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Imaginó que hará mas de dos años de la breve charla que mantuve con Juan Antonio, un amigo de la infancia y vecino. El vivía en la primera puerta y yo en la sexta. Muchas veces le oía jugar con sus otros tres hermanos, dos chicos y una chica. En verano solían colocar una piscina hinchable en la terraza y sus chapoteos me llenaban de envidia, a veces bajaba a jugar con ellos y recorría aquella casa hasta la terraza como si fuese otro mundo, no olía como la mía, su madre tampoco era como la mía y Juan Antonio no era como yo, era audaz, travieso, vivaz, casi temerario. Recuerdo la visión de mi amigo trepando hasta el techo del pasillo utilizando sus brazos y sus piernas, haciendo presión sobre las paredes, manchándolas con sus zapatillas y riendo desde ahí arriba, como tocando el cielo en un gesto de rebeldía supremo. Hasta que su madre, una mujer delgada, de tez oscura y cabellos negros, irrumpía en el pasillo y lo descolgaba del techo a escobazos, a grito limpio que solo causaban la risa de mi amigo y la huida con la agilidad de un gato callejero…, creo que al final la madre también reía y aquello me confundía, hasta que Juan Antonio me empujaba dentro de aquella pequeña piscina de agua recalentada bajo el sol del verano y algo turbia.
Pero el Juan Antonio que tenía frente a mi había ganado bastante peso y su voz era algo afónica…, pero sonreía con los restos de aquella audacia, de aquella rebeldía, de aquella temeridad infantil…, y me enseñaba una varilla roscada mientras echaba miradas a una custom que reposaba frente a la ferretería de mi calle.
- Es la de mi exnovia, pero como a mi me viene pequeña le estoy adelantando los pedales para poder ir cómodo.
Yo no entendí nada de lo que me decía y tampoco identificaba aquella custom negra y cromada que se dejaba manipular por mi amigo.
Escuchando el corazón de Agata.
Hace unos días aparcó justo enfrente de mi carpintería, en el mismo momento que yo llegaba con Ágata de las Tierras Altas. Ya le había hablado del regalo que me habían hecho y cuando vió a la Virago 535, cabeceó sonriendo.
- Vaya regalito te han hecho, Pedro…, ponla en marcha.
Ágata arrancó y Juan Antonio se agachó hasta pegar su oreja al v-twin, solo le faltaba un fonendoscopio, dio un par de acelerones, acercó la palma de sus manos a los escapes y después reguló el tornillo del relentí hasta que la Yamaha sonó tímidamente a Harley, a la sporster que le había comprado a su exnovia y a la que había adelantado artesanalmente los mandos.
- Me da la sensación de que quieres que suene como tu Harley.
Juan Antonio alzó los ojos y sonrió picadamente.
- Nunca podrá sonar igual…, pero parecido, ahora suena a más custom, antes la tenías un poco acelerada…, pero la moto está entera, ¿y esto…?.
Señaló la especie de suplemente de sillín que había colocado sobre el asiento original.
- Es que he tenido que suplementar hacia arriba el asiento para poder retrasar el culo y así no llevar las piernas tan flexionadas, es que los mandos me quedan muy cerca.
- Si, lo mismo que me pasaba a mi con la sporster…, pero tu lo tienes fácil, yo me las vi putas. Mira sueltas este subchasis en el que van anclados los pedales, lo cortas y encargas que te suelden otra pieza de unos diez o doce centímetros, lo llevas a cromar y por unos sesenta pavos ya tienes los mandos avanzados.
No me atreví a confesarle mi ignorancia durante aquella conversación sobre varillas roscadas, sobre pedales que se adelantaban…, pero empecé a entender y a comprender el brillo de sus ojos, la sonrisa, el placer de manipular a las motos, el de trasformarlas, el de acercarlas a nosotros mismos, como si ellas fuesen humanas, como si tuviesen sexo y todas fuesen hembras.
Y sentí miedo, una de esas angustias mías que me asaltan cuando por alguna extraña razón considero que el apego a lo material es malsano porque me aleja de una realidad como más sería de la que no me debo olvidar. Son sensaciones difíciles de explicar con palabras y mas de confesar…, pero muy poco a poco me voy liberando, poco a poco voy comprendiendo que el placer no tiene que ser precedido por dolor o sufrimiento obligatoriamente.
Con la Bicipalo o con la Flaca, ese placer casi siempre es precedido por el dolor de la pedalada, por el sufrimiento en esas montañas de la Sierra Calderona o por los puertos de asfalto…, eso si, pero es un sufrimiento vivificante, por lo menos ahora que llevo casi una década dándole a los pedales y tengo algo de forma.
Si tuviera sexo sería nuestra mujer perfecta o el hombre perfecto de ellas, de las moteras.
Hace dos años no compartía el entusiasmo de Juan Antonio, incluso lo veía simple, dedicar horas y horas a una moto…, pero ayer mismo, de nuevo en la soledad del taller del viejo ebanista, en medio del silencio de la maquinaria callada me decidí a embellecer a Ágata.
Volví a sorprenderme acuclillado y sacando brillo a unas llantas que volvieron a brillar, a reflejar mi imagen distorsionada en ellas, aunque también mostrando las cicatrices de sus 46.000 kilómetros, de sus años girando y girando sobre el asfalto. Después pasé a las tapas de los balancines y terminaron destellando como si acabasen de salir del cromador, aún tuve tiempo de reparar el embellecedor izquierdo, de quitar con una cuchilla el exceso de pegamento con el que el antiguo dueño había intentado arreglarlo y de fabricar una patilla de madera donde poder atornillar.
Por la tarde quité el asiento trasero y decidí empezar a ejecutar ese proyecto de bobber que todo viraguero a anhelado alguna vez. Suspiré y murmuré “cree en tu idea, Pedro…” y cubrí el chasis con tiras de precinto hasta formar una especie de carpa de circo, después las cubrí con cinta de carrocería hasta crear una especie de colín o prolongación del guardabarros hacia arriba. Sonreí satisfecho, había dado el primer paso, quedaba empezar a cubrirlo de fibra…, pero eso sería tarea de mi sobrino.
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Retrocedí unos pasos y me gustó lo que vi, también me gustó lo que había sentido el viernes, cuando pasé por la Pantera Rosa bastante rápido después de adelantar a un camión y a un coche por la derecha, encaré el puente de la RENFE tumbando levemente a derechas, percibiendo como Agata remontaba la cuesta sin desfallecer y con mis ojos lanzados muy por delante, leyendo el asfalto y trazando la amplia curva sobre los raíles del AVE.
Al día siguiente volví a sentir ese vértigo, Ágata se vengaba de los monstruosos trailers que no pude adelantar en su dia con Run-run, con la humilde custom 125. En el viaje a Barcelona, cuando fui con ella a conocer a Rebel, pasé momentos de angustia cuando después de rebasar todo el remolque era incapaz de sobrepasar las cabinas, también pasé momentos de miedo en aquella matinal de Cocentaina cuando el viento me empujaba hacia atrás y hacia los lados como una mano implacable y trasparente…, pero Agata estaba ahí, los dos trailers también, no necesitaba rebasarlos, por los dos lo deseamos y la 535 aceleró por el carril central, sentí como me tensaba, como ella galopaba expandiendo sus pulmones y lanzando bocanadas de aliento ardiente por sus escapes recurvados…, pude gritar aquello de ¡¡¡ yijaaaa….¡¡¡¡¡, pero seguí concentrado, mirando hacia un horizonte con el sol demasiado bajo, tanto que llenaba la visera de reflejos, que desdibujaba los perfiles de los quitamiedos, de las colinas, de los chatos perfiles de los trailers que mugían como búfalos exhaustos, que desdibujaban los perfiles de la realidad hasta crear una fantasía que me hizo creer en el sexo de las motos durante esa borrachera de velocidad al atardecer…, después aflojé para salirme de la autovía, me quedé en el carril de la derecha y volví a pensar en el sexo de las custom, realmente no lo tenían, pero imaginarlo me hacia un poco mas feliz, alejarme de la realidad me había hecho un poco mas feliz.
3 comentarios:
Veo que ahora te dedicas a las bricoñpas y a buscar el sexo de los ángeles... digo de las motos. :D
Artus, es que Ágata estaba muy viejita y ya puestos, pues me gustaria dejarla a mi gusto. El colín ya está terminado, faltan muchas cosas pero poco a poco, de momento ya he comprado las luces traseras tipo sporster iron, esas que lo llevan todo en uno posicion-frenado e intermitencias..., joroba, creo que quedará maja.
Un abrazo Artus.
A ver si la veo pronto.
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