¡Pam, pam, pam....!, los tres tiros de la repetidora sonaron uno detrás del otro, alcé la cabeza y lo vi encoger sus alas y empezar a caer, ya muerto y acribillado por los perdigones. El tordo fue a morir a los pies del cazador mientras el compact disc seguía lanzando sus mortales trinos.
Norton se estremeció a mi espalda, Mía encogió la cola gimoteando y Cecil y Piper miraron hacia esa silueta disfrazada de verde y armada que nos miraba a menos de cien metros del camino y a menos de cien metros de sus furgoneta.
- Hala venga, vamonos.
El galgo metió su largo hocico entre mis piernas y siguió mis pasos, mi rastro, mis huellas, con la cabeza gacha y escuchando los centenares de tiros que resonaban desde los campos y desde los pinares.
Fuimos dando el paseo, atravesando los naranjos, moviendonos entre las lindes de los baldíos, pasando entre las colmenas que reposaban bajo un pinar y volviendo a sonreir cuando descubrí a tres hermosos champiñones silvestres emergiendo entre la pinocha.
Y ya a medio camino, Piper salió corriendo, Nortón se asomó entre mis piernas y los dos vimos al mismo tiempo al conejo.
- ¡Ahí va, ahí va...!.
El medio galgo perdío durante unos instantes el miedo, el pavor a los tiros y engalgó, tardó muy poco en perderse entre el monte bajo, apareciendo y desaparenciendo, olisqueando y corriendo guiado por los saltos de Mía. Me gustaba lo que veía y lo encontraba natural, no habian engaños ni disparos, ni escopetas ni compact disc simulando el canto de las aves, era un lance ancestral que perdieron los depredadores y que ganó el conejo, como suele ocurrir cuando la naturaleza no está contaminada por homo.
¡Pam, pam, pam...!, reconocí los tiros de la escopeta y no pude entender la satisfaccion que podría existir ese hombre al matar de esa forma tan mezquina y ruín, al pasar horas sentado, esperando a que las aves entrasen confundidas por el canto artificial.
Norton, Mia, Cecil y Piper también reconocieron los disparos y dejaron el bosque para volver a guarecerse a mi alrededor.
P.D. Mientras escribia esto seguía escuchando los disparos y el canto de algunas aves, los silvidos de los estorninos e incluso el gorjeo acatarrado de alguna urraca..., pero que por lo menos eran reales.
4 comentarios:
Hola Pedro.Y yo me pregunto¿esos reclamos son legales?
un saludo
No son legales,Oscar, pero creo que otra cosa es usar una especie de silvatos que simulan ese canto. El cazador observa y cuando ve aparecer la pieza, silva tratando de atraerla. Esta forma me parece mas etica que no tener un cd a todo trapo.
Seguramente serán los mismos disparos que escucho a pocos metros de los caminos cuando los recorro con la bici.
Los mismos disparos que despiertan a mis hijas los fines de semana.
Los mismos disparos que hacen que los cables de la luz de mi calle parezcan el corto de Pixar Pajaritos...
Lo siento, lo intento pero no logro acostumbrarme...será que me hago mayor.
Claro que son esos mismos disparos, Jesús, pero además es que te lo puedo asegurar porque cuando paseo toco algo del termino de La Pobla. Norton tampoco se acostumbra y ya lo ves en las fotos, pegadito a mis talones y sin separarse.
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