He oido la lluvia durante la noche y al amanecer aún corria el agua, aún se deslizaba por sus torrenteras y por las pequeñas gargantas que atraviesan el Pla de Colom, a los pies de la Sierra Calderona.
Paseaba con la manada y observaba el rastro, esos regueros de agua cristalina y pura que resbalaban por sus regatos milenarios y que llenaban de frescor y verdor algunos de esos rincones que considero míos, como si solo mis ojos pudiesesn descubrirlos entre la vegatación de secano. Contemplarlos me ha hecho feliz, los observaba sereno y relajado, escuchando el timido gorjeo del agua y contemplando sus destellos a un sol que ascendía deslumbrante.
Algunos de los riachuelos estacionales ya habian entregado toda su agua a las entrañas de la tierra y me dejaban ver sus huellas sobre la tierra rosada. Ha sido curioso observar como cada pequeña piedrecilla, como cada canto diminuto, como cada china era capaz de crear una turbulencia que dibujaba sobre el barro un surco, una linea..., como los destinos de las personas, como si cada piedra fuese un acontecimiento en la vida que dejase una impronta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario