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Recreándose en un hecho real, acaecido en Sierra Morena a mediados de los años cincuenta, Gerardo Olivares, director y guionista, nos cuenta la vida de Marcos, un chiquillo, hijo de pastores, que es vendido a un señorito cordobés en compensación por la perdida de cinco cabras durante un ataque de los lobos…, y es así, cuando en la sala se termina de hacer la oscuridad, cuando los títulos de crédito se van sucediendo en la pantalla, cuando percibimos el aliento de los lobos y sus gruñidos, después, unos planos de las montañas de la sierra de Cardeña envueltas en brumas, en nubes bajas que se funden en los vastos alcornocales que en todo momento llenarán las secuencias del film.
En los primeros minutos los dos hermanos se mueven felices y parlanchines entre las cabras, que las arrean a gritos, a pedradas o usando la onda. El acento sureño llena las conversaciones entre los nenes y las imágenes nos muestran el entorno que en todo momento dominará la pantalla, riachuelos, pozas, losas de roca cubiertas de líquenes, los alcornoques…, hasta el ataque de los lobos. Llama la atención como los críos se defienden con sus cayados, unos gruesos bastones casi tan altos como ellos, como luchan contra el ataque…, quizás algo lento y poco dramático, apenas si se ve la sangre y no hay ningún plano de los lobos con los belfos manchados.
Gerardo Olivares escribe un guión ágil, filma una película que no se hace lenta, pese a durar casi dos horas…, es difícil resumir la vida de un niño viviendo a solas en la serranía durante diez años y ante todo sería poco comercial, pero se echa de menos los silencios y el tempo de la naturaleza.
En el filme el invierno tarda en llegar y dura muy poco en proporción a la duración del metraje, los planos generales de los paisajes y de las montañas son demasiado cortos y en ocasiones la música desvirtúa lo que debió sentir Marcos durante esos diez años…, ante todo la soledad una vez muerto el Atanasio, el cabrero que vive en una cueva y que se hace cargo de él. Y de nuevo, en la cueva primigenia se filman las mejores secuencias alrededor de un fuego, que en palabras del cabrero siempre debe de estar vivo.
Atanasio regresa de comprobar sus trampas y deja caer ante Marcos un conejo por despellejar…, el crío, de una mirada y unas expresiones que terminan embelesando a la cámara y al espectador, trata de hacerlo con una hachuela, pero desespera y termina dormido entre los restos descuartizados del conejo. A partir de ese momento el niño seguirá al cabrero, aprenderá a cazar con trampas, a convivir ante la omnipresente presencia de un precioso búho real que lo acompañará durante todo el rodaje.
Pero el cabrero muere, posiblemente de pulmonía…, muere recostado sobre un prado primaveral, bajo los rayos de un sol que duran demasiado, quizás hubiese sido mas adecuado situar esa muerte en medio del crudo invierno, en medio de alguno de los muchos temporales que Marcos debió vivir, bajo las cortinas de agua otoñales, en medio de esos silencios eternos que llenan de vida las montañas.
Se echa de menos la fotografía del otoño, algún plano detalle de la vegetación, del deshielo, del despertar primaveral…, pero el director prefiere apoyarse en la calida y brillante interpretación de un niño que llega a convivir entre lobos, a entenderlos, a escalar en su jerarquía.
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Muerto el cabrero, Marcos decide enterrarlo, pero antes levanta los ojos y descubre a decenas de buitres sobrevolándole…, los mismos leonados que una horas después le miraran retadores directamente a los ojos…, es una hermosa secuencia que Olivares enlazará mas tarde cuando llegan los empleados del señorito cordobés y buscan al cabrero y al niño.
“Entrelobos” nos hablará también del maquis, de las personas que se echaron al monte después de la Guerra Civil y los presenta surgiendo de la noche y entrando en la cueva de Atanasio, a contraluz y con los mosquetones colgados al hombro. Poco a poco la Guardia Civil los irá cercando, pero durante la película, el último maquis ayudará a Marcos en apariciones fantasmagóricas, algún plano del gatillo, de la bocacha del fusil de cerrojo…, hasta que la serranía vuelve a quedar vacía de hombres, hasta que Marcos, llamado por los lugareños “El Brutamonte” es acusado de ayudar al maquis.
“Entrelobos” nos asoma a una forma de vida ancestral, nos recuerda como de manera casual Marcos aprende a hacer fuego con dos piedras, nos enseña como usar las cortezas de los alcornoques como cuencos, como la caja donde guarda su inseparable huron o como las alas que se fabrica ya de adolescente y con las que intenta volar saltando desde un cortado. Nos muestra también como usa la cuerna de un ciervo como pequeña azada para desenterrar tubérculos silvestres o las fibras vegetales como cuerdas o como bálsamos contra el dolor, pero hervidas en ese cazo que siempre pende sobre el fuego primigenio.
Puede que “Entrelobos” aburra al publico joven, una historia contada en la soledad de la serranía no puede tener un ritmo artificial o trepidante, pero Gerardo Olivares logra un equilibrio agradable y atractivo, no profundiza en la relación entre homo y la naturaleza, entre los sentimientos profundos de Marcos…, pero nos cuenta una historia hermosa y que durante esas casi dos horas nos aleja del asfalto, del ruido, del rumor de la ciudad, de las televisiones, de los locutores…, a cambio del aleteo de las rapaces, de la llamada del búho real o de los escalofriantes gruñidos de los lobos.
El verdadero Marcos..., da la sensacion de que guarda tantas vivencias en esa mirada.
Todas las imagenes pertenecen al blog del director.
6 comentarios:
Muy buen resumen y valoración personal. Y una tarde muy agradable.
Hace poco que supe de esa historia, cuando grababan la película y me pareció muy interesante la vida que tuvo que llevar Marcos en el monte.
Habrá que verla.
En la mirada de ese hombre adivino más melancolía que felicidad por haber sido "liberado". Cuando uno "es" naturaleza dudo que no la añore.
Un abrazo.
Goyo, que te voy a decir, quizás la fotografia la encuentres algo pobre, sin embargo los planos de Marcos te enamoraran, es un gozo ver como ese chiquillo añade dulzura a una historia tan dura.
Josep..., Marcos es guarda en una finca forestal, ha vuelto a esos entornos y al final de la pelicula dice que de aquellos años solo recuerda lo bueno o algo así.
Un abrazo a los dos.
Si no se añadieron extravagancias a la historia, como se hacen en las peliculas, pues debo decir que aprendí algo nuevo sobre España, que allá la vida humana tampoco se valoriza mucho....
Hola Anónimo, a una pelicula siempre se le añade alguna "extravagancia" para hacerla mas digerible, pero en esencia la historia fue así y realmente la vida de aquellos pastores y de aquellos braceros no era muy valorada por los "amos", "señoritos" y "terratenientes" de la época, realmente valía mas la carne que podía dar esa oveja que el salario del pastor.
Y gracias por visitarme y hacer elcomentario.
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