Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

domingo, 17 de febrero de 2013

LA SUCIA. (relato corto)




   


 Ninguno de sus amigos galgueros la llamó alguna vez por su nombre, para ellos era La Sucia o La Seca. Seca porque era enjuta, huesuda y larga, ni siquiera en sus cuartos traseros llegó a desarrollar la musculatura brutal de otros galgos, pero siempre mataba, siempre sabía por donde iba a romper la rabona, hacia donde iba a quebrar.
   - Esa perra iba para liebre y nació galga –murmuró una vez uno de esos viejos galgueros que lo han visto todo en la vida- por eso las mata a todas…, piensa como ellas.
   Ya de cachorra mataba con frialdad y desdén, mordía, sacudía a las liebres hasta desnucarlas y las soltaba cuando sabia que estaban muertas, la dejaba caer sin más, sin volver la cabeza y después trotaba hacia él jadeando, recuperando el resuello y sin prestar atención a las voces airadas de sus compañeros de collera, sin importarle que los otros galgos mordiesen a su presa ya muerta.
   Reconocía la voz de su amo, sus gritos, el tono de sus palabras en voz baja o el tono duro, seco y airado cuando mataba atajando, recortando, cuando mataba suciamente, cuando la descalificaban pese a haber matado.
   - Esa perra los va a ensuciar a todos…, y ni para criar valdrá.
   Y aquel galguero tenía razón, todas sus camadas salieron astutas y matadoras, sucias y con maneras carniceras…, ninguna de sus hijas dio la talla en la competición y terminó por apartarla, por casi olvidarse de ella hasta el día en el que le puso el collar y le señaló el portón abierto del todoterreno, la galga subió de un salto y se alebró.
   El galguero no puedo evitar estremecerse al no escuchar ni un solo ladrido en la perrera.
   - Joder, no se oye nada –murmuró mientras pagaba las tasas por sacrificar a La Sucia.
   - Estos cabrones parece que se lo huelen…, está mañana he sacrificado media docena y parece que lo saben, ni respiran…, bueno, ya le ha llegado la hora a esta…, más de uno se va a alegrar, toma, tu recibo y quítale el collar que ya la meto yo para dentro.
   La Sucia ni giró la cabeza, ni le miró y el galguero regresó al todoterreno, sacó el teléfono móvil y marcó un número.
   - Hola, soy yo, Manuel….,oye, que si, que me quedo con esas cachorras, con la Rocío y la Lerele…, si, si, nada, acabo de traer a La Sucia a la perrera…, vale, vale…,ya quedamos en el corredero.
   Allí  vio correr a Rocio y a Lerele y sonrió, no tenían nada que ver con la otra, tan solo el color, eran blancas, igual que La Sucia. Apuntaban maneras y eran limpias, engalgaban y se esforzaban tras la liebre hasta que la perdían o hasta que la mataban. Solo sabían correr, seguir a las rabonas, cegarse con ellas y con sus regates.
  Y a Manuel les gustaba verlas, por lo menos en aquellos momentos solo recibía halagos y buenas palabras, nadie le recriminaba nada ni nadie se burlaba de sus galgas ni las miraban con asco, como hicieron con La Sucia.
  Ni siquiera Ramón tenía malas palabras para sus nuevas perras, era uno de los amigos con el que terminó discutiendo y enemistándose. Le vio acercarse bien de lejos, atravesando el sembrado como si viniese del pueblo andando.
   - Hola Manuel…, estas si que son unas buenas perras…, oye, ¿tu no llevaste a sacrificar a La Sucia a donde el Isaías..?
   - Si…, tengo el recibo.
   - Ya, me imagino…., entonces…, ¿no te has enterado...?
   - ¿De que…?.
   - Pues que el cabrón ese no sacrificaba a los galgos, se los vendía a unos tíos que los usaban para entrenar a perros de pelea…, las Guardia Civil los ha pillado, creo que a los perros esos de presa los han sacrificado ya pero a los galgos y a otros perros los ha acogido la protectora…, tomo, aquí lo dice todo…,y hay una foto.
   Manuel cogió el periódico y sintió un escalofrío al reconocer a La Sucia entre un montó de animales desnutridos y heridos.
  - Me cago en la puta… -masculló- me voy allí ahora mismo.
  - ¿Pero para que coño vas a ir…?, a ti ya ni te va ni te viene.
  No contestó y le dejó allí mismo, en medio del campo.
  La veterinaria le salió al paso vestida con la bata verde y con las manos enguantadas, mirándole a los ojos y tensando los labios.
   - Esta perra blanca de la foto es mía –afirmó.
   - Creo que no…, oficialmente estaba sacrificada –replicó la veterinaria.
   - Escuche…, se quien es usted y se que piensa que todos los galgueros somos unos hijos de puta…, pero yo llevé a mi perra a sacrificar legalmente, ni la ahorqué ni la arrojé a un pozo, aunque a usted le hubiese gustado más eso…, no llevé a mi perra a que la usaran para  entrenar a perros de presa…, creo que tengo derecho a verla.
   - Venga.
   Siguió a la mujer y sintió como los chuchos le miraban, sintió esos ojos observándole desde sus jaulas y sintió una sacudida en el pecho cuando la veterinaria se hizo a un lado y señaló hacia una galga que yacía tumbada de lado dentro de una cubeta almohadillada.
  Varios goteros inyectaban sueros, antibióticos y analgésicos en sus venas y su pelaje blanco se había teñido de un escalofriante rosa, la piel asomaba desnuda entre las innumerables costuras que remendaban su escuálido cuerpo. Los puntos de sutura parecían mantener unido ese amasijo de pellejo, huesos y pelambre, manchada con el color del yodo y repleta de cortes y erosiones.
   - No parecía blanca –murmuró la veterinaria- estaba toda ensangrentada, machacada a bocados..., también le falta media pata trasera…, poco a poco se le irá ese color a sangre del pelo…,uno de los agentes del Seprona me dijo que encontraron a la perra medio ahogada en la sangre de uno de los pit bull contra los que peleaba…, dijo que tenía los colmillos incrustados en los huesos del cuello…, pero la verdad es que me cuesta de creer…, bueno, ya la ha visto…, ¿que va a hacer con la perra…?, hay una pareja de buenas personas que ya se han interesado por ella si sobrevive.
  - La Sucia siempre mataba –murmuró en voz muy baja.
  - Perdón…, ¿que ha dicho…?.
  -  Eh Sucia, ven aquí, ven aquí…
  La perra vibró, abrió los ojos, alzó la cabeza y lanzó un quejido cuando trató de apoyarse en las manos, se removió en la cubeta y gimoteó clavando sus ojos en el galguero.
  La veterinaria observó como el galguero se acuclillaba con esfuerzo junto a la galga, vio como pasaba sus manos sobre las heridas, sobre esas suturas que cerraban los cortes, los brutales bocados y vio como la galga le lamia la mano.
  El galguero se alzó con esfuerzo, jadeó durante unos instantes y señaló con la barbilla hacia la perra.
   - ¿Quién la ha cosido?.
   - Yo, ese es mi trabajo.
   - Lo ha hecho muy bien…, yo los he cosido muchas veces en el campo…, pero eso que ha hecho usted es cosa fina…, no se ni como está viva.
   - Los galgos son perros fuertes…, bueno, eso usted ya debe saberlo.
   - ¿Quién va a pagar todo esto…?.
   - De momento nadie…, normalmente siempre recibimos un donativo de las personas que los adoptan…, pero lo hacemos siempre, con donativo o sin donativo.
   - A lo mejor se ha esforzado demasiado, no se yo si saldrá de esta.
   - Bueno, como eso no lo se,  haré todo lo que pueda para que sobreviva –respondió la veterinaria- mi obligación es luchar por salvarla.
   Manuel se mordió el labio, arrugó el ceño y se buscó en el bolsillo del chaquetón de pana.
   - Tome, se que no es suficiente pero ahora mismo no llevo mas dinero encima, dentro de un par de de días me pasaré a ver como va, prepare la factura.
   - Entonces…, ¿se la va a quedar…?.
   - No…, yo no sabría que hacer con ella y ahora tengo perras nuevas…, pero quiero que la cuide bien..., por cierto, imagino que conocerá a alguien que haga…, pues eso, como prótesis para perros, ¿no…?.
   - Si claro, pero no son baratas.
   - No importa.
   - Vaya, me está dejando usted descolocada, ¿por qué hace todo esto…?
   - No estoy haciendo nada, tan solo es dinero, no me sobra…, pero puedo hacer frente a esta factura, La Sucia aún es mía, es mi responsabilidad.
   - Entonces…, ¿se la va a quedar…?.
   - No…,ya le he dicho antes que yo pagué para que muriese sin dolor, he llevado a sacrificar a muchos galgos y alguna vez me he quedado hasta que morían…, bueno, esos son cosas mías…, ahora mismo se que La Sucia saldrá adelante, solo quiero que quien se la quede pueda disfrutar de ella, no se enterarán de que tienen perro, no ladra ni molesta, es muy tranquila…, solo mata, lo lleva muy adentro y ya es mayor para esperar milagros.
   - En la ciudad no creo que pueda matar.
   - Si van a los parques que tengan cuidado con los gatos…, bueno, me marcho, que ya que he empezado este asunto, debo de terminarlo.
   - ¿Va a poner una denuncia en la casa cuartel…? –preguntó la veterinaria.
   - No…, pero se donde vive Isaías.
    

2 comentarios:

Dorita/Alh. dijo...

Menudo relato, pone a un@ los pelos de punta!
Algo de sensibilidad le queda a ese Manuel, aunque sea provocado por el remordimiento.
Salu2

Pedro Bonache dijo...

Gracias Dorita..., despues de el atracón de "El verano de....",me preguntaba si sería capaz de escribir algo corto.