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Alberto y Paúl sacaban las cabezas por las ventanillas y señalaban hacia
el bando de grullas, que poco a poco iba perdiendo altura. Las aves apenas si
batían esas alas en forma de arco y se agrupaban en bandos sueltos, en forma de
uve. Lentamente iban atravesando el cielo de la meseta y escorándose hacia las
espadañas, hacia los juncos, hacia esos macizos de tallos estilizados y que
amarilleaban un poco antes de sumergirse en las aguas que surgían en mitad de
las interminables planicies.
- Estamos justo debajo de ellas –anunció Paúl, con la cabeza colgando
fuera del todoterreno y mirando hacia arriba, conduciendo con una mano y
echando vistazos al carril- ¿no las
oís..?.
- Vamos a acabar en un sembrado –murmuró Carmen sin poder contener una
sonrisa.
Lucia cabeceó sonriendo y también se asomó, vio a su padre con el cuello girado hacia
arriba, sonreía y se balanceaba con los pequeños baches. Lucia también alzó los
ojos y las vio muy cerca, escuchó un sonido peculiar, el graznido de esas aves
iluminadas por el sol del ocaso, los haces de luz difuminaban sus tonos blancos
y grises para volverlos entre anaranjados y dorados. Pudo distinguir las patas
finas como los juncos, sus vientres y el diminuto ojo negro de unas de ellas
cuando ladeó la cabeza y miró hacia abajo. Se mordió el labio y negó con la
cabeza, incapaz de imaginarse a si misma en ese momento, miró hacia atrás y vio
al Vitara de Paúl, Elena también tenía
la cabeza fuera del pequeño todoterreno, sonreía a las aves y a ella misma.
Suspiró y volvió a acomodarse con los ojos vidriosos.
- Es verdad, las tenemos encima –concedió Lucia.
- Anda, deja que mire yo –pidió Alejandra.
Se cambiaron los asientos y Alejandra también las pudo contemplar
incendiadas con el sol otoñal, con ese sol que casi era el del ocaso, el del
final del día. Las grullas volaban y convergían allí, en aquellos carrizales
que surgían de una meseta que había perdido el verde invernal por la
luminosidad de unas lenguas de sol que reptaban murientes, retrayéndose a
medida que el astro incandescente descendía.
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