Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

viernes, 16 de diciembre de 2011

SE VENDE LA TIERRA, SE PIERDE LA ILUSION, en "Diario de Homo".


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Cuando he visto el cartel colgado de la malla metálica he sentido pena y súbitamente he recordado el rostro de ese agricultor con el que este verano charlé alguna vez, siempre al amanecer, al alba, con el escaso fresco de la amanecida. Su rostro reflejaba tristeza, fatiga y su tono de voz sonaba a lamento, me decía que años atrás, él y su familia vivían decorosamente de los frutos de esos naranjos, sin embargo, todo había ido cambiando inexorablemente…, hasta el punto de colgar ese cartel, que el viento intenso de la tarde removía como tratando de arrancarlo.


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La manada correteaba con el sol enterrado bajo los oscuros nubarrones que corrían empujados por ese vendaval que zarandeaba los pinos y que los hacia aullar, casi como lo haría un mar embravecido barriendo una y otra vez las indefensas playas.

Observaba a los perros, a Norton, a Mía, a Cecil, a Piper, veía como corrían ajenos al viento, a la tarde antipática y desagradable, corrían entre los matojos, aparecían y desaparecían sin haberse fijado en el cartel y sin apercibirse del fulgor rosado que llenaba el cielo sobre Valencia, aunque poco a poco, las nubes bajas iban avanzando oscuras, casi negras, muy por debajo de esas nubes altas que yo observaba convenciéndome de que eran auroras boreales…, como lo haría un niño.

Regresábamos ya de noche y he vuelto a pensar en el agricultor, me decía que todo era una lucha continua, un esfuerzo continuo para malvivir…, todo había cambiado tanto. Incluso los conejos y las urracas se aliaban contra ese hombre que pasaba horas y horas entre sus mimados naranjos. Podando, quitando brotes, fumigando, vigilando y controlando los goteros que esos conejos roían cuando el calor apretaba en verano o que las urracas arrancaban con sus poderosos picos. Terminé reconociendo su furgoneta y adivinando sus horarios, seguí cruzando algunas palabras con él, escuchando su lamento, la queja de un hombre de campo que podía luchar contra las plagas o contra la sequía, contra las heladas o contra el granizo…, siempre había sido así, la tierra era generosa si la misma Naturaleza era bondadosa.

Pero la expresión de ese hombre hablaba de la fatiga y del desanimo de quien ya no tiene mas fuerzas para seguir trabajando la tierra. Me confesaba que era muy duro llegar al campo y verlo arrasado, sin una sola naranja y con los goteros arrancados por los ladrones, con el motor del pozo destrozado para llevarse el cobre o viendo como los intermediarios rechazaban la naranja porque ya no había sitio en el mercado para ella.

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. La silueta borrosa es Mía corriendo.

Llegó a injertar todo el campo y volvió a esperar a que la nueva variedad fructificase, llegó a plantar nuevos naranjos, pequeños y delicados, envueltos en sus cilindros…, eso me lo contaba este verano, pero el cartel me acababa de contestar, era una señal muda, el rastro triste del hombre rendido como el mismo día a la noche que llegaba removida por el viento.

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