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Run-run frente a la Bicipalo. Cinco dias despues del primer
vuelo..., se conocerían.
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Los polluelos de los vencejos nunca baten sus alas antes del primer vuelo, observan a sus padres, al resto de la bandada..., así durante el tiempo en que son alimentados en el nido, hasta que un día, dan unos torpes pasitos con sus diminutas y casi atrofiadas patitas, se asoman al vacío y saltan sin mas..., sin haber batido jamás sus alas, esas alas en forma de pequeñas guadañas que serán capaces de cortar el viento a más de 190 kilómetros por hora y que los mantendrán volando sin posarse durante los dos primeros años de sus vidas..., hubiese deseado ser el polluelo de un vencejo, hace una semana, cuando Alberto, el vendedor de Alfa Motos me preguntó.
- ¿Nervioso...?.
- Coño, claro.
- Je, je..., para que vamos a negarlo ¿no...?.
- Pues eso.
- Pues tranquilo Pedro..., bueno, me vas a firmar unos pocos papelitos más y te saco la moto.
-Bien.
Recuerdo que mientras Alberto desaparecía de mi vista entró otro hombre en la tienda, de unos cincuenta años, delgado y de rostro enjuto y bronceado, de piel algo reseca y abrigado con un chaquetón de motorista. Charlé con él, llevaba toda la vida en moto..., la conversación me relajó y deseé y anhelé poseer toda la experiencia de ese desconocido que hablaba de las dos ruedas como si hubiese nacido sobre una de ellas. Y aún hablaba con él cuando a través de las puertas de cristal vi a Alberto empujando a la Darkside sobre la acera..., tragué saliva y sentí un escalofrio, me pregunté que era ese objeto, que sostenía nerviosamente entre mis manos, de color crema y decorado con un elegante y retro forro de piel marrón y costuras con hilo blanco..., tenía forma redonda y cabía en mi cabeza, se ajustaba a ella y deformaba el sonido ambiente, incluso su peso y su volumen tiraba de mis vértebras cervicales hacia atrás cuando había estado practicando con él en la carpintería..., el de la Bicipalo era mucho mas ligero y dejaba las orejas al aire.
Vi ese casco en un escaparate, hace ya un mes y decidí entonces que ese era mi casco..., y hace un mes que empecé a tomar en serio lo de la moto, me compré una revista y mis ojos se clavaron rápidamente en la pequeña custom 125 de Kymco, la Darkside me enamoró al instante, pero seguí ojeando la revista hasta que llegué a los scooters de la misma cilindrada, la Liberty en color marfil de Piaggio también se llevó la atención de mis ojos y creo que ya no miré mas, ya tenía a mis dos finalistas.
Durante las semanas siguientes anduve observando el ir y venir de la motos con las que me cruzaba, observaba como los moteros conducían sus custom, como cambiaban de marchas con el pie, como embragaban con la mano..., los observé como el polluelo del vencejo, con atención y reproduciendo en mi mente esos movimientos de pies y manos sobre la palanca del cambio, sobre las manetas y sobre el puño del gas. También entré en el foro “Espíritu custom 125” y leí con avidez todos los comentarios sobre la Darkside, todas las impresiones de los moteros, veteranos o noveles, todas sus dudas, todas sus experiencias..., todo era teoría en “mi mundo”, menos el rostro de Alberto, que sonreía a un lado de la Zing y me esperaba.
Las puertas de cristal se abrieron y el sonido ambiental de la Avenida de Cardenal Benlloch me devolvió a la realidad.
- Bien Pedro, aquí la tienes.
- Si, ahí está.
Negra, silenciosa, bajita y larga..., inmóvil, casi insinuante, con sus piercings relucientes, con la dirección vuelta a la izquierda, casi tocando el deposito de gasolina, que bien podría ser el busto de una mujer que se estrechaba hacia una cintura de avispa casi imposible y que terminaba penetrando bajo la puntera del sillín, corrido hasta el guardabarros trasero.
- Venga, te voy a explicar unas cositas..., mira, aquí tienes el botón de arranque eléctrico..., también puedes arrancar con el pedal si te quedas sin batería o te apetece, je, je.
Alberto me enseñó a arrancar, a parar, a poner los intermitentes y las luces..., después puso en marcha la Zing y dio unos suaves acelerones..., era la primera vez que escuchaba la moto y no sentí nada.
- ¿Alguna duda, Pedro...?.
- De lo primero que me has explicado ya se me ha olvidado y de lo último ya no me acuerdo.
Alberto soltó una carcajada, paró el motor y me enseñó los secretos de la “pata de cabra”.
- Ten cuidado con ella, tiene muelle de retroceso y con un movimiento brusco la moto se te va al suelo..., yo te recomiendo que pongas el caballete..., eh, bien Pedro y poco mas te puedo explicar, no hay mas..., solo conducirla y eso te toca a ti..., a bueno, durante un tiempo notaras olores raros, son los aceites, la pintura y el barniz que se recalientan, pero luego desaparecerá.
- Si eso parece..., lo de conducirla, quiero decir -murmuré con el estomago gruñendo y sintiendo como todo mi torrente sanguíneo emigraba a capilares imposibles, a recovecos orgánicos inexistentes hasta ese momento..., hasta dejarme anhelante y pálido.
- Venga Pedro, a disfrutarla..., tus llaves.
- Gracias..., a ver si soy capaz de llegar a casa.
- A casa no, primero a la gasolinera que solo tienes dos litros.
- Joder, peor me lo pones..., ahora tengo que hacer dos cosas, ponerle caldo y llegar a casa..., por ese orden.
- Exactamente.
Alberto se despidió y entró en la tienda, tras él descubrí a un adolescente que había observado la clase teórica con aparente indiferencia. Estaba apoyado en un coche, de su izquierda pendía un casco oscuro y repleto de arañazos, se abrigaba con una chupa también negra y fumaba un cigarrillo sin apartar su fatigada mirada de la Zing..., daba la sensación de que pese a su corta edad había vivido demasiado, daba la sensación de que podría enseñarme mil cosas, contarme mil vivencias a lomos de su 49, daba la sensación de que estaba de vuelta de todo..., o puede ser que simplemente tuviese sueño, por eso tendría los parpados entornados y una larga cabecilla de ceniza en el pitillo.
Volví a sentir el peso del casco tirando de mis cervicales, monté a horcajadas sobre ella y por primera vez en mi vida percibí sobre mis piernas desnudas el tacto de la máquina, suspiré, me aseguré de que estaba encendido el piloto verde de punto muerto y con el pulgar derecho apreté el botón de arranque, al tiempo que giraba un poco el gas..., la Darkside ronroneó y el cigüeñal comenzó a girar, el chasis empezó a trasmitir una leve vibración y aceleré un poquito para ir haciéndome con el tacto, deseé que el adolescente no estuviese mirando, que no sintiese el mas mínimo interés por la pequeña custom de 125 y apreté el embrague, pise la palanca y la primera se engranó con un leve chasquido metálico, fui soltando la maneta, la Zing se movió, dio un tirón y enmudeció.
2 comentarios:
Supongo que ya te habrás ido acostumbrando a la moto. Si es la primera que tienes ya verás la de cosas que descubres de ella. Hay que cuidarla, mimarla y acariciarla como a un corcel y entonces entenderás que está hecha para ser tu compañera infatigable sólo a cambio de "caldo".
Un abrazo y ya me contarás.
Hola Josep..., no te voy a contar todo lo que pasó en esos primeros 100 metros encima de Run-run..., mas que nada porque te produciria un ataque de risa peligroso para la salud, el tiempo fué traumatico, desagradable..., me hundí moralmente..., hasta que el semaforo se puse verde y tuve que continuar con ella, esa vez no se caló y ..., bueno, esa será la segunda parte del nuevo diario.
Un saludo Josep.
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