Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

sábado, 2 de octubre de 2010

TU NO PUEDES SUPERAR ESAS PRUEBAS (EXAMEN DEL CIRCUITO CERRADO DEL A2) en "Run-run Zing, diario de una pequeña custom 125".

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      - Tu no puedes superar esas pruebas… -dijo mi mente a mi mismo y me sentí petrifi cado, derrotado, degollado ante el inminente examen del circuito cerrado del A2.
    Recuerdo aquel día, imagino que a finales de junio o principios de julio, conduje mi ranchera hasta las pistas de examen de tráfico, pegadas a las pinadas crecidas sobre las dunas que durante cientos de años habían avanzado desde las playas del Saler y de Pinedo hacia los arrozales.
   Algo me torturaba mientras observaba como llegaban los aspirantes al carné de moto, al carné de coche, al carné de camión…, veía las escenas mientras amanecía, mientras las nubes bajas continuaban su lento viaje tierra adentro, mientras la humedad del cercano mediterráneo creaba unas brumas que parecían huir de un sol que se elevaba como emergiendo de entre las aguas del mar.
   Me torturaba un absurdo secreto, realmente no era la primera vez que me presentaba al circuito cerrado del A2, hace unos 15 años me presenté empujado por un amigo, hice aquel simple examen montado sobre una vespa, la famosa frenada bloqueando la rueda trasera y frenando sin tirar el segundo palo. Suspendí las dos veces, quizás porque no aceleraba lo suficiente, quizás porque en el fondo no me gustaban las motos, no renové papeles y aquel suceso quedó enterrado hasta que conocí a los “Drac de la LLum”, hasta que salí con ellos y hasta que descubrí que el mundo custom me gustaba, hasta que descubrí que las sensaciones que estaba viviendo me resultaban placenteras. Todos ellos me animaron a sacar el carné, Rebel también.
    Aprobaba el teórico, todo eso ya habia pasado y aquel día, el del examen,  observaba como llegaban los profesores de la autoescuela. Vi como descargaban las YBR de “dos y medio”, como las dejaban al relentí y empecé a escuchar las leyendas negras sobre el nuevo examen, lo difícil que era, las caídas que se sufrían en el rápido y la actitud despótica de los examinadores…, entonces fue cuando oí la voz.
    - Tu no puedes superar esas pruebas.
   Me desmoroné, me sentí vacío, hundido, degollado…, sentí vergüenza al haber defraudado a todos los amigos que había hecho en el foro de EspitituCustom, al propio Artus, a Fratres, a Chiwy, a Rebel, a Thaliesin, a Manazas, a Faustonauta…, volví a oir la voz y vi como se elevaba un muro de hormigón infranqueable entre las circunvoluciones de mi cerebro y la realidad, deseé terminar cuanto antes con la farsa, yo no era motero ni deseba sacarme el carné aunque me regalasen esa Virago 535 que me esperaba en el chalet de un amigo.
   Hablé con un chaval que había conocido durante las practicas, era de tez morena, alto, delgado y me habia confesado que el odiaba las motos pero que tenia que sacarse el carné para poder presentarse a las oposiciones de la policía. Unos minutos después, ya esperando y sujetando a las YBR, vi su examen, le vi sortear los conos del rápido, hacer el cambio de sentido con seguridad y acelerar hacia los esquives, le vi lanzarse con seguridad…, entró en el primero, en el segundo y en el tercero…., pero la rueda trasera pellizco el pequeño cono y salió volando…, apreté la mandíbula y me inundó el pesar, la congoja, el miedo y el muro se elevó hasta ocultar la luz del sol, hasta oscurecer mi mente y mis sentidos.
   El examinador me indicó que avanzase, hice el aparcamiento, desplegué el caballete, comprobé luces, me identifiqué con el DNI y aquel hombre dijo.
   - Comience cuando quiera.
   Coloqué la YBR enfilada hacia las chapas, arranqué, puse primera y salí, rodé entre el hueco, fui avanzando hacia el primer cono, salí, giré el manillar a derechas…, demasiado tarde, después a izquierdas ya muy apurado, sin espacio y de nuevo a derechas, aceleré y me salí del circuito descontrolado…, frené, giré a izquierdas y yo mismo me aparté, salí de allí, no pude mirar a los ojos de mi profesor y conduje mi ranchera hasta Valencia…, aliviado, herido, ofuscado y de nuevo humillado…, yo no era capaz de superar esas pruebas y no volvería a presentarme, con la 125 ya tenía suficiente y al fin al cabo yo no era motero, seguí conduciendo y encontrando 50.000 razones para no volver a examinarme, para callarme y no decir nada en el foro.
   Decidí renunciar, no continuar, pero al cabo de dos semanas reaparecí por la autoescuela gracias a los ánimos de Joa, de Pilar, otra vez de Rebel…, regresé a las practicas, volví a sentirme torpe encima de la dócil y manejable naked de Yamaha. De nuevo extrañaba esa posición con las piernas flexionadas y con las estriberas tan retrasadas…, pero me adapté pronto, me sentí mas seguro sorteando los conos y también en el rápido, solo que en el cambio de sentido tendía a sacar el pié izquierdo, a tocar con las puntera…, me daba la sensación de que la moto se iba a caer hacia ese lado.
    Casi a finales de julio volví a las pistas de tráfico, de nuevo acompañé a mi profesor y a los alumnos en el “paseillo” que nos daba por las pistas, de nuevo me encontré con gente joven, con adolescentes que anhelaban conducir un ciclomotor de 50, con una chica que necesitaba el A2 para poder ir a trabajar, a un hombre maduro y de pelo cano, bajito que miraba el circuito como asustado y nervioso…, a todos nos pareció inmenso, incluso el de velocidad parecía mas largo que el las practicas. Escuché los mismos chistes de siempre, incluso una araña había tejido su tela entre los bastones que marcaban la salida del “lento”, continuamos caminando, haciendo el recorrido a paso de peatón y sintiendo como el estomago se revolvía, como una leve inquietud nos iba invadiendo…, salvo a los adolescentes que parloteaban entre ellos y apenas si atendían a las indicaciones de Oscar.
    Ese día fue todo muy lento…, hasta que me llamaron, me coloqué las rodilleras, el casco, monté sobre la YBR verde y blanca y subí a la rampa, esperé allí arriba y me dejé caer cuando el otro profesor, José me lo indicó. Paré el motor y fui tirando de ella por el manillar hasta la “L”, paré, hice la maniobra me aparcamiento, la comprobación de luces y de nuevo el profesor me dio vía libre.
    Solté el embrague, miré las chapas…, rodé entre ellas y viré a derechas ante el primer cono, después a izquierdas, a derechas, a izquierdas…, en una sucesión de giros armoniosos y tranquilos…, salí del ultimo, aceleré, segunda…, aceleré de nuevo y frené sin tocar el embrague hasta el ultimo momento.
   El segundo examinador me indicó que continuase, me coloqué en la salida del rápido y le miré.
    - Empiece cuando quiera.
    Miré el circuito, metí primera y aceleré hacia la linéa de conos…, segunda, seguí acelerando, frené y tumbé a derechas…, zigzagueé una y otra vez…, dejé el ultimo cono, llegué al cambio de sentido…, frené, metí primera, fui girando a izquierdas y me dio la sensación de que la naked se me iba a tumbar, saqué la puntera del pié izquierdo, me mordí los labios y aceleré saliendo hacia los esquives, engrané segunda, solté gas y sorteé el primero, el segundo y el tercero, rodé hacia la zona de frenada por inercia y noté que perdí demasiada velocidad…, paré, miré al examinador y moví la cabeza.
    Volví a Valencia en silencio, pero algo mas tranquilo que la primera vez, la “voz” no había despertado, me había demostrado a mi mismo que era capaz de completar los dos circuitos con cierta destreza…, pero no lo suficientemente rápido.
    No daba tiempo para otro examen y a final de julio el teléfono de la carpintería enmudeció, decidí irme de vacaciones a las Tierras Altas, que es el chalet de mis padres en Bétera y olvidarme del tema hasta septiembre.
    El verano pasó casi tímidamente, dando pedaladas con la Bicipalo y la Flaca, dándome alguna vuelta con Run-run y paseando con la manada casi todas las mañanas y todos los atardeceres. Y fue durante el estío cuando se gestó la idea del viaje a Barcelona para conocer a Rebel y a Isis. Fui capaz de superar mis miedos y mis manías y fui capaz de salir un viernes por la mañana…, unas seis horas después ya estaba en Barcelona, después se sucederían las rodaditas nocturnas junto a Rebel y a Isis, horas y horas encima de Run-run…, hasta que regresé el domingo por la mañana.
   El lunes pedí renovar la documentación y cuando volví a montar en la YBR de practicas percibí que algo había cambiado, ni siquiera me preocupó el hecho de que me habían asignado a “Puño loco” para el examen, era el nombre con el que había bautizado a una de estas sufridas motos de practicas. “Puño loco” tenia varios centímetros de recorrido muerto el acelerador pero aceleraba muy bien en segunda, engranaba bien las marchas y su frenada era buena y progresiva.
   Y en la primera práctica ya noté algo distinto, recorrí las chapas, sorteé los conos…, me adapté rápidamente a “Puño Loco”, a llevar las piernas plegadas y a la pequeña palanca de cambios que se perdía en la inmensa suela de mi 45 de pié.
   Oscar me indicó que pasase al circuito de velocidad y las YBR me lanzó hacia los conos, serpenteé entre ellos, llegué al cambio de sentido, frené, metí primera, miré hacia mi izquierda, hacia el cono central, fui soltando el embrague y acelerando suavemente, “Puño loco” se inclinó conmigo…, y no me importó, giramos limpiamente, encaré los esquives acelerando, cambiando a segunda, cortando el gas, colando las ruedas entre los pequeños conitos y frenando con precisión, cogiendo el embrague en el ultimo momento y sacando la pierna izquierda como exigía el examen.
    - Muy bien Pedro, 23 segundos…, venga, dos vueltas mas y al lento… -cantó Oscar o José, cuando era él quien guiaba las prácticas.
   Si, algo había cambiado desde el viaje a Barcelona, también había cambiado algo en mi mente, no había regresado el entusiasmo o la pasión, pero la “voz” parecía dormida y el muro de hormigón contra el que me estrellé no aparecía aún.
   Y de nuevo conducía hacia las pistas de examen, rodaba con la ranchera sobre los carriles abiertos a los lados del nuevo cauce del rio Turia, se abrió hacia el mar después de la devastadora Riada del 57. El mismo mar que de nuevo empapaba  con su humedad la costa, el aire, que condensaba su aliento salino en forma de nubes bajas  grises que velaban la luz de un sol que amanecía apagado, tenue. Distinguí las siluetas metálicas de las grúas del puerto, una maraña de viguetas y tirantes inmóviles en medio de la huelga general, mientras me desviaba a la derecha y se abrían los arrozales, secos y amarillos, algunas garzas los sobrevolaban lentamente, otras picoteaban entre los rastrojos y mi memoria despertaba aquellas madrugadas de los sábados cuando mi padre me llevaba a pescar al Perellonet.
   Desde la ventanilla del Seat 1500 observaba aquellas laminas planas de agua, después los carrizos espesos a las orillas de la Albufera, los cañares impenetrables, las barcas amarradas cuando cruzábamos el puente del Puchol, las estacas hundidas en las aguas salobres del inmenso lago con las redes aseguradas a ellas…, amanecía y pescaba junto a mi padre, tenía unos doce años y disfrutaba de aquellos fines de semana, pero antes de montar las cañas, mi padre tomaba un “carajillo” en el restaurante Blayet, para mi pedía un café con leche pero tan solo tocadito con el liquido negro.
   A veces suelo recordar que siempre me quedaba mirando el enorme mural que decoraba una de las paredes del local, recreaba una secuencia de caza del siglo pasado que a mi me causaba cierta confusión, pensaba que el artista había dibujado mal a los perros, eran muy flacos, de cuellos largos y hocicos afilados…, no lo sabia, pero eran galgos…, esos perros que hoy por hoy me fascinan.
    Un mes y medio después del segundo suspenso regresaba a las pistas de Tráfico, aparqué sin problemas y me sorprendió no ver a demasiados aspirantes, me quedé en la ranchera y de nuevo observé. Al poco llegó el guardia jurado vestido de civil, unos minutos después reapareció con el uniforme y fue abriendo las instalaciones, las puertas de las pistas, las de las aulas, mientras seguían llegando alumnos, algunos solos en sus coches, otros acompañados por sus padres y otros con sus abuelos. Reflexioné sobre la profunda diferencia generacional, sobre los más de 50 años de diferencia, entre los pelos canos de los abuelos y los pelos engominados y picudos de los chiquillos, entre las gafas de pasta de ellos y entre las lentillas y los piercing de los jóvenes.
   Reconocí las furgonetas de la autoescuela tirando de los remolques con los ciclomotores y con las YBR, aparcaron y entre Jose y Oscar las fueron descargando, poniéndolas en marcha y dejándolas al relentí…, sonreí pensando en “Puño loco”, suspiré, me aseguré de que llevaba el DNI en el bolsillo de la cazadora y bajé del coche.
   Saludé a mis profesores y unos minutos después volvimos a dar el “paseillo” por las pistas de examen. Oscar repetía cansinamente la letanía de consejos, repetía los chistes y de nuevo se encontraba con una araña entre los postes que acotaban la salida del circuito lento. No me lo podía creer, era mi tercer examen y aquella araña siempre tejía allí su tela, continuamos reconociendo los recorridos y cuando alcanzamos el de velocidad volvió a producirse un tenso silencio, después alguien murmuró, “parece mas largo…”, lo mismo pensé la primera vez, el tramo de aceleración se alargaba hasta el infinito antes de alcanzar el primer cono. Lo recorrimos a pié, volvimos a la entrada, firmamos los partes y nos fueron llamando, apenas si esperé y sonó mi nombre.
    - ¡Pedro Bonache…¡.
   Me encaminé hacia la rampa justo al tiempo que una chica bajaba por ella pilotando a “Puño Loco”, no le pregunté nada, solo sonreí, me puse el chaleco reflectante, las rodilleras y monté. Puse primera y remonté la rampa, esperé arriba y a una seña de Jose descendí hasta él.
    - Hala tranquilo, para el motor y ve caminando pegado a la izquierda.
    “Puño loco” y yo caminamos juntos, escuchamos las aceleraciones de los otros alumnos, las maniobras entre los conos y nos paramos a unos metros de la “L”, el examinador nos miró.
    - Continué.
    Avancé unos metros mas, giré a derechas, paré cerca de la raya, reculé con el manillar girado, paré rectifiqué, volví a recular y le miré.
    - Bien, ponga el caballete y déjeme el carné y la hoja.
    Con las manos enguantadas le entregué la documentación, echó un vistazo rápido y me lo devolvió.
     - ¿Pedro…?.
     - Si.
     - Ya puede empezar.
     Me sorprendió que no me hiciera comprobar las luces, que no me preguntará por el botón de parada de emergencia o por el indicador de desgaste de las zapatas del tambor.
    Volví a montar a “Puño loco”, arranqué, volví a centrar la rueda delantera hacia el hueco de las chapas, engrané primera, solté el embrague y rodé hacia el hueco, fijé la vista al final, mas allá de las chapas…, la mantuve ahí y crucé sin titubear, me eché encima del primer cono, giré a derechas bruscamente, después a izquierdas con algo menos de espacio, otra vez a derechas muy apurado, moví mis caderas hacia la izquierda, entré en el ultimo cono casi sin hueco y con otro golpe de manillar logré girar a izquierdas…., aceleré, “Puño Loco” relinchó, cambié a segunda, aceleré…, corté gas, tiré de frenos y la YBR se agachó de horquillas, embragué y la naked se paró ante la raya, saqué la pierna izquierda y miré al segundo examinador, con un gesto me indicó que pasara al rápido.
   Recorrí la decena de metros que separaban los dos recorridos, volví a centrar la moto entre los conos y le miré.
   - Cuando quiera.
   Volví la vista hacia ese circuito que parecía alejarse hasta el infinito…, metí primera, me incliné hacia delante y aceleré, “Puño loco” salió hacia delante con brío, seguí acelerando, cambié a segunda, visualicé la trazada ennegrecida de las miles y miles de motos que lo habían hecho antes que yo y metí la rueda por ella, me tumbé a derechas, después a izquierdas, de nuevo a derechas, a izquierdas…., hasta el ultimo cono, aceleré un poco, frené, metí primera sin parar, miré a mi izquierda, al cono que anunciaba el cambio de sentido, me tumbé sin miedo, soltando embrague, girando limpiamente, sin sacar el pié…, era la herencia de Barcelona, encaré los esquives, giré el puño con la vista ya en el primero, estiré, cambié a segunda y “Puño loco” relinchó galopando, lanzándose hacia el final y solté el gas de golpe…, atravesé el primer esquive, me incliné a la izquierda, pasé el segundo, me tumbé a derechas, fijé los ojos en el tercer obstáculo, lo atravesé y escuché un “clock” que me heló la sangre…, pude imaginar al pequeño cono saliendo volando o aplastado contra el asfalto, rebotando deformado…, pero “Puño loco” cabalgó sobrada de inercia, frené y las suspensiones se hundieron parando a la YBR frente a la línea, saqué el pié izquierdo y miré al profesor. Afirmó con la cabeza y fue rodando de nuevo hacia la rampa, giré la cabeza, miré a los conos de los esquives y suspiré aliviado, estaban todos en su sitio, no los había tocado. Allí esperaba Jose.
    - Te has dormido al salir, pero luego has recuperado…, pero aún así no se si lo suficiente…, pero bien.
   Observé su rostro bronceado por el verano, sus cabellos blancos, la barba cana, las arrugas y su voz afable envuelta por un familiar acento valenciano me tranquilizó.
   Volví a remontar las rampa, bajé, dejé a “Puño Loco” apoyada sobre su caballete, devolví el chaleco y las rodilleras, me despedí de Oscar y caminé relajado hacia mi ranchera, volviendo a observar las nubes bajas, las lentas maniobras de los camiones en practicas, los rostros inquietos de los alumnos.
   Conduje relajado, satisfecho pero con las dudas del tiempo, conduje sorprendido ante mi cambio de actitud, ante mis estados de ánimo irregulares. Conduje de nuevo sobre los carriles abiertos a los lados del cauce artificial del Turia, junto a sus riberas de hormigón, muertas y sin chopos, sin álamos sin juncos ni carrizos…, solo unas gigantescas pendientes de hormigón que ascendían desde el lecho hasta la autovía.
    El día pasó silencioso, enrarecido con la huelga y yo nadando en un mar de dudas…, el único fallo era el tiempo del rápido. Volví a releer los mensajes cariñosos y de ánimo que me había enviado Joa al amanecer y después de comer decidí salir a rodar con la Flaca, pedaleé en silencio, sentí los olores del pinar cuando pedaleé desde Porta Coeli hacia Náquera, me relajó el silencio de la rodadura y después de 60 kilómetros encendí el móvil, reconocí el número de la autoescuela y mientras me cambiaba de ropa supe que estaba aprobado…, pero no podía ser, la voz dijo que yo no podía superar esas pruebas…, volvió a sonar el teléfono, era Joa.
    - Xiquet…, ¿ya sabes algo…? –me preguntó.
    - Uf…, si te digo la verdad se que he aprobado, ahora mismo lo se, tengo una llamada de la autoescuela…, pero aun no les he llamado…, eh, ¿si he aprobado me invitas a una de esas Voll-Dam tuyas…?.
   

  
  

2 comentarios:

Ars Natura dijo...

Me alegro de tus avances personales Pedro. Dentro de poco nos estarás contando que la RunRun tiene un hermanito que se llama Harley, visualízalo y si quieres acabarás consiguiéndolo, ya verás.

Hay por ahí una frase que dice "el pensamiento es real y física la ilusión" yo la escuché en la película "Más allá de los sueños".

BiciHomoCustom dijo...

Goyo, ¿como va todo?, espero que bién, pues la verdad es que Run-run ya tiene hermana mayor, no te lo creerás, pero un amigo me ragala una Yamaha Virago 535 con 45.000 km y con bastantes añitos..., pero me sobra, tampoco ruedo tanto.
Te iré contando, un abrazo Goyo.