Coroné el Collado de la Moreria, el viento sopló con fuerza sobre sus poco mas de 600 metros de altitud y desplegando las alas planeé hasta la Font del Berro, presioné las manetas de freno y desmonté junto a la fuente.
- Una vez le Tele Serra le hizo un reportaje -dijo su hermano- explicaba como hacían el carbón hace años, como preparaban la leña y como vigilaba para que no prendiese.
- A mi me habló de las cabras que pastaban en las laderas de la Vigueta y de cómo cultivaban la montaña con las terrazas hechas de ribazos..., aún me encontré con él un par de veces mas, pero hace tiempo que no lo veo.
- Murió... -murmuró ella.
- Ah..., lo siento.
Estuve allí un rato más, los ciclistas me pidieron la dirección del blog y nos despedimos, ellos empezaron a remontar hacia la Moreria y yo me dejé caer hacia el barranco de Vigueta, los hijos de aquel hombre que había recorrido la Calderona en burro y a pie, los hijos de ese hombre que les había mostrado una Calderona virgen y pura, frondosa y rica..., antes de que los incendios la devastasen..., quedaron en la Font del Berro, no se, imagino que recordando a su padre o a los enormes pinos y a las espesas umbrías que ellos si conocieron..., yo no llegué a tiempo de ver esos famosos bosques de pinos y alcornoques, pero por lo menos aún he llegado a tiempo de disfrutarla y gozarla entre los jóvenes pimpollos que poco a poco van repoblando la serranía, mas allá de esos ostentoso carteles de las empresas privadas que anuncian repoblaciones amparadas en esos curiosos planes de actuación que solo sirven para que bailen las comisiones de unos bolsillos a otros.
A continuación reproduzco aquella carta, no he retocado nada..., pese a volver a leerla, habría añadido algo mas, pero debo mostrarla ceñida a las veinte líneas de rigor que te exigen para publicar en prensa.
CARTAS AL DIRECTOR.
RIBAZOS EN LA CALDERONA.
Este sábado me adentré con mi bici de montaña en la Sierra Calderona por unos caminos forestales que salen a la izquierda del repetidor de telefonía móvil que se levanta junto a la explotación de naranjos El Pinot. Serpenteé entre algunos chales, levante los ojos hacia los peñascos marronaceos que se cernían sobre la estrecha pista, atravesé el pedregoso lecho del barranco y sentí cierta tristeza, supe que cuando se ejecutase el PAI sobre las fincas de cítricos todo esto desaparecería. Apreté los dientes y continué pedaleando, ese sábado necesitaba más que nunca de la sierra para relajarme, para contarle mis problemas, para dejar que mi mente se liberase de la presión que había sufrido durante la semana..., ella me acogió con unos tonos apagados, con las pistas secas y polvorientas, con las hierbas amarilleadas, pajizas, con calor y con agua cuando paré a la sombra de la Font del Berro, después de coronar el Collado de la Morería y dejarme caer hasta la fuente. Desmonté y esperé unos segundos a que se llenase la garrafa que recibía el escaso caudal. “Llena hombre, llena...”, el hombre la apartó y pude beber, me senté en una bancada excavada en la misma piedra de la sierra y el hombre señaló hacia el barranco de Vigueta. “¡ay..., quien te ha visto y quien te ve...!”, exclamó. Entablé una calmada y amena charla con él, me habló de cómo se vivía en la sierra hace sesenta años, el aspecto que tenía..., pero lo que más me impresionó fue el origen de los ribazos, de esos muretes que jalonan muchas de las laderas de la sierra. Picaban a mano la montaña y con las piedras que salían los levantaban, en esos bancales cultivaban vid, plantaban higueras, ciruelas de montaña, almendros..., el cielo regaba y después bajaban a las poblaciones cercanas a vender los frutos cargados en caballerías, a pié por los senderos..., y la Calderona volvió a fascinarme. (julio de 2006)
2 comentarios:
Qué ilusión hace que alguien te hable de tu padre ¿verdad?
Para esa chica eso le habrá dejado mejor recuerdo que compartir un rincón que el frecuentaba.
Todo cambia, pero hay cosas que nunca cambian, por fortuna.
Un abrazo y a seguir bien.
Hola Josep..., yo tambien me emocioné un poco, fué muy curioso, ese encuentro casual con gentes que hundian sus infancias en estas montañas. Y como bien dices le debió quedar una hermosa impronta..., claro, es que yo hablo con todo el mundo.
Venga Josep, a continuar observando a nuestro alrededor y a seguir conbtandolo.
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