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No me canso de observarlos, de seguir con la mirada el vuelo rápido de los vencejos, el batir nervioso de sus esbeltas guadañas, que quizás vuelan demasiado altas como para segar el grano…, nunca los he visto volar sobre los mares verdes de las espigas, pero a sus parientes las golondrinas si la he visto volar sobre ellas, o sobre los bancales abandonados y ocupados por espesos pastos de gramíneas que amarillean pasada la primavera y llegados los primeros calores. Incluso ellas, las golondrinas, han hecho vuelos rasantes delante de la Flaca, mientras pedaleaba por las rutas de siempre. Las he contemplado sonriente, viéndolas a menos de un palmo de altura sobre el asfalto para después remontar hacia el cielo. Y aquí mismo, en el viejo cauce del Turia donde vuelvo a encontrarme con las golondrinas, vuelan rasas sobre el cesped, fintan entre los arboles y pasan ante mis ojos..., que no se cansan de observarlas.
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Estos últimos días me encuentro con ellas en el viejo cauce del Turia, también observo a los mirlos que picotean entre las gramas, entre el césped que se ilumina con el sol del amanecer…, parece tan vivo, tan rico, tan natural…¡¡¡¡. Y por encima de ellas, por encima de las cotorras aclimatadas, por encima de las tórtolas y de las palomas me encuentro con ellos, con los vencejos…, escucho sus chillidos tímidamente entre el murmullo de una ciudad que despierta y que observo y percibo desde ese islote de naturaleza que es el viejo cauce del Turia, ya sin agua, ya sin cañas, ya sin vegetación de ribera…, pero aún con el frescor de ese cauce que durante milenios regó y anegó periodicamente estas tierras.
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El vencejo caído ni se ha movido, ni se ha asustado. Lo he cogido con cuidado y su temperatura alta me ha sorprendido, me han vuelto a fascinar la longitud de sus alitas, la cabecita pequeña, la puntita del pico, sus amplias comisuras concebidas para alimentarle como las ballenas con sus barbas, ellas con el placton marino y ellos con el placton aéreo. He observado que estaba limpio de parásitos y que tan solo un hilito se enredaba a unas de sus patitas, pero se alargaba y terminaba dando la vuelta a una de sus alas. Lo he desenredado y durante unos instantes he dudado de que pudiese volver a volar, pero le he dado un leve impulso y he abierto mi mano…, el vencejo ha desplegado sus alas y se ha elevado hacia la vieja fachada de la antigua cárcel modelo de mujeres de Valencia, ha pasado por encima y se ha fundido con las nubes bajas…, he sentido un escalofrío y no he podido evitar derramar alguna lagrimilla
4 comentarios:
Cómo te gustan esos "rasga cielos"!
Me alegra que cayera en tusmanos el vencejo liado.
Me consideré afortunado esa mañana..., parecía que me estaba esperando, fué emotivo, ademas ese no era su lugar, era el cielo, rasgandolo como bien dices. Pero me sorprendió comprobar que ese inofensivo pedacito de hilo iba a acabar con su vida, algo tan extraordinario y hermoso.
Un abrazo Goyo, por cierto, he instalado una cajita en la fachada de mi casa, a ver si anidan.
Debe ser específica para vencejos. No anidarán si es una caja de anidación para paseriformes. Y debes colocarla en un lugar elevado del suelo al menos 6 metros.
Si quieres más infomación escríbeme un correo y te mando cosas.
Un abrazo para ti también...
La he colocado en el tercer piso, la verdad es que la hice deprisa y corriendo, horrorizado por no llegar a tiempo, me he basado en los huecos que observo en las fachadas donde anidan. También me he enterado de que llegan por oleadas divididas en machos reproductores, hembras, jovenes sin pareja y que ocupan la ciudad por zonas...., es muy interesante.
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