Remontar en bici de montaña hasta la cima de Rebalsadores el primer dia del año era una saludable tradición que habia abandonado, pero esta mañana he vuelto a trepar hasta su cima, larga, casi plana y con una orografia que siempre me ha recordado al lomo de un toro de lidia.
Ya de niño lo contemplaba y su azul intenso me confundía, no se veía verde, siempre era azul, salvo aquel año en el que las nieves lo cubrieron, fue la primera vez en mi vida que vi la nieve, pero era un niño y aquella cima quedaba muy lejana para alcanzarla con mi BH.
Hoy he vuelto a aquella cima y la he encontrado batida por un viento que llegaba desde las tierras del interior y que limpiaba de brumas los horizontes. Desde allí arriba la vista no tenía limites, el mar parecía al alcance de la mano, la Albufera se dibujaba plateada y las serranías del interior emergían azules, nitidas, despejadas..., pero con algunas manchas grisaceas que delataban el paso brutal de los incendios de los ultimos años.
Recuerdo un año en el que Rebalsadores apareció envuelto en nubes bajas, era invierno y lucia el sol en las tierras bajas, pero la cima se perdía entre la bruma. Decidí subir con la Bicipalo y allí arriba me encontré con un autentico vendabal de nieve y hielo, la cima parecía haberse trasladado al Pirineo o al Nepal y la ventisca azotaba a los jovenes pinos y a las coscojas. Recuerdo que di media vuelta y que conforme descendia iba dejando atrás a aquellas cortantes nubes y a los regueros de barro y hielo..., llegó un momento en el que volví a pedalear bajo el sol invernal, eché pie a tierra y volví a mirar hacia la cima, continuaba envuelta en aquella tormenta blanca.
Fue una experiencia fantastica que hablaba de los montes y de las nubes, de las serranias y de las ventiscas, de las alturas y del frio..., de la Vida oculta de las montañas.
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