Paramos y contemplamos aquellos horizontes…, montañas y montañas que se extendían hasta confundirse con las cumbres de la sierra Calderona.
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- Desde aquí son mejores las vistas…, el pico está repleto de pinos –comentó mirando entonces hacia la cima, a unos pocas decenas de metros senda arriba.
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- Nosotras llegamos antes, pero mucho antes… -murmuró el pinar entre las voces de unos jóvenes excursionistas que habían llegado antes que nosotros. Hablaban de un grupo llamado “Gatova Libre” y defendían el senderismo libre, el senderismo por gusto y sin cobrar a nadie por guiarles entre los caminos y sendas de la Calderona.
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Nos desviamos a la derecha en el primer cruce con el que nos encontramos al bajar del Gorgó y la pista se tornó tan roja como ese rodeno que elevaba la montaña hasta algo más de novecientos metros sobre el mediterráneo. De un rojo intenso que aún retenía el frío y la humedad de la pasada nevada, de una tierra con apenas huellas de bicicletas pero si con la de algún jabalí que había trotado por esos caminos escondidos para la mayoría de nosotros. Unas tierras envueltas por el silencio invernal, por una calma y un mutismo que parecía emanar de las escasas ruinas que la vegetación había engullido lentamente tras el abandono de sus moradores.
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Descubrí unos pastos verdes y mullidos, unas cumbres envueltas en brumas y en nubes bajas, en nieblas y en fríos vapores que lentamente flotaban entre los pinos, entre las rocas alrededor de nosotros mismos, que se deslizaba por esas laderas muy verdes y espesas…, como de otras regiones, como si Joa y yo pedaleásemos por las montañas asturianas en un viaje imposible a las cuevas de Altamira…, o como si ella sola pedalease por el Camino del Norte, por el Camino de Levante cuando se adentra en tierras gallegas…, era una Calderona diferente, sin ese sol cegador del verano, sin el aspecto seco y apagado del estío…, una serranía casi triste, aletargada por el frío y las nubes, como anhelante de perder altura y moverse toda ella hacia el valle del Turia, hacia un horizonte plano que aparecía ante nuestros ojos algo mas despejado, algo mas luminoso, bajo otro clima menos áspero y duro.
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