tiempo a leerte! Pero aquí vengo a descansar, a pasear a donde me llevas, es casi como si estuviera ahí..

Beso!

Pedro Bonache dijo...

Hola Angela..., de eso se trata,de que sientas la fatiga, el aire puro llenando tus pulmones, de que puedas ver esos horizontes extensos..., y tranquila, mientras yo pueda salir con la Primigenia por estas montañas tu lo harás conmigo..., siempre que quieras, claro.
Un beso, mujer viajera.

Anónimo dijo...

JJUAN (CHUS) A vore, que el pampol tiene "Al torbellino"?? ya sabía yo que en algún lado estaría y sería rescatado como esa historía erótica tuya con una compañera de clase (no la mencionaré que hay que respetar) y que fue rescatada de una grieta de una finca de casas 2 años después. Espero que la escanee y ponga el .pdf porque eso es como los papeles del mar muerto, o mejor, algo impagable si se vendiera en e bay

María Hernández dijo...

JJuan... entiendo que la rescatada fue la historia y no la chica, no? Es que dos años en una grieta es mucho tiempo sin perecer, jeje.
Saludos

Anónimo dijo...

Ostras, ya no me acordaba de aquello..., recuerdo aquel rescate pero no cuando la escondí..., bueno "Al torbellino" lo tengo yo y algo haré...,Maria niña,eran movidas de jovenzuelos, ¿sabes...?