Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

domingo, 7 de junio de 2009

UNA LLAMADA DE SOCORRO, UN INTENTO DE AYUDA.



Ultimamente los tapiceros y los conocidos me preguntan.
- ¿Cómo llevas la crisis...?.
- Pues con la facturación por la mitad y amarrado al timón -suelo responderles.
Y muy a menudo algúno de esos clientes aparece por la carpintería con la expresión del desanimo apagando sus rasgos, velando el brillo de sus pupilas, debilitando sus voces...
- ¿Cómo estas de faena, Pedrito...? -me pregunta Mundo, un tapicero de 64 años, de la vieja escuela, de los que saben tapizar utilizando crin de caballo..., para dar forma a los perfiles de los sofás, de los sillones, un oficial de los que aún saben dar “de punto” a la primera línea de muelles de una tapicería de las llamadas “elásticas”. Uno de aquellos aprendices que entraron en las tapicerías emblemáticas de Valencia, a los trece o catorce años, que aprendieron a la sombra de oficiales, muchas veces poco capacitados para enseñar, recibiendo algún que otro “carxot” como se dice en valenciano a un cachete dado en la cabeza, que barrieron centenares de veces aquellos talleres y que al cabo de los años, vieron como sus jefes se jubilaban o quebraban.
- No tenemos nada de faena, Pedrito, estamos a cero -murmura Mundo, sin esperar mi respuesta, como avergonzado- te quería decir a ver si podías llamar a alguno de los tapiceros que conoces..., a ver si les interesa que les echemos una mano.
Cabeceo y durante unos segundos le observo.
- Están todos igual, con muy poco trabajo, Mundo..., pero no te preocupes, haré las llamadas que pueda.
- Gracias Pedrito, te lo agradezco mucho..., bueno y eso, ¿cómo vas de faena...?.
Mundo mira hacia los enormes esqueletos de sofás que monto para Jaime Fabra, de más de 2.50 de largo y de modelajes complicados.
- Hombre..., todo eso que ves me lo pide Jaime..., te diría que él me esta dando de comer..., del resto de tapiceros casi nada.
- ¿Y esta butaquita...? esta bien “tocada...”.
- Ah..., pues mira, copiándola para otro cliente.
- Bueno Pedro..., no te molesto mas..., por favor, acuérdate de lo que te he dicho.
- Me olvido de muchas cosas, pero de eso no.
Mundo sonríe y le acompaño hasta la puerta, vuelvo a quedarme solo y echo una mirada a la butaquita que me ha traído Gonzalo Álvarez, un tapicero mas joven que Mundo. Gonzalo tiene unos 53, nos conocemos desde hace unos 12 años y hace unas semanas me trajo esa butaquita de dormitorio. Antes llamó por telefono y a mitad de conversación rompió a llorar, se derrumbó y me confesó que estaba pasando un mal momento, sin casi trabajo, desbordado por los pagos, imagino que también algo tocado por su divorcio, “enganchado” por el ERE de otra firma de prestigio en el mundo de la decoración, “Vidal Grau”.., y a punto de cerrar la tapicería, sumido en una depresión que le impedía mantener nuestra charla en un tono normal..., creo que al final le hice reír soltándole andanadas de paridas y chorradas.., que se me dan bien, eso de hacer el payaso cuando veo a una persona hundida, mientras trato de alargar el brazo pero sin desatarme del timón.
A los pocos días nos vimos, encendió un cigarrillo y hablando con él entre los labios me explicó los detalles de la pieza.
- Vale, vale, Gonza..., que ya se lo que tengo que hacer.
Sonrió, soltó un par de toses y arqueó las cejas.
- ¿Quieres que te destapice algo más para que puedas ver mejor el esqueleto...?.
- Que no, coño..., hablemos de ti.
- No, que me haces reír y no me quiero reír.
Pero hablamos y cuando se subió a su furgoneta me echó una última mirada.
- Que humor tienes.
Gonzalo esbozó una sonrisa y observé bastantes canas entré sus cabellos rizados, algunas arrugas mas en su rostro y una sonrisa que me hizo sentir bien. Después arranco y se marchó.

La butaquita de Gonzalo y junto a ella la replica a mitad
de terminar, faltan los reposabrazos.

Entré en mi taller y durante unos instantes me quedé parado en medio de los esqueletos, apoyado contra la mesa de montar y pensando en lo que podría estar sintiendo Gonzalo o el mismo Mundo. Gente acostumbrada a trabajar bien, con mimo, con conocimiento, con gusto, con dedicación con honestidad, con oficio..., y que estaban viendo, como esta ultima crisis les estaba estrangulando. Imagino que sintiéndose doloridos y ofendidos, incomprendidos, confundidos. Viendo como en los tiempos que corren no se reconoce nada, tiempos en los que no parecen premiar a quien trabaja bien, unos tiempos sin piedad y sin principios, sin aprecio por los valores humanos ni profesionales..., tiempos crudos y difíciles para esos últimos artesanos que ven como su trabajo queda en el descrédito, en el olvido. Tiempos en los que los valores que ellos apreciaron y entre los que aprendieron sus oficios ya no sirven de nada.

Y hace unos días me visitó otro tapicero, Mariano, estuvimos charlando un rato, a él también le habían “enganchado” y ahora trataba de levantar cabeza, pero me confesaba que andana abrumado por la cantidad de avisos que tenia y los pocos que podía atender..., en ese momento me acordé de Gonzalo..., también había pensado en Mundo, pero preferí decidirme por Gonzalo, Mundo ya se estaba asomando a la jubilación.

Casualmente aparecen estos silloncitos en minuatura, los regalaba
la firma "Mariano Garcia" a los buenos clientes, Mundo trabajo de oficial
en la empresa. Los de la foto son replicas hechas por mi del modelo que
otro cliente, Jorge Jurado me ha traido. En la foto de arriba se ve la muestra
junto a un sillón Modelo Ascot de tamaño normal y con patas torneadas
a mano por mi mismo y preparadas para rematar con una contera me-
tálica con rueda.

- Conozco a un tapicero exquisito, serio y honesto, te podría echar una mano.

- No, no... -replicó Mariano- que he tenido muy malas experiencias dando trabajo a otros tapiceros, casi siempre he quedado mal y he tenido que rehacer los trabajos.

- Te lo digo, con Gonzalo no te pasará eso..., lo único que puede pasar en que no lleguéis a un acuerdo con los precios, él no hace chapuzas baratas.
Pero Mariano volvió a negar con la cabeza, hablamos entonces del encargo que me quería hacer, le di el presupuesto en ese mismo momento y volví a quedarme a solo, con cierta tristeza. Volví a pensar en Gonzalo, en como lo debía de estar pasando. Recuerdo que cuando apareció por la carpintería tuvo algunos roces con mi padre, Gonzalo tenía más clase que la mayoría de nuestros clientes y era exigente con los encargos, se había formado en Francia, en buenas tapicerías y nos exigía esa misma calidad. Poco a poco nos fuimos entendiendo y fuimos trabajando. Por entonces, él tenia dos oficiales y un buen cliente, pero también sufrió el zarpazo de los impagos, el bajón de los pedidos, prácticamente dejamos de trabajar con él y en estos últimos años ya se quedó solo, llegó después el divorcio, el infarto cerebral de su padre, igual que el mío, la crisis, la depresión...
Pero a la hora de comer sonó mi móvil, contesté, era Mariano, me dijo que se lo había pensado mejor y que “si”, que probaría con Gonzalo, a ver si llegaban a un entendimiento y podían trabajar juntos.
- Claro que si Mariano, claro que si -le contesté entusiasmado y unas horas después llamaba a Gonzalo y le dejaba el mensaje en su contestador. Al día siguiente me llamó y habló con un tono de voz aún más sombrío y entrecortado.
- Gracias, Pedro por la ayuda, pero es que ahora no puedo.
- Coño, ¿no me digas que te ha entrado faena a tope...?
- No, no..., es que..., creo que me van a dar una invalidez...
- Ah... ¿no me digas que tienes algo de hernia discal...?.
- No, no..., es que..., Pedro, tengo cáncer de pulmón..., hace algunos días me salía algo de sangre cuando escupía, fui al medico, me hicieron las pruebas y el oncólogo me ha dicho que tengo un tumor en el bronquio..., y eso supone extirpar el pulmón entero.
- Ah..., joder Gonzalo..., ahora si que me has dejado sin argumentos.
- Bueno..., esto es una putada... pero por otra parte es un alivio, tengo un buen seguro médico y con la posible paga..., pues ya no me tendría que preocupar..., por lo menos de poder llegar a fin de mes..., aunque te cambia la vida, ya estas tocado y desde luego se acabó el tocar el clarinete o cualquier esfuerzo..., ahora estoy cerrando algunas cuestiones y después pues eso, a hacer los tramites para darme de baja y cerrar la tapicería..., no se, si quieres llamo yo a ese tapicero y..., no se
Aquello me sonó a despedida, a dejarlo todo atado y bien atado para que los que se quedaran no tuvieran ningún problema tras su marcha..., le dije que yo llamaría a Mariano, que no se preocupara..., pero volví a quedarme en silencio, en mitad de la carpintería, con el inalámbrico en la mano, sentado en la silla que tengo fuera del despachito para descansar unos minutos de vez en vez..., con la mirada perdida y pensando en Gonzalo, no se, era como el final de una especie de conspiración del destino contra él, la vida le daba la ultima bofetada, después de presionarle durante estos últimos años hasta derrotarle y condenarle a lo peor que le puede ocurrir a un organismo, a privarle del oxigeno.
Estuve un rato ahí, sin moverme, sin trabajar, pensando y sintiendo miedo ante la fragilidad de nuestras vidas, de los momentos que nos quedan por vivir..., en cualquier momento puede llegar ese diagnostico, esa dolencia, ese malestar..., pero normalmente despertamos, desayunamos, vivimos el día y terminamos en la cama, durmiendo, volviendo a despertar, volviendo a desayunar, volviendo al trabajo, a encarar el día con sus problemas y con sus buenas noticias, a escuchar palabras de agradecimiento o duras críticas ante nuestras actitudes..., pero seguimos viviendo, despertando, desayunando y volviendo al trabajo..., hasta que llega el diagnostico o esa dolencia y entonces todo se derrumba ante nuestros ojos, la angustia, el terror y el miedo nos asfixia y no podemos creer que estemos ante la recta final... como Gonzalo.
El viernes sonó el telefono de la carpintería, cojí el inalámbrico y reconocí la voz de Gonzalo, su voz sonaba nítida y limpia, con empuje y timbre..., como los sones de su clarinete.
- Hola..., Pedro...
- Gonzalo... que bien te oigo.
- ¿No habrás llamado a tu amigo el tapicero...?
- La verdad es que no he tenido ánimos.
- Pues no le llames..., tengo buenas noticias, hoy me ha recibido el cirujano y me ha devuelto la vida..., no se, estoy alegre y cabreado al mismo tiempo, ayer estaba muerto y condenado..., y hoy me dice el cirujano que si, que es cáncer, pero que puede cortar el bronquio y volver a empalmarlo, que puede extirpar y parchear..., conservando el pulmón y haciendo vida normal..., si no hay complicaciones al operar o si no ven algo malo cuando abran..., entonces, de momento, pues trabajaré..., ah y podré seguir tocando el clarinete.
Sonreí alegre y aliviado, le escuché sin apenas interrumpirle y volví a quedarme sentado, con el telefono en la mano, escuchando los trinos de los vencejos que llegaban atravesando los lucernarios del taller, sonriendo, mas tranquilo y esperando haber aprendido algo.



























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