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Pero este viernes era la segunda vez que esperaba el autobús, bueno realmente no tuve que esperar, lo vi llegar desde el final de la calle y mis piernas se lanzaron una tras otra, corriendo frente a la chata y roja cabina del bus hasta alcanzar la parada..., pero había corrido sin ninguna bolsa de plástico entre las manos, sin un pequeño fajo de billetes en el bolsillo porque el IVA y las retenciones ya las había pagado dos semanas atrás..., pero volvía a visitar a los gestores, iba a recoger la declaración de la renta del año pasado y los pagos fraccionados del IVA, la documentación necesaria para solicitar la financiación de la “maquinita”.
Las puertas se plegaron con un soplido, pagué el billete, esperé a que una mujer algo mayor activase su tarjeta ante el lector y me acomodé en pie junto a una de las ventanas. El autobús dio un leve tirón y mi barrió comenzó a desplazarse hacia atrás, sus sonidos desparecieron y el ruido del motor y las conversaciones de los viajeros los desplazaron. Quedó ahí fuera, al otro lado del cristal que se movía cada vez que el vehículo se detenía y bajaban las revoluciones, escuché de nuevo. Eran imágenes mudas, no escuchaba ni el rumor del tráfico ni las pisadas de la gente, tampoco el sonido de las motos ni mis propias pisadas..., solo las conversaciones y el sonido del motor..., la desesperación de una mujer de mediana edad que hablaba con un conocido, con un hombre de piel muy morena y de rostro surcado por cientos de arrugas, alto y con una voz grave que llevaba escuchando ya con otra conversación..., pero en esos momentos solo se escuchaba la voz de ella.
- A la derecha han puesto dos bares y al otro lado de la calle dos cafés..., que no se que diferencia hay entre un bar y un café..., pero la calle esta llena de locales de esos..., antes no era así..., pero lo peor es cuando cierran y la gente se sale con los “cubatas” esos...
Recuerdo que la mujer era de mediana edad, algo gruesa y con los cabellos teñidos de rubio, de piel blanca y labios finos. Se apoyaba contra el respaldo de uno de los asientos y con el brazo derecho se sujetaba al pasamano, de vez en cuando miraba por el enorme ventanal y continuaba hablando.
- Esos se quedan en la calle hablando a gritos, armando jaleo y ensuciando la calle de todo...
- Si..., eso es el “botellón” -apuntó el hombre cabeceando.
La mujer asintió, entornó los ojos y movió la cabeza.
- Si..., eso el “botellón” pero lo peor es que se murió chico que vivía en el piso de arriba..., todos pensábamos que no tenia familiares pero llegó uno que vivía no se donde, heredó el piso y lo ha alquilado a unos estudiantes..., pero que estudiantes, vaya fiestas que montan. Hace unos meses me hice un armario empotrado en el dormitorio, pues a los chicos no se les ocurrió nada mas que montar una fiesta del agua..., yo no se que hacían, creo que jugaban a tirarse globos de agua..., pues creo que alguno de esos globitos atascó el desagüe de las lluvias, total que un día me levanto y tenia una catarata cayendo por el techo, encima del armario..., si vieras como se ha quedado. Pero mira, no hay manera..., subí a hablar con ellos y casi me muerden.
El autobús volvió a arrancar, la mujer volvió a sujetarse a la barra y un rostro se interpuso entre ella y mis ojos. El anciano también se sujetó al pasamano, justo cuando la inercia vencía su vacilante cuerpo hacia delante, se quedó a menos de un palmo de mi cara, me miró desde unos ojos pequeños y medio ocultos por unos parpados marchitos y percibí algo así como miedo o temor, un leve temblor en los labios consumidos y decolorados..., yo sonreí, tiré de mis comisuras hacia arriba, mis músculos faciales se movieron comedidamente para trasmitirle calma y durante unos instantes percibí el esfuerzo del hombre por mantenerse equilibrado con el movimiento del bus..., hasta que se detuvo en otra parada y el anciano ocupó un asiento.
Subieron nuevos pasajeros, personas mayores y una joven que se situó frente a mi, mirando hacia la puerta y calzada con una botas altas y estrechas que le subían hasta las rodillas de los vaqueros. Una gafas de sol cubrían sus ojos y sobre su hombro izquierdo dejaba reposar una coleta de cabellos claros..., se balanceó cuando arrancamos y salimos a una avenida de doble carril pero enseguida giró a derechas y paramos en un ambulatorio. Subieron algunas personas con sobres de color sepia sujetos en la axila, mas gente de edad que buscaba los asientos libres..., la muchacha de las botas bajó y la vi moverse lentamente entre las personas que aún se agolpaban en la parada..., otra chica se colocó frente a mi y se me escapó una mirada al escote, ella alzó un poco los ojos..., y el autobús arrancó de nuevo.
Los edificios volvieron a moverse hacia atrás, eché una mirada fugaz a la tienda de bicletas de la calle Azcarraga, reconocí al vendedor tras los cristales del escaparate y salimos a otra de las grandes avenidas que atraviesan la ciudad, observé los enormes arces que crecen en los jardines centrales, las melias y de nuevo esa muda circulación entre la que navegaba el autobús, me fijé en las motos que nos adelantaban y recordé a esa chica que vi repostar en una gasolinera. Conducía una “custom” como la que yo voy a intentar conducir..., y lo hacia con calma, con seguridad, como cualquier otra persona que no fuera yo.
Volvimos a dejar la avenida y el enorme bus se internó de nuevo por otra callejuela..., la mujer había dejado de hablar, su paciente interlocutor de piel tostada se había bajado y ella miraba por la ventanilla con la mirada como perdida, algo relajada, después del desahogo pero sabiéndose entregada a su suerte, abandonada por una justicia incapaz e ineficaz ante los casos como el que le estaba tocando vivir.
Volvimos a virar a derechas y el bus se detuvo en la Plaza del Mercado, me bajé y caminé hacia el Mercado de Abastos. Una enorme fosa inundaba de barro y de agua enfangada se abría frente a él, era la futura estación del metro y unas motobombas intentaban drenar el agua. Algunos transeúntes observaban la operación tras las vallas metálicas, otros se movían sin prestar atención, concentrados en sus propias vidas, en sus asuntos..., dejé a mi espalda las obras y caminé sobre los adoquines de las callejas, dejando paso a las personas de edad que se movían torpemente sobre las estrechísimas aceras de la calle de la Linterna.
Eché una mirada curiosa a la Plaza del Ayuntamiento, el sol la llenaba de un resplandor cegador, intenso y algunos turistas se movían con paso lento, observando las fachadas de los edificios, echando ojeadas a los mapas y entornando los ojos heridos por la luz.
He descubierto, tras esas visitas al centro histórico cada tres meses que los turistas ya no solo vienen en verano, los veo durante todo el año, a veces con pantalones largos y otras con sandalias y pantalones cortos..., dejé atrás la plaza y me moví por la calle San Vicente hacia la Reina, pasé junto a la Armería Navarro y apenas si eché un vistazo a su escaparate repleto de carabinas de aire comprimido, de pistolas, de machetes..., hace décadas me quedaba mirándolo con detalle, fijándome en todo y anhelando alguno de esos rifles, de esas pistolas..., la tienda también quedó atrás y seguí caminando con cierta sorpresa, con cierta angustia, con cierta extraña añoranza..., preguntándome si me iba a pasar igual con otros aspectos de mi vida, de mi existencia.
Me detuve ante la pesada puerta de forja del edificio donde tienen los despachos Villena y Asociados y llamé, miré hacia la cámara del interfono y volví a encontrarla fuera de lugar, demasiado moderna y metálica en medio de una edificación de corte clásico, sin aluminios ni aceros asomando por la fachada.
- Soy Bonache..., vale.
Empujé la pesada puerta y me encaminé por las estrechas escaleras de viejo mármol blanquecino. Hace un año la normativa les obligo a cambiar el viejo ascensor de jaula por uno moderno, muy moderno, de esos de cristal desde los que suben te pueden mirar mientras tu vas salvando los escalones y aumentando el ritmo cardiaco, ves como te observan, dejados llevar por los contrapesos y las poleas y en un momento dado piensas que la vida es así, hay personas que parecen vivir sin esfuerzo y otras que parecen vivir gracias al esfuerzo del día a día.
Me recibió una de las administrativas y volví a encontrarme con unas botas de piel gris que ascendían hasta unas altas rodillas, después continuaba un pantalón ceñido del mismo tono que ascendía vertiginosamente hasta una especie de fajín de tela que aún se ceñía mas a la cintura de la joven, después un jersey del mismo tono que mimaba su cintura, que se adaptaba a su pecho y que dejaba libre el cuello, la barbilla y la sonrisa de la muchacha.
- Hoy no voy a decir nada sobre tu aspecto...
Ella arqueó las cejas.
- ¿Qué no te gusta...?.
- Todo lo contrario..., podría decir alguna barbaridad, por eso prefiero callar..., hala..., bueno, parece que te has cortado un poco el pelo.
- Si..., un poquito..., bueno, ya tengo lo tuyo, ahora te lo doy.
- Vale.
Desapareció tras uno de los archivadores y yo miré por la ventana, vi los tejados de los edificios, las terrazas cubiertas de losetas rojizas, algunos parches de tela asfáltica, las cubiertas de teja y recordé el vuelo de los vencejos en primavera. Apenas si se oían sus trinos, tampoco el rumor del tráfico..., los cristales dobles creaban una extraña atmósfera, casi como los del autobús, me permitían ver el exterior pero no oírlo. La actividad en el despacho cesó cuando se me ocurrió hacer un comentario en voz alta, por unos instantes los números del IVA y de las retenciones dejaron de bailar, de sumarse o de restarse..., dije casi lo mismo que había escrito en el blog, solo que en esa ocasión podíamos verlos volando sobre un mar de viejas antenas de televisión, sobrevolando alguno de los edificios históricos de la ciudad y posándose en las grietas, en los huecos de las tejas para alimentar a los polluelos. Recuerdo, que al poco de empezar mi improvisada conferencia se acercó un hombre que esperaba en la salita, era mayor y sostenía varios sobres con membretes oficiales, esas cartas que solo traen malas noticias y amenazas institucionales.
- ¿Le importa que escuche...?, es que le estoy oyendo y parece muy interesante lo que cuenta..., bueno y es que a mi me gustan los pájaros.
Durante la breve exposición sobre la vida de los vencejos aquel hombre se relajó, sonrió observando el vuelo rápido y habilidoso de esas aves negras y estilizadas que nadie parecía haber visto antes en aquel despacho.
Observé las hojas distraídamente y después a ella.
- Es que voy a ver si me hago motero.
- ¿Ah siii....?.
- Si..., es que ya paso de los cuarenta y me estoy quedando calvo, me falta el requisito de la barriga pero creo que no será muy doloroso crearla..., y esto es para ver si me la financian -comenté echando un vistazo al sobre de color sepia que me acaba de entregar.
- Pues venga, a ver si hay suerte.
- Venga..., hasta dentro de tres meses.
Salí del despacho, volví a bajar por la estrecha escalera y me encaminé por la calle de la Paz hacia el viejo cauce del río, hacia las obras monumentales y repetitivas de Calatrava..., miré a mi derecha, por encima de las copas de los pinos que poblaban el viejo cauce del Turia y distinguí primero los cúpulas acristaladas del Palau de la Música y mas al fondo la orgánica línea del ultimo edificio inaugurado por el arquitecto. Me recordó al casco que usaban los conquistadores españoles en tierras sudamericanas, también al nido de las mantis religiosas..., surgía algo turbio entre la extraña calima de mediados de octubre, reflejando parte del sol sobre sus superficie de hormigón blanco, creando sombras y contrastes entre sus costillas artificiales..., una construcción distinta, creativa, casi viva, como la estructura acorazada de un artrópodo gigantesco..., al tiempo que visto desde otro ángulo me recordaba a una carpa boqueando sobre el cauce seco del río, descamada y mostrando sus espinas..., creo que en su interior se canta ópera, no lo tengo claro, tampoco he visitado nunca la Ciudad de las Artes y las Ciencias ni el Oceanográfico..., queda lejos de “mi mundo”, contradictoriamente, creo que algún día debería dedicar una mañana de estas que tanto abundan de poco trabajo y visitar el fastuoso complejo creado en una ciudad incapaz de aplicar la Ley de Dependencia. Cerca de mi casa han abierto el Bioparc, que es el nuevo zoo, eso también debería visitarlo y ver por fin a los primates, a los chimpancés, a los lémures y a los leones, a los elefantes..., a esa fauna que poblaba la sabana, los nuevos espacios abiertos en los que evolucionó homo..., no como estos sobre los que sigo caminando, los matorrales son miles de vehículos aparcados, las manadas de herbívoros son esos mismos coches rodando por las avenidas que voy cruzando con cautela, no se exactamente donde cae Cardenal Benlloch..., y las acacias y baobads son edificios que crecen hacia donde la perspectiva estrecha la calzada, hacia donde desaparece la circulación envuelta en sus propios gases.
A veces sueño con estas mismas calles que no conozco demasiado bien, sueño que el bus tarda en pasar, entonces decido ir a pie, como hoy y empiezo andar pero al ratito cambio de dirección, me confundo, me desoriento y termino despertando sin haber logrado regresar a casa. A veces me da la sensación de que las calles son simétricas, de que camines hacia donde camines nunca sales de ellas, nunca te alejas ni te mueves hacia otro lugar..., pero ahora mismo camino tranquilo y sonrió al ver uno de esos paneles luminosos que te informan sobre el tráfico. La flecha iluminada por leds anaranjados gira a la izquierda y me dice que en Cardenal Benlloch la circulación es fluida..., vaya, en dado con la avenida sin vagar en círculos, sin desorientarme, sin regresar frustrado a casa y temeroso..., como cuando hace mas de 25 años volví a la carpintería de mi padre sin haber sido capaz de encontrar la calle Erudito Orellana, sin haber entregado un carrete de fotografías en Casa Domingo para que lo revelasen. ¿¡Es que no sabes preguntar...¡?..., debió vocear mi padre, se que dijo algo peor, pero bueno, por entonces era normal..., los padres educaban como les habían educado a ellos y creo que a mi abuelo, al que no conocí, le costaba poco quitarse el cinturón de carabinero cuando mi padre cometía alguna travesura, que al parecer eran habituales.
Me sorprendió la anchura de la avenida, la cantidad de sol que la iluminaba, lo distanciado que estaban las fachadas y la amplitud de las aceras, el espacio que existía entre los transeúntes cuando nos cruzábamos..., el anonimato del lugar en si mismo. Contrastaba con la parte histórica de la ciudad que acababa de dejar atrás, de aceras adoquinadas y mas estrechas, de personas que se movían entre las sombras de los edificios de fachadas decoradas con cenefas, con cristaleras enmarcadas en madera y que se paraban ante los escaparates de las zapaterías, de las tiendas de ropas, de las tiendas de confección en las que se vendían telas y complementos..., en las terracitas de los locales de siempre, tomando un café, ojeando la prensa viendo a personas estilosas. En esa parte de la ciudad había visto a personas, a hombres y mujeres vestidos con cierta elegancia, con aspectos distintos a los que veo en mi barrio..., almorzando pequeños bocadillos en pie o sentados alrededor de pequeñas mesas ancladas al suelo, mesitas bajas contra las que tropezaban las rodillas de los mas altos..., pero seguía estando en Valencia, en la urbe, sobre el hormigón y el cemento que se extendía hasta donde alcanzaba la vista..., descubrí la fachada del hotel Puerta de Valencia a mi derecha, al otro lado de los carriles y recordé la tarde que pasé con Mariangeles asistiendo a una breve charla sobre métodos de superación personal, de autocontrol, de mejora individual..., al final no hice el cursillo pero descubrí que alguna de las ideas de la conferenciante ya las aplicaba en mi vida de manera autodidacta. Recuerdo que al salir llovía intensamente..., y mi amiga había ido en moto, estuvimos charlando un rato y al final confesó que no se atrevía a llevarme a casa con semejante cortina de agua. Regresé a casa en taxi y justo cuando estaba a punto de abrir la puerta del patio me llegó un sms de la Niña Cazadora..., lo leí y me quedé sin habla..., describía esa misma noche de lluvia, pero en su antiguo chalé, justo frente al quitamiedos de la vía de servicio y con la sierra Calderona perdida en la oscuridad de la lluvia y de la noche..., y pude oler esa tierra húmeda, empapada, pude sentir el fresco y escuchar el rumor sobre las tejas, sobre los árboles, sobre la hierba.
Me detuve y durante unos instantes observe a través de las puertas de cristal de Alfa Motos. Las máquinas, colocadas a ambos lados, se alargaban hasta casi el fondo del local..., un empleado limpiaba briosamente los carenados con una bayeta, por la forma de sus labios debía de estar silbando.
Empujé y entré, no percibí ningún olor especial pero si sentí el cambio de luz, fuera quedó esa luz del sol, demasiado intensa y dentro los halógenos crearon la atmósfera artificial que llenaba de brillos las carrocerías de las motos, los colores de los scooters refulgían vivamente y los cromados de las dos custom, que reposaban a mi derecha, destellaban impolutos, sin arañazos, sin polvo, sin ese oxido que tarde o temprano aflora entre las soldaduras o sobre la misma superficie del metal.
Enseguida distinguí a la Zing Darkside de 125 cc, colocada junto a su hermana mayor, la Venox de 250 cc..., ya la había visto en la calle pero en la tienda parecía mirarte insinuante, parecía ofrecerse repleta de piercings cromados y como vestida de cuero negro.
Suspiré y me encaminé hacia otro empleado que trabajaba en una mesa.
- Hola, buenos días.
- Buenos días.
- ¿Alberto...?.
- No..., es mi compañero, aquel de allí..., ¡Alberto...¡.
El mismo que había visto aseando a las maquinas, levantó la cabeza y nos miró.
- Este señor pregunta por ti...
- Voy -respondió en un tono jovial y simpático.
Avancé hacia él y me presenté.
- Hola, soy Pedro, te llamé la semana pasado preguntándote por Zing, hablamos del tema de la batería, de lo que había leído en los foros sobre ella...
- Ah si, claro que me acuerdo..., pero cuidado con los foros que se dice de todo y se confunde a la gente..., lo mejor es venir aquí, hablar conmigo o con cualquiera de mis compañeros.
Sonreí y eché otra mirada a la custom.
- Pues yo no tenia ni idea de motos, primero me compré un catalogo, vi la Zing y me decidí en el acto, después entré en los foros, leí sobre ella y terminé de tenerlo claro..., por cierto, la ponen muy bien, con los fallitos que da, como cualquier otra moto..., pero en conjunto todo el mundo está encantado..., el problema realmente soy yo.
Alberto arqueó las cejas, unas cejas crecidas sobre una piel bronceada que se extendía sobre su rapado cráneo.
- ¿Y eso...?.
- Pues porque yo soy unos de esos miles de cuarentones que en su dia suspendieron el carné de moto y que ahora, con esa nueva normativa, tenemos la oportunidad de poder montar en la moto..., aunque yo no monté en Vespino ni cuando tenia quince años..., joder y eso de las marchas me tiene dos semanas agobiado.
- ¿Las marchas...?, por eso ni te preocupes, al principio se te acumulará el trabajo pero al cabo de unas horas te irás soltando. El verdadero problema son los coches..., en el momento te montes ahí, si es que te la llevas.
- Claro que me la llevo, es la que quiero.
- Vaya, que poco trabajo me estas dando..., pues lo que te estaba contando..., cuando te subas ahí serás “invisible”, eso que no se te olvide. Los coches, para cambiar de carril o para girar buscan bultos u otros coches en los retrovisores pero no motos..., las motos son divertidas y practicas..., pero necesitas estar mucho más atento.
- Vaya..., en los foros también hablaban de eso y uno de los foreros decía que había que tener un ojo al frente y otro en el cogote.
- Y así es...-concedió Alberto- entonces..., ¿quieres que te explique las características de la moto....?.
- No quiero molestarte..., pero es que he leído tanto que creo que solo me falta saber llevarla..., pero hay otro tema del que no he leído nada, el de la financiación..., por eso he traído la declaración de renta y los pagos trimestrales del IVA.
- Vaya, si que has venido preparado..., bueno, pues voy a tomarte los datos, se los pasamos a la financiera y esta misma tarde ya tendremos la respuesta.
- Pues hala, a confesarme.
Acompañé a Alberto hasta su mesa, hasta su curioso despacho a menos de dos metros de las primeras motos del local. Con un tono tranquilo y afable me hizo unas pocas preguntas, fue apuntando los datos, fotocopió las declaraciones, repasó los datos y me miró.
- Bueno Pedro, con todo esto tenemos mas que suficiente..., yo casi me atrevería a decirte que nos lo van a conceder..., total son 1500 euros..., más la matriculación que si quieres la podemos incluir...
- No, no..., te la pagaré aparte.
- Bien, pues lo que te decía..., como es poquito y a un año pues casi si, pero habrá que esperar tan solo unas horitas.
- Vale..., he esperado 43 años a subirme en una moto..., imagino que podré esperar unas horas mas.
- Si hombre si..., Pedro... ¿tienes alguna duda mas...?.
Le miré fugazmente..., su voz sonaba distinta, ahí en la calle, mezclada con el motor de la Zing sonando sobre la acera de Cardenal Benlloch, frente a las puertas acristaladas de Alfa Motos..., de mi mano pendía un casco y sentía una extraña sensación en el estomago, como de vació, como de ausencia de emoción, de anhelo..., pero era una escena que aún no se había producido, era una imagen del futuro, algo que estaba por llegar, una decisión tomada fuera del decorado del show de Truman, una consecuencia de ese salto suicida del vencejo fuera del nido sin haber batido jamás las alas.
Me despedí de Alberto, salí de la tienda y no vi ninguna Zing ronroneando sobre la acera, tampoco ningún chaval alto, con pantalones cortos y vestido con una camiseta negra en la que se podía leer en su pecho “Matahombres” junto a algunas marcas comerciales de las que patrocinaban la prueba de mountain bike..., giré a izquierdas buscando la sombra de los edificios, caminando de nuevo hacia el cauce del río, sabiendo donde estaba, sin desorientarme como en los sueños pero sin saber realmente si deseaba hacer lo que había ido a hacer.
Por la tarde sonó el móvil y enseguida reconocí la voz de Alberto, la financiera no había puesto ningún problema, quedamos en que iría el lunes a llevarle la fotocopia del DNI y la entrada, me despedí y al momento volvió a sonar el móvil, era Joa, le conté la peripecia de la mañana y que ya me habían concedido la financiación.
- Que no cariño, a los bancos ni un céntimo a ganar, ya han recibido bastante dinero del estado, que es el nuestro para que encimas te cobren interese y comisiones..., eso dinero te lo dejo yo y me lo devuelves poco a poco.
- Pero...
- Ni peros ni peras, mientras estemos juntos no pedirás un crédito más -replicó Joa enérgicamente, unas horas mas tarde me dejaba los billetes encima del sofá de su casa y yo rompía a llorar..., nunca nadie había hecho nada parecido por mi.
2 comentarios:
Hola Pedro "motero":
¡Ay dios, la crisis de los 40! para que luego digan que es un mito, jeje.
Sobre todo, CUIDADO, mucho cuidado, Pedro...lo que dicen es cierto. Las motos son "esas cosas impertinentes" que se meten por todos sitios y que nunca ves a tiempo ¿o no es lo que pensamos muchos conductores?. Claro que ahora vas a tener que cambiar hasta tu forma de conducir, porque serás más consciente de la existencia "humana" sobre las motos que te cruces.
A mí, particularmente, no me atraen las motos, ni grandes, ni pequeñas. Si con una bici ya era un peligro público, con una moto ni me lo imagino.
Una vez más he necesitado de la calma de la noche, el silencio y un momento de relajación para disfrutar con tu relato. Jamás he estado en Valencia (bueno, una vez pasé en coche, durmiendo, en un viaje de Barcelona a Málaga), pero me ha resultado tan fácil imaginarme la ciudad que he disfrutado de tu paseo.
¿Sabes? dato curioso. El Auditorio de Tenerife también es obra de Calatrava y resulta que cuando estaba en obras, los habitantes de esta ciudad mirábamos ese pico sobre la forma abovedada y pensábamos ¿Será un casco como el de los "conquistadores" españoles? ¿qué diablos será éso? Pues sí, parece un casco, sí, sí, debe ser éso.
¿Viste?...pensamos lo mismo, así que algo de "casco" tiene. Nunca me ha dado por investigar a ver que dice Calatrava respecto al "motivo de su inspiración", pero a lo mejor algo tiene que ver ¿no crees?. Tanta gente no puede opinar lo mismo sin un "punto en común".
Lo de Joa ha sido un detallazo, hay que reconocerlo y conociéndote un poco, estoy convencida que intentarás que el tiempo de devolución de la deuda sea menor a un año. A ver si te lo curras y, al menos, la próxima cafetera la preparas tú, eh?, jeje.
Pedro, cuidadín con la moto mientras no le cojas el tranquillo y siempre mucha prudencia.
De resto, nada más, un besote grandeeeeeee para los dos y le dices a Joa de mi parte que esas "lágrimas" tuyas eran mucho más que agua salada.
Saluditos
Maria..., si que debe ser verdad eso de la crisis de los 40..., pero mira, aquí estoy con Run-run bien tapadita en la carpinteria y dano la nota, la gente se cree que la moto es una Harley y que yo soy un experto motero. "Chaval, te veo como Dios..", me decia un vecino, sonriendo y alucinando,imaginando que yo era un experto motero y gran fornicador..., lo que no sabia es que yo estba temblando mas que el mismisimo motor y que tenia el estomago encogido..., se espero a que saliese y me vió alejarme como si yo fuese el ultimo jinete del apocalipsis o algo así..., en vez de pensar "ahí va un cuarenton inexperto sobre dos ruedas...".
Pues trato de conducir como si fuese en coche, sin salirme de mi carril y anticipandome aún mas, voy tan concetrado que no pienso en otra cosa..., lo de las marchas con el pie tiene guasas, embrague con la mano y el frio enturbiandote los ojos...
Pues si, casco de los conquistadoes..., parece que el arquitecto tiene fijacion por esas formas, personalmente me gustan,me recuerdan a esqueletos, a formas organicas..., otra cosa es lo que NOS cuestan y el uso que se les da, por aquí se dice que casi todas estas cosas del oceanografico, el museo..., que todo es deficitario y que hay que meter dinero todos los meses, con el cirtcuito Ricardo Tormo si que pasa, nos cuesta dinero y NO da beneficios.
Maria, besitos..., y poco a poco tratré de contar como me llevo con Run-run y por que la bautizamos así.
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