Al salir de Valencia con la ranchera eché un vistazo al cielo y sentí cierta angustia y algo de tristeza al ver como la nube ocultaba el sol. La tarde perdía su luminosidad y empezaba a llover sobre la tierra y sobre la Sierra Caderona, sobre mis ropas y sobre los pelajes de Mia y de Nortón.
Una lluvia debil que empezó a jugar con mis sentimientos y que igual me hacia sentir escalofrios que me hacia sonreir cuando entre sus gotas asomaba el sol, cuando otra nube corria a ocultar la luz y cuando después escapaba dejando que el sol vespertino atravesase esas gotas de lluvia para convertirse en un precioso arco de colores.
Norton y Mía corrían bajo él y yo volvía a sonreir al verles dar la vuelta al algarrobo y enfilar hacia donde yo estaba. Volvió a repetirse la escena que tanto me inspiró mientras escribia sobre los perros flacos. Norton me pasó rozando y pude escuchar el golpeteo de sus almohadillas, después saltó el charco limpiamente y tan solo se desprendieron algunas gotas que apenas si distorsionaron el reflejo del pinar.
La lluvia duró poco, lo suficiente para volver a hacerme sonreir y para poder disfrutar de ese momento, tan hermoso como el que me esperaba hoy, cuando la Bicipalo y yo hemos remontado por el barranco de Vigueta.
La Caderona murmuraba derramando el agua que durante esta semana habia caido sobre ella, el riachuelo gorgojeaba y sus burbujeos trepaban por las lajas de rodeno y se extendían por la garganta del barranco, por la pista rojiza y humeda. Era un sonido precioso, tan natural que me ha relajado, que me ha hipnotizado y que ha desenterrado el instinto ancestral de la vida.
El sonido del agua resbalando era sinonimo de vida, el sonido del agua corriendo decidía donde asentarse, donde vivir, donde prosperar. Movia a la felicidad, a la dicha y la sonrisa que nuestros ancestros descubrían en esas aguas cristalinas después de saciar su sed.
He bebido agua en la Font del Marge, he disfrutado de la calma, del momento, de los enormes eucaliptos, incluso he esperado a escuchar el repiqueteo de algun picapinos pero ya era mucho pedir para un día en el que incluso he visto a las nubes como con vida propia, como si les pudiese preguntar, como si fuesen manadas de ungulados en eterna migración.
Estaban hermosas, allí en los horizontes, por encima de unos pinares que llenaban de polen verde la límpida atmósfera.
7 comentarios:
Hermoso tu relato y bellesimas las fotos.
Gracias, por compartirlos, hoy!
Saludos !
Leyendo tu momento, me he visto a tu lado... cómo envidio esos momentos de paz...
Un saludo Pedro.
Marga, apenas si duró ese arco iris, pero me dio tiempo. Y si llegó a disparar el movil un poquito antes, Norton habria salido mas centrado...,pero la verdad es que ha salido una foto muy especial.
Tapestry, mientras lo escribia pensaba en tu momento bajo la nevada.
Muy buenas las fotos Pedro. Me encanta la del charco...con una buena cámara darías miedo...
Hoy he visto (y fotografiado) tus lirios del Campillo...a ver si me inspiran y escribo algo.
Un abrazo compañero.
Jesús...., esos lirios estarían esplendorosos. Yo los fotografio todos los años y siempre les escribo algo....., a ver que dice esa tercera persona del singular.
Y otro abrazo..., que pareciamos dos osos. Por cierto, que nadie sepa que hablabamos por móvil a menos de diez metros el uno del otro.
Tranquilo que lo del móvil queda entre nosotros.
Por cierto en el cole de Blanca ya sabe todo el mundo que hay una perrita que se llama Mia que bucea y se sube a los árboles...
Me encantó que vinieras con tus hijas, Jesús...,aunque sufría cuando Blanca jugaba con Mía, la perra jamás mordería pero como tiene la mania se levantarse...., pero la chiquilla aguantó, lastima que no estuvieran Cecil y Piper, habria sido genial.
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