Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

martes, 15 de noviembre de 2011

EL RITUAL en "Duna Virago y Run run Zing, diario de mis dos custom".

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El ritual.

Aún soy incapaz de montar sobre Duna y salir a rodar por rodar, a disfrutar de ella y de las sensaciones que despierta en mi, aún soy incapaz de darme una vuelta sin rumbo, sin destino, sin la intención de llegar a algún lugar. Por eso espero ansioso los viernes por la mañana para salir a visitar a algún cliente o para salir de cobros. Es un momento deseado y que me hace sonreír.

Me acerco a Duna y le quito las telas que la cubren, entonces vuelvo a sonreír y monto, quitó el caballete con un toque de talón y la muevo hacia atrás, después hacia delante y la dejo lista para poder abrir los portones dobles de la carpintería.

Después vuelvo a montar y reculando la saco a la calle, su tono arenisca, su tono como de arena del desierto, como de una duna… reluce al sol, sin brillos, sin destellos, tan solo los cromados refulgen hasta cegar a los vecinos que se paran y sonríen. Miran a Duna y me miran a mí. A veces esperan a que me vista, a que me ponga la chupa marrón con mi nick cosido en la espalda, a que me cale el casco vintage y los guantes de piel color beige, de un tono muy parecido a la pintura de la custom.

Yo sigo con el ritual, sin prisas, gozando del olor a cuero de la cazadora, de los recuerdos que arrancan de mis neuronas…, pongo las llaves, la giro y escucho como la bomba sube la gasolina a los Mikuni, casi la siento gorgojear como la sangre llegando a todos los rincones del ente mecánico, la imagino llenando las cubas y después engullida cuando le doy al arranque y los pistones se mueven con un bramido que escapa por los escapes, por esos tubos cortos y revirados.

Los vecinos suelen arquear las cejas y algunos admiten lo bien que suena. Yo voy regulando el aire, jugando con el puño hasta que logro que quede un poquito acelerada, tan solo unas decenas de vueltas por encima de lo que sería un ronroneo armonioso, delicado pero profundo. Un sonido rítmico, acompasado, sereno…, un aliento, una respiración que me invita a hacerlo todo despacio, a montar y a con mucho tacto pisar el mando avanzado hasta que se engrana primera y toda ella se mueve con un cabeceo, con un crujido metálico que precede a la aceleración suave, al movimiento de Duna recorriendo mi calle, esa en la que de niño jugaba a las chapas, esa que recorría con mi BH y en la que jugaba al futbol o a pillar, la misma calle en la que vi a mis amigos abandonar las bicicletas para montar sobre las Puch Minicros amarillas de la época, sobre esas valientes motos de 49 cc que jamás llegué a pilotar.

Han pasado muchos años y ahora disfruto observando mi sombra sobre el asfalto, me gusta ver como vuelan las campanas del vaquero y me gusta escuchar a Duna a poco mas de sesenta por hora, casi se escuchan los pistonazos recorriendo los escapes, retorciéndose entre los silenciadores y saliendo por los terminales cortados en flauta.

Me gusta esperar en el semáforo escuchando como el v-twin gira redondo, sosegado, sin desfallecer, sin toser, sin variaciones y me gusta engranar primera y salir tranquilo, ajeno a los escooter pilotados por jóvenes de bíceps ciclópeos, de rostros airados y de chancletas al final de sus piernas tatuadas. Le veo serpentear entre el tráfico y perderse, mientras yo voy subiendo de marchas, mientras ruedo y disfruto cuando en algún momento, giro el puño y noto como Duna empuja sin vacilar y como es capaz de retorcerse entre los huecos de los automóviles…, es una custom pequeña y ágil, capaz, con una buena patada, con una coz rápida, con par…, pero enseguida aflojo y sonrío. Sigo rodando y mirando mi sombra, echando vistazos a los escaparates en los que nos reflejamos ella y yo.

Al final regreso a mi calle rodando seguro y en calma, siendo capaz de entrar en ella sin vacilar, de tumbar y de subirme a la acera, de aparcar a la puerta de la carpintería y de dejarla al relentí y con las luces apagadas mientras abro los portones.

La dejo en su sitio, dejó que se enfríe, me cambio de ropa y la cubro cuando sus cilindros se han relajado. Vuelvo a ser el carpintero de la calle Goya, vuelvo a ser Pedro, vuelvo a esperar a que surja otro recado para poder montar sobre Duna y vuelvo a ser incapaz de rodar por rodar, de rodar sin rumbo ni destino, sin final ni frontera que rebasar.

11 comentarios:

puck dijo...

Un bonito relato de amor, tus palabras describen la complicidad y sensualidad que mantienes con esa gran amante que es Duna...
Se nota lo feliz que eres cuando estás con ella.
Por cierto... me preguntabas si los cascanueces y el mortero los había hecho yo, pues sí... todo está hecho por mi, pero últimamente estoy un poco decepcionada con las clases ya que están dando un giro que no me gustan y estoy planteándome dejarlas, creo que he adquirido unas nociones con el torno las cuales puedo darle prácticas en mi casa y hacer mucho más de lo que hago en el cole.
El problema es que no tengo torno y de momento tengo que esperar para comprar uno... así que ya veremos la decisión que tomo.
Un abrazo.

Pedro Bonache dijo...

La verdad es que me relaja mucho montar en Duna, es mi ratito de independencia y d gozo íntimo.
Ah y mi enhorabuena por los torneados, vuelvo a decirte que yo nunca aprendó a tornear cuencas y platos. Tienes habilidad, destreza y gusto. Si tienes espacio animate a comprar el torno y disfruta..., buenas manos tienes.
hala y otro abrazo.

Joa dijo...

Eso de tener que salir con alguna finalidad, no simplemente por salir, a mí me llegó a pasar con la Montaña: había que salir a entrenar, a rendir al máximo, a preparar alguna prueba... Me costaba -y a veces todavía me cuesta, a pesar de lo bien que me sienta- irme un día a hacer senderismo puro y duro porque sí. El resultado ya lo conoces.
En cambio, los insignificantes recuerdos que tengo de la moto, son distintos: cuando estudiaba la carrera, lo primero que hacía al llegar al Grao para pasar el finde era sacar el Vespino e ir a rodar por la playa, de noche, en silencio. Luego la volvía a dejar en el garaje y ya podía subir a casa de mis padres con otro ánimo, sereno, con los pulmones abiertos. Confieso que albergué la esperanza de rodar así alguna vez sobre Duna o Run-Run. Aunque ya estoy mayorcita para ser una pin-up "lucidora".

Pedro Bonache dijo...

¿Mayorcita...?, yo conozco de un armario que ocupa una pared entera, no tiene puertas, tiene cortinillas que te he visto separar para contemplar tu universo de ropa, tu universo de taconazos audaces y de vertigo..., y mira que luces.
Recuerdo que me contaste que una vez se te fué al suelo el vespino en parado, simplemente soltaste el manillar y platapammm...¡¡¡, tu de pié y la motet por los suelos, je, je, je

Tapestry Workerman dijo...

Hola Pedro.
Casi no llego, estoy mirando y trasteando código, turnos de la que manda, los exámenes de los peques que me tienen fritido... en fin, la vida que me ocupa un rato.
Se nota que la gozas cosa mala quemando gasofa, yo anduve alguna vez de paquete y es verdad que el asfalto se vive de otra manera, aunque sea bajo pedido.
Quiero pedirte permiso para darme una vuelta por tu taller en una próxima visita al país de la Chufa, no sé exactamente el tiempo de ejecución del viaje, pero en unos meses tengo que ir a fichar a casa de unos amigos, ya me dirás.
Un saludo y pasta para el depósito ;)
Hasta pronto.

Pedro Bonache dijo...

¿Pedirme permiso....?, que coños, estás obligado a pasar por mi taller. Pero eso si, avisame para que lo adecente un poco, je, je, je.
Me encantará conocerte en vivo. En el perfil dde blogger está mi correo, me escribes cuando quieras.
Un abrazo..., por cierto, hoy tengo quee salir a reparar una especie de chester que hice hace un par de semanas. Dice el tapicero que le he dejado demasiado hueco entre brazo y resplado.

Joa dijo...

¡Ay, si los Vespinos hablaran! ¡Y cómo te encajabas las noches frías a la cintura de tu chico, deseando que el siguiente pub estuviera en el pueblo más lejano de la comarca, o le despasabas la camisa en verano de camino a la playa; aunque ir delante tampoco estaba nada mal! Eso ya no sé si lo volvería a hacer: pasar tanto frío. ¡La edad tiene sus privilegios: la camita de 150, el calorcito del hogar...! Por cierto, no he leído ningún relato contado por una moto o una bici. Te dejo la idea.

Pedro Bonache dijo...

Yo nunca llegué a vivir eso, nunca anhelé tener un ciclomotor y si tuve el deseo enseguida la negué y enterré. Pero mira, descubrí este mundillo de las dos ruedas por ti.

Tapestry Workerman dijo...

Ok.
Cuando sepa algo del viaje te lo haré saber, pero... no irás a pintar el garito, ¿no?
En cuanto a las rarezas del tapicero tengo que decirte que sí, que somos muy nuestros para estas cosas, ya sabes que para hacer un trabajo digno de foto, el primer paso es un esqueleto de foto ;)
Un saludo.

celia boluda dijo...

Hola Pedro. Vuelvo a visitar tu blog después de mucho tiempo . Enhorabuena por este último . Está lleno de colores grises , malvas , rojos . Nostagia , pasión y seducción . Un beso enorme .

Pedro Bonache dijo...

Solo una pintora como tu, Celia, podría dejar un comentario así. Hablar de colores, sentimientos entrelazados por esos tonos..., es lo que tu haces con tus dibujos, con tus oleos, con tus lienzos. Otro besazo para ti.