A Chercross, para que sepa un poquito mas de esa vieja carpintería que
no pudo visitar en Fallas.
A Santi por su grandeza y humildad cuando me dijo que echaba de menos
mis escritos.
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Estoy montando un pequeño sofá de dos plazas y cuando giro la cabeza
descubro a Duna en el rincón, ella parece mirarme trabajar y yo la miro a ella
reposando y admitiendo que me gustan sus colores tan claros, tan poco custom,
ese color de la arena y el ocre del
sillín tapizado en piel, que me gustan los galgos que decoran su deposito y
esos dos escapes tan sinuosos y cortos.
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Suena Maná por la radio y me siento un privilegiado, me siento a gusto
de poder estar trabando junto a ella y junto a la Flaca, que es mi bici de
montaña. Me siento a gusto de tener este local, viejo y cargado de vivencias,
que mi padre me cedió un año antes de morir. El también guardó aquí, hace ya
muchas décadas sus dos motos, su Ossa y su Derbi, las dos de 125 y aquí empezó
como autónomo, montando sus muebles en el patio trasero de la planta baja y
aquí nacieron varias de mis hermanas, aquí vivieron hasta que mis padres alquilaron
un piso en la misma calle, fue entonces cuando mi padre compró la maquinaria y
convirtió el bajo en una carpintería, en la misma que me encuentro ahora mismo.
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La misma que observo impregnada por la impronta de mi padre y de sus
plantillas, de sus dibujos, de sus cañas de pescar. Aquí aprendí este oficio,
aquí me lo enseñó y aquí trabajé junto a él durante muchos años…, y sigo
trabajando y pasando la mayor parte del día.
Vuelvo a mirar a Duna y sonrío, me siento bien cuando la saco de la carpintería
y la arranco sobre la acera, algunos vecinos miran y sonríen, otros se asoman
al balcón más que nada por curiosear. Ya no les extraña verme encima de una
moto, lo normal es que me vean andando o saliendo algunas mañanas a hacer bici
de carretera. Me gusta esta libertad, me gusta poder entrar y salir de la
carpintería, el rodar lentamente hasta el final de mi calle, a pedaladas o
empujado por el v-twin.
Recuerdo las palabras de Eduard Punset en su ultimo libro “Excusas para no pensar”, en él habla de
nosotros mismos, de nuestras reacciones ante la sociedad, ante las
circunstancias laborales, ante el entorno social o familiar y entre muchas cosas
dice que uno de los requisitos básicos para ser feliz es sentir que controlamos
algo de nuestra vida, sentir que tenemos un mínimo de poder sobre nuestra
existencia…, como dejar de trabajar y acercarme a Duna durante unos minutos o
para salir a la calle en las primeras semanas del verano para ver el vuelo
excitado de los vencejos o para salir con la Flaca todos los miércoles por la
mañana.
Sigo montando el sofá, escuchando algo de música…, a solas en la vieja
carpintería, pero con las dos, con Duna, con la Flaca, entre recuerdos que
lentamente se desvanecen en el tiempo y otros muy recientes, como cuando mi
sobrino trabajaba sobre Duna y la dejaba a mi gusto…, no puedo evitar ser
consciente de mi edad, del paso de los años y de que es muy posible que estuviese
mirando a mi sobrino como lo hacia mi padre conmigo hace muchos años.
2 comentarios:
hola pedro,cuanto tiempo,acabo de leer esta pagina y yo, no es que lea mucho,pero todo lo que escribes me gusta.
un saludo amigo
Me alegro que te guste, esta pagina en particular la escribí porque surgió en la misma carpinteria, hay momentos en los que sientes cosas y esas cosas hay que escribirlas.
Y otro saludo para ti...., anónimo grato.
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