Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

domingo, 18 de abril de 2010

ENTRE BRUMAS Y NUBES BAJAS, PEDALADAS BAJO LA LLOVIZNA.


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Las Montañas Azules volvían a ser grises, a desaparecer tras las brumas y las nubes bajas, tras esa humedad que volvía a empaparlas como durante muchos de los fines de semana del invierno pasado, como cuando los hielos y las nieves las cubrieron durante casi una semana…, hasta que en marzo parecieron disiparse, hasta que las primeras amapolas se asomaron rojas y delicadas entre la vivaz hierba que brotaba con las temperaturas mas suaves, con un sol que resplandecía cada madrugada y que ya me acompañaba cálido y generoso en las rodadas por la Calderona…, pero este sábado las montañas volvían a ser grises, a estar empapadas, como vestidas por unas tenues telas que deshacían en forma de gotitas contra mis brazos, contra mis piernas, contra el chasis manchado de barro de la Bicipalo.
   Las pedaladas de siempre, entre los grandes charcos de la pista que atraviesa la finca de La Torre, remontando hacia el camino que asciende desde área recreativa de Porta Coeli y que se interna en la serranía, separándose en ramales, bifurcándose en cruces, derivando hacia sendas que terminan perdidas en el monte o descendiendo hacia barrancos estrechos y cubiertos de matorrales y roca desgastada.
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   Las gotitas seguían cayendo, formando circulitos en los charcos o creando machitas sobre la tierra que durante unos instantes reflejaban el gris del cielo, la débil luz de un día de otoño perdido en la primavera. Así me he sentido, como fuera del tiempo, como si el verano ya hubiese pasado y como si el otoño se asomase de nuevo con sus lluvias, con sus colores apagándose y con el silencio enterrando el canto de las aves que llamaban a la primavera…, a esa que cubrían las nubes y los vapores fríos.
   Me he vuelto a encontrar con lo lirios crecidos en los taludes rocosos del camino del Campillo, ya eran numerosos, mas azules que blancos y ya algo marchitos, también con las jaras y sus margaritas lilas dejándose deshojar por la llovizna, también con los tomillos en flor, bajitos y como esponjosos…, y con algunos ciclistas a los que he adelantado, saludando y pedaleando con fluidez, sintiéndome bien, percibiendo como las piernas movían los pedales relajadamente, viendo la lycra empapada y observando como las gotitas de agua deformaban la pantalla del velocímetro y como resbalaban sobre la pelambre rojiza del mamut.
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    Me he sorprendido a mi mismo, no me he dado la vuelta al empezar a percibir la lluvia y he continuado pedaleando dentro de la inmensa nube que cubría la serranía, mirando al frente y observando esa niebla que todo lo volvía gris y apagado, que todo velaba, que todo difuminaba…, respirando, pedaleando, respirando, pedaleando…., contemplando ese gris que empapaba mis pocas ropas, el pelaje invernal que poco a poco iba mudando.
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   De nuevo en la Moreira, jadeando levemente y sintiendo la fina lluvia, sintiendo algo de frío y sin poder ver esas cumbres repletas de pliegues de rodeno que se elevan sobre el paso escondido de la Vigueta…, me he dejado caer hacia la Font del Berro, guiñando los ojos cuando gotitas de barro saltaban hacia ellos despedidas por las ruedas cubiertas de lodo rojizo…., tonos ocres y verdes, algunos amarillos intensos en las flores de las aliagas y de nuevo el rojo de la tierra húmeda, mojada, el musgo reverdecido que cubría los milenarios afloramientos del rodeno.
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   He continuado el descenso en silencio, con cuidado y percibiendo como los neumáticos se iban hundiendo en la tierra empapada, sonando de una forma distinta y hundiendo sus pequeños tacos en una pista que rezumaba agua bajo la presión de las gomas…, y sin dejar de contemplar la niebla, las nubes posadas en las montañas, entre los pinos, sobre el monte bajo, sobre mi mismo…., he ido frenando, perdiendo velocidad hasta parar.
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   Tac, tac, tac, tac, tac…., el golpeteo rápido del picapinos…., lo he vuelto a escuchar, y otra vez, y otra vez, el canto de otras avecillas. Y he sonreído…, allí arriba, en la Morería no se oía nada, por unos instantes he vuelto a pensar que era el silencio invernal, el silencio de sueño bajo la nevada, en las cuevas oscuras y tibias, el silencio de los pajarillos posados, el de la sabia retenida en los capilares, en el de las hojas cubiertas por la nieve, quietas, mudas, estoicas bajo el hielo.
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   He mirado a mi alrededor y he visto la niebla, la llovizna, las nubes bajas…., el gris que continuaba ahí, la humedad…, y he vuelto a montar, a dar unas pedaladas y a dejarme caer cuesta abajo, a sentir como las zapatas iban resbalando sobre las llantas mojadas, como se iban lijando con el barrillo convertido en esmeril, dosificando la presión en las manetas de magnesio y trazando las curvas hasta llegar al barranco de la Gota. He oído el agua discurriendo entre su fondo de rodeno, de guijarros arrancados a la serranía con cada avenida y formando un tímido eco entre las paredes que se han ido levantando a los lados de la pista, de la umbría en la que algunos helechos logran crecer colgados de las pequeñas cornisas que sobresalen de los taludes.
   Y entre el gris, entre la neblina he descubierto un maillot blanco, a otros ciclistas que voceaban cuando atravesaban los grandes charcos rojizos, de agua teñida de rodeno pulverizado tras miles y miles de años de erosión. Que bromeaban y que se han callado cuando les he alcanzado y me han visto la ropa de color marrón, decorada con huellas de animales, cuando han visto a la Bicipalo.
   - No se por que pero el del maillot blanco se va a quedar el ultimo… -he bromeado.
   Hemos ido atravesando los charcos juntos, charlando, escupiendo de vez en cuando el barro que saltaba hasta nuestros labios, rodando juntos y lanzándonos cuesta abajo cuando hemos alcanzado el desfiladero del Portixol, esa subida que yo suelo llamar La Prueba del Hombre.
   Me han adelantado dos de ellos, se han lanzado confiados en sus frenos de disco y yo les he seguido pero dejando algo de distancia, frenando antes que ellos y de nuevo sintiendo la rozadura de las zapatas contra la llanta manchada de barro, trazando el primer viraje a izquierdas, volviendo a guiñar los ojos y volviendo a sentir como las salpicaduras me impactaban en la boca, contra las mejillas, contra las pupilas continuamente barridas por los parpados…, ha llegado otro viraje a derechas. Han vuelto a frenar y yo tras ellos. Apenas si me ha dado tiempo a echar un vistazo a los extensos pinares tiznados de gris, envueltos por esa bruma que continuaba estancada, quieta, como pegada, como un cristal traslucido flotante…, otra curva a izquierdas, algo de llaneo, he vuelto a pedalear y enseguida les he alcanzado, haciendo “eses” sorteando los boquetes repletos de agua y volviendo a frenar cuando alguien a gritado a nuestras espaldas, cuando un voz fuerte ha llegado desde la ultima curva.
     Hemos parado y durante unos instantes solo se han oído las gotas de la llovizna precipitándose contra mi casco.
   - ¡Se ha caído…¡, ¡volver a subir….¡ -han vuelto a gritar.
   - ¿¡No podeis bajar…!? –ha contestado uno de ellos.
   -  Bueno, vamos a subir ¿no…?.
   - Espera coño…, ¿para que vamos a subir si no se ha hecho nada…?, ¿¡no podéis bajar…?!.
   - ¡Le cuelga la piel…! –han contestado
   - Joder…, habrá que subir.
   - Os acompaño –he dicho dando la vuelta a la Bicipalo y al poco de empezar a pedalear cuesta arriba nos hemos topado con el resto del grupo. Uno de ellos se ha bajado de la bici, la ha dejado caer a su lado y se ha derrumbado sobre la tierra mojada de la pista.
   - Échale agua en la herida, échale… -ha dicho uno de ellos.
   - Joder que hostia me he metido…., me he hecho mierda la rodilla, joder, joder… -se ha lamentado el chaval. La brecha se abría justo sobre la rótula, la piel rota y un reguero de sangre que se diluía con el agua del botellín. Sin erosión, sin ningún arañazo…, solo el golpe y la piel cortada, hundida hacia el hueso – ha sido por la mierda de la bici…., joder, hostia…, no puedo seguir.
   - Llamar al ciento doce y que vengan a por él –he aconsejado.
   - ¿Y si bajamos a por el coche y venimos a por él….?, es que he oído que si no estas federado te cobran la ambulancia.
   He vuelto a mirar al chaval, sin casco, sin guantes, con unas bermudas de esas que se llevan ahora para hacer bici, manchadas de barro, de tierra mojada…, sus jadeos, el quejido y todo él caído en la pista, derrotado, sin fuerzas, mojado.
    - A un colega mío vinieron a rescatarlo en helicóptero y no creo que le cobraran los portes –replico.
    - Joder llamar al ciento doce, hostia y que vengan…., joder, es que no puedo mas –ruega el chaval.
   Uno de ellos saca el móvil, marca y empieza a titubear cuando trata de explicar donde estamos.
    - Dame el teléfono…-le pido cuando le veo indeciso y algo desorientado.
    Cojo el móvil escucho la voz del interlocutor y el sonido de las teclas del ordenador.
   - Hola…, mira, estamos en la Calderona, cerca del área recreativa de Porta Coeli…., si, si, área recreativa de Porta Coeli…., en Bétera…., en un sitio fácil, la referencia en la Cartuja de Porta Coeli, coger la carretera que sube desde la base de la OTAN…, si, si, es un camino de tierra pero ancho y en perfecto estado…., a unos 4 kilómetros del asfalto…, tienen que coger una pista ancha que sale a la izquierda del aparcamiento y que sube hacia el Portixol…, si, si, Portixol…., ¿un teléfono…?, espera.
   Me giro hacia el dueño del móvil y se lo paso.
   - Dale el número de teléfono.
   Vuelvo a echar una mirada al chico, esta tumbado, inquieto…, a su lado sigue la bicicleta caída, donde él la ha dejado. Veo las ruedas demasiado finas, la horquilla de suspensión sin apenas recorrido, los frenos demasiado flojos para estas montañas, los puños estrechos y resbaladizos.
     - Pero si el cabron tiene una KTM tope de gama y se viene con esa mierda de bici.
    - La tengo en el pueblo –protesta desde el suelo.
    - Ahí está de puta madre….
    - Eh bueno…, creo que alguno de vosotros debería de bajar hasta el parking y esperar a que llegue la ambulancia para que le diga que pista es…, creo que en menos de quince minutos estarán ahí abajo –aconsejo.
   Sigue lloviendo débilmente, las nubes se siguen arrastrando sin ruido, envolviendo a los pinos, a los matorrales, llenando de gotitas sus hojas, mojando el liquen que cubre las rocas, enmarañando el pelo de Norton y Mia, velando por completo las montañas, engulléndolas, borrando sus cumbres de los horizontes de mi infancia, chocando contra la visera del casco integral, desplazándose sobre el metacrilato mientras Run-run rueda bajo la llovizna, mientras recuerdo la imagen de los destellos anaranjados de la ambulancia y el traqueteo de la bicicleta con la que el chaval paseaba con su novia por el boulevard, dejada caer en la caja de la Pick-up de la Policía Local.
   Sigue lloviendo, las nubes se siguen desgajando y el viento zumba alrededor del casco integral mientras me envuelve el ruido de la pequeña custom 125 regresando a la ciudad sobre un asfalto mojado y gris, tan gris como el cielo, gris, triste, sin luz.
  
 
  
  
  
   
    
    
  

2 comentarios:

Mª Carmen Callado. dijo...

Ayer di un paseo en bicicleta. La llovizna me llevó a resguardarme tras un hermoso arbusto y, mientras respiraba el aire fresco de las montañas, vi como Bicipalo socorría a un niño que no había cogido su bicicleta de montaña y sufrió una caída. Mientras el olor a tierra mojada se iba perdiendo cuando desde un cómodo sillón yo descubría que sólo la narrativa tan real de este paseante, me había ido derivando hacia sendas que terminan perdidas en el monte o descendiendo hacia barrancos estrechos y cubiertos de matorrales y roca desgastada...

Así de fácil se pasea alguien desde su rincón.
Sigue describiendo tus pedaladas. Es una forma clara de vivir la Naturaleza, aún sin salir de casa.

Un abracico.

Pedro Bonache dijo...

Hola Lara..., pues la verdad es que poco pude hacer por el chico, solo calmarlos y dar algunas instrucciones.
Hoy jueves vuelve a lloviznar, a no salir el sol, a bajar las temperaturas..., tarde de escribir, de amar y de café.
Un besete Lara.