Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

lunes, 31 de octubre de 2011

HOY HE VISTO AMANECER en "Diario de Homo".


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Hoy he visto amanecer y he pedaleado tranquilo…, como me había sugerido Lara y como había insinuado María.

Me ha despertado el gañido de Mía desde el salón, Cecil y Pipper dormían en mi cama, entre mis piernas, bajo la colcha. Enseguida se han despertado también y unos minutos después estábamos todos en pie, los cuatro perros y yo, aún de noche y con mis ojos clavados en la cafetera, con poca agua y mucho café.

La manada ha esperado a que desayunase y hemos salido al monte con la luz de las estrellas como única claridad, se atisbaba un cielo despejado y se percibía una calma que me hacia sonreír, sentirme bien, sentirme a gusto percibiendo el frescos apacible de esos minutos en los que la noche moría, o se dormía, como si el canto del búho anunciase que en unos minutos la claridad de un nuevo amanecer la haría ocultarse en la espesura del pinar como a él mismo.

He escuchado su canto, su llamada una vez, un tono y después otra llamada que se alargaba como un murmullo…, así tres veces. Me he vuelto a sentir una persona especial al poder oírlo, me he sentido un privilegiado, me he sentido especial al poder ver como un nuevo día surgía a su ritmo, ajeno al cambio de hora o al subir y bajar de la bolsa. Durante unas décimas de segundo he creído que la primavera regresaba, durante unos cortos instantes he sido feliz, he vuelto a percibir la dicha que alguna vez me llenó de gozo años atrás cuando la naturaleza me regalaba estos momentos de profunda paz.

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Norton, Mía, Cecil y Pipper eran como sombras, como espíritus del bosque que iban y venían, que parecían ver ahí donde yo solo percibía siluetas difusas, salvo en los horizontes cercanos donde las luces de las farolas delataban la presencia de humanos, de sus viviendas, de sus asentamientos. Incluso he podido ver como despegaba un reactor, como se elevaba con sus luces parpadeantes o con sus potentes focos perdiéndose en la inmensidad del cielo. Lo he visto girar, volar sobre mi cabeza y desaparecer hacia el mar.

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Poco a poco un resplandor iba iluminando el cielo, lentamente, sin ruidos, en silencio, de manera natural…, en calma, salvo por el coro de autillos y de mochuelos que he podido escuchar durante unos segundos…, ha sido mágico, se llamaban unos a otros y yo estaba en medio. No los veía pero los sentía a mi alrededor…, después se han callado y el sol se ha asomado entre el pinar, las sombras se han ido escondiendo y la humedad y el rocío han despertado cubriendo a las hierbas crecidas con estas ultimas lluvias. Las gotitas de agua permanecían sobre las estrechas hojas, redondeadas, transparentes…, sin las aristas de las heladas, sin la atmósfera gélida del invierno.

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Pero minutos después, esas mismas gotitas se han ido haciendo tan pequeñas que ha llegado a flotar, a elevarse formando una neblina que el sol iluminaba como ofrenda por haberlas evaporado, por haberlas devuelto al ambiente del que llegaron con la lluvia y con el fresco de la noche.

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Hemos regresado, les he puesto el desayuno y como siempre suelo hacer me he terminado el poso de la cafetera, me he vestido de ciclista y he montado sobre la Bicipalo.

Hoy me he alejado del rodeno, de la tierra roja de la Sierra Calderona más cercana a la costa y he vuelto a rodar sobre las pistas blanquecinas de los montes de LLiria, ya cerca de los términos de Altura y de Alcublas.

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He pedaleado tranquilo, relajado, tratando de volver a percibir la naturaleza, tratando de volver a sentirla, observando estos montes ralos y duros, surcados por ramblas repletas de enormes cantos rodados grises o de gravas. He contemplado algunos bancales de almendros y de olivos, las casetas de siempre como surgidas de entre la propia roca, la soledad de esos mismos cultivos, de esos árboles capaces por si mismos de vivir, de crecer, de beber de la lluvia y de dar sus frutos.

He rodado en solitario, como lo son estos parajes, silenciosos, callados, con pocos bosques y mucha roca plana, con losas cubiertas de monte bajo y de cimas sin pinares.

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He descendido por la cuesta de la Sardina y he descubierto la huella de homo en la montaña destrozada, la antropización del entorno, extensos viñedos donde crecían los pinares, los romeros, los tomillos, las coscojas, los palmitos.

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2 comentarios:

ANZAGA dijo...

... No tiene precio levantarse con el amanecer y descubrir que en ese momento todo es nuevo y limpio, y podríamos decir que casi "exclusivo".

Abrazos.

Pedro, tambien llamado bicipalo dijo...

Así es Anzaga, es como una nueva oportunidad, casi como un renacimiento. Despues ves como cuando van pasando las horas vuelve a perder esa exclusividad, esa novedad de la que hablabas. como una fatiga que culmina con la noche...., hasta ese nuevo amanecer.