Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

sábado, 12 de marzo de 2011

EL NIÑO INMENSAMENTE RICO en "Diario de Homo".

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Así me sentí el viernes por la tarde unos minutos después de salir de mi casa, como huyendo, escapando de la angustia que me invadía segundo tras segundo, gota tras gota de la lluvia que había robado la luz del atardecer.

Padre ya no ocupaba su sitio en el sofá, madre miraba atenta las imágenes de la televisión y yo me preguntaba si me importaban algo las vidas y los asuntos de los personajillos que aireaban sus intimidades ante la audiencia.

Salí de casa para olvidar, para evitar hundirme en esa tristeza que los últimos viernes que desde que faltó el papá me ahoga…, y caminé rápido bajo la fina lluvia, busqué el cobijo de las calles impersonales, empapadas, sentí el viento húmedo por encima del pasamontañas y el sonido típico del tráfico rodando sobre el asfalto mojado cando me asomó a la Avenida de Fernando el Católico. Recordé que allí había una tienda de maquetas y me paré ante el escaparate, después miré hacia el interior y descubrí algunas motos en la parte alta de una de las estanterías, decidí entrar por si diese la casualidad de que tuvieran alguna Virago 535.

- Voy a ver las motos –dije al entrar y la señora me sonrió.

Alcé los ojos y no la encontré, después miré hacia abajo y vi algo que me hizo sonreir, algo que destacó entre las cajas de los carros de combate, entre aquellos Tiger y Leopard que de adolescente me entusiasmaban, algo distinto entre los dioramas que reproducían secuencias de la Segunda Guerra Mundial, algo que se acercaba a los míticos cazas alemanes e ingleses de esa misma guerra, algo que surgió en la mente mas brillante y genial de los ultimos siglos…, la máquina de volar de Leonardo da Vinci.

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Sonreí, cogí la caja y algo se removió entre mis recuerdos de niño, sensaciones débiles, distantes en el tiempo, lejanas y ya tibias, como vencidas después de tanto tiempo sin despertarlas, sin alimentarlas con la pasión, con la emoción. Dudé, la volví a dejar y la volví a coger, me encaminé hacia el mostrador y mientras esperaba paseé la mirada por la tienda. Vi una vitrina en la que se exponían reproducciones de pistolas automáticas y de un fusil de asalto, de un Armalite, me imagino y volví a recordar la emoción que me embargó hará algo mas de veinte años, cuando descubrí en el escaparate de una pequeña tienda de maquetas en la calle del Mar, la maqueta de una Mauser. Por entonces no era un niño inmensamente rico como ahora y tuve que pedir el dinero a mi padre, compré aquella replica a escala 1/1 y gocé descubriendo sus mecanismos internos, pintándola, envejeciéndola…, por fin tenía en mis manos algo que tanto había deseado, anhelado, algo que solo existía en las revistas de armas y en las enciclopedias y en el despacho del teniente coronel del Parque de Artillería de Valencia.

Recuerdo que seguí comprando aquellas reproducciones, incluso hice un panel tapizado en terciopelo rojo, lo colgué en mi habitación y allí coloqué todas las pistolas, incluso un AK-47…, un tiempo después lo regalé todo, quité los pósters, incluso dejé de renovar el permiso de armas de tiro olímpico y me dediqué a la bici de montaña, a acompañar a mi padre y a mis sobrinos a pescar.

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Me había sentido como un niño inmensamente rico en esa tienda de maquetas, podría haber comprado muchas de esas maquetas y había recordado mi niñez, incluso escuché la breve conversación de un padre con el hijo, acudían juntos a la tienda y por lo que oí el sábado pretendían volar algún avión.

- Mañana lloverá… -advertía el padre- ¿vamos el domingo…?.

- El domingo tengo futbol… -murmuraba el hijo.

Seguía lloviendo mientras regresaba a casa, el tráfico continuaba levantando cortinas de agua sucia y se escuchaba algún petardo que resonaba entre las calles o en el viejo cauce del Turia.

5 comentarios:

Ars Natura dijo...

Hiciste buen cambio en favor de la bicicleta y tu familia.

UN abrazo.

Pedro Bonache dijo...

Es cierto Goyo, no lo hice de una manera consciente, no renuncié a nada, simplemente los años iban pasando y yo me encaminaba por distintos senderos..., es curioso, ahora perviven los caminos entre pinares, entre lirios, entre tomillos, entre las montañas que me vieron crecer desde niño, azules y distantes.
Un abrazo Goyo.

Mª Carmen Callado. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mª Carmen Callado. dijo...

¿Qué sería de nosotros sin el asalto de nuestro niño interior a los días que se suceden con la prisa que nos acompaña desde la edad adulta?.
Me gustan, como siempre, los relatos que nos regalas de recuerdo y niñez. Porque quizá es el mejor retroceso del que nos podemos acompañar.

Un abrazo.

Pedro Bonache dijo...

Pues si Lara, el tiempo ya vuela ante mis ojos y el niño perdido despierta de vez en vez y se sorprende de poder comprar un maqueta sin consultar a nadie, aunque tambien se sorprende de la dificultad para leer la instrucciones o del dolor de espalda nada mas empezar a pedalear...., ainssss, dichoso tiempo que no para.