Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

sábado, 2 de febrero de 2013

LAS LAGRIMAS DE UN GALGUERO.

  

                                                     

 Hoy me ha escrito un galguero confesando que mas de una vez se le han saltado las lágrimas leyendo a los perros flacos. 
 Lágrimas, creo que no hay nada mas sincero ni gesto más humano, dicen que hay lágrimas de cocodrilo, traidoras y sucias, pero son la excepción. 
  La lágrima es la emoción transformada en algo que se puede sentir sobre la piel, que casi se puede beber y que se puede ver resbalando desde los ojos empapados. Es la forma que tienen nuestras neuronas de dejarse ver, de mostrar la cara mas humana y sensible de un niño o de una madre, de un padre o de una hija, de un abuelo o de una abuela que contempla a toda su descendencia, a su linaje..., y también pueden ser las lagrimas de un galguero, los galgueros también lloran aunque a veces tengan que aprender de la misma forma que un galgo aprende a jugar muchos años después de haber sido parido por la meseta.

      "Las lagrimas de un galguero", fragmento de "El verano de los perros flacos".

    El ambiente recalentado y contaminado por el diesel quemado estaba asfixiando a todos esos ojos que le miraron desde las jaulas y que hablaron, que rogaron con unos aullidos lastimeros, apenas unos gañidos que escaparon desde aquellos cuellos aprisionados por cuerdas y con sus escuálidos cuerpos aprisionados por las mallas metálicas. Descubrió a Tirma y Atis dejadas caer sobre el piso, aplastadas contra la chapa desnuda del chasis, jadeando, con sus pechos comprimidos y con sus corazones tratando de enviar sangre oxigenada a sus organismos moribundos. Incluso reconoció la mirada noble y elegante de una  Yuma cautiva y enjaulada. La campeona barcina de Emiliano, ocupaba la jaula mas grande y algunos de los cachorros gimoteaban, se retorcían de calor, mientas otros parecían dormitar inmóviles, demasiado quietos y con sus diminutos hocicos abiertos.
   Y el galguero aspiro todos aquellos alientos, respiró la congoja y el pánico de la media docena de galgos encogidos en las pequeñas jaulas, respiró aquel miedo y se lo llevó dentro, lo hizo suyo, lo sintió el mismo, vivió ese horror y se resquebrajó la costra que había apresado sus sentimientos durante toda su vida. No pudo evitar estremecerse y apretó la mandíbula cuando noto que sus labios empezaban a temblar, cuando notó que su garganta se estrechaba y que empezaban a dolerle los ojos, justo cuando rompieron esas lagrimas, las primeras que derramaba en su vida por un galgo.





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