Comentó Anzaga en “Lagrimas a ritmo de swing”, Josep Julián hizo referencia a los distintos temas que habían surgido en ese post…, y yo pensé en Leonardo da Vinci…, admito que fui osado y vanidoso al sentirme comparado con el genio del Renacimiento, pero en esos momentos me hizo mucho bien, me sentí halagado y reconocido…, después pensé en Leonardo, recordé los dibujos de sus máquinas, el retrato de
La salita estaba decorada con un sofá rinconera que abrazaba toda una pared y la esquina de la puerta, daba al balcón y una librería chapada en melamina de color sapely ocupaba la otra pared.
Sobre la mesita de patas salomónicas abría esos libros mientras mis hermanas ponían discos de vinilo en el “tocata” de maleta, charlaban de sus cosas mientras sus abrigos empezaban a oler a tabaco, a veces esas ropas también traían el frío de la calle y esos otros olores que yo no había percibido nunca.
Algunos de aquellos libros hablaban de prehistoria, de la historia natural, de la humanidad y su evolución, del arte, del Renacimiento…, pero yo solo me fijaba en las imágenes. Con los años me iría distrayendo, alejándome de esa cultura domestica descubierta en los libros…, pero algo debió quedar, porque ya con algunos años mas, la obra y vida de Leonardo volvió a interesarme, imagino que porque representaba a un tipo de persona, a un hombre que hoy en día ya ha desaparecido, en la cultura y en el mundo laboral.
La especialización acabó con el “espíritu de Leonardo”, en los tiempos que corren solo se nos invita a pensar en nuestro trabajo, en nuestro entorno cercano y en el cambio climático…, la sociedad actual ya no recompensa ese conocimiento general, esa inquietud, casi por todo que caracterizaba a Leonardo da Vinci, incluso el conocido refrán “aprendiz de todo maestro de nada”, resume esa nueva forma de pensar y de concebir la sociedad. Los estudiantes se esfuerzan por sacar una carrera, por ser los mejores en ella para poder optar con éxito a esa oposición, para poder trabajar…, y se cierran al resto del mundo, eso si, saben muchísimo de su campo pero fuera de él o de sus círculos íntimos, no saben moverse y se muestran torpes e inseguros, realmente poco mas les interesa.
Y bajo ellos se va creando el caldo de cultivo de otra masa poblacional que trabaja para suplir esas carencias, hablo de electricistas, carpinteros, técnicos de aire acondicionado, cerrajeros…, todos esos oficios que paradójicamente también se han vendido a la especialización extrema. Esto me recuerda a una de las vivencias de mi padre cuando decidió comprar la maquinaria para su carpintería, hace más de cincuenta años.
En aquella época muy pocas carpinterías la tenían, se recurría a las llamadas “serrerías de parroquiano”, en ellas elegías la madera, marcabas las plantillas allí mismo, cortabas, cepillabas…., después cargabas con todo desmontado y en el taller rematabas. El problema surgía cuando te equivocabas y tenías que volver a la serraría, a pie, en bici o en triciclo, por eso un día decidió que se iba a comprar la maquinaria, lo dijo así, en voz alta, mientras pagaba al dueño de la serrería. Aquel hombre se echó las manos a la cabeza y le dijo algo así.
- No sabes lo que vas a hacer, necesitarás operarios, un maquinero, un tupinero, un serrador, un agujereador….
- No…, lo haré yo todo.
Y así ocurrió, mi padre aprendió a manejar todas las máquinas, eso si, cuando el volumen del trabajo aumentó contrató a mas personas, algunas de ellas hábiles en el manejo de la sierra de cinta o de la tupi…, pero que también debían estar capacitados para hacer cualquier otra tarea de la carpintería.
Recuerdo otra anécdota, en una ocasión mi padre observó como uno de esos trabajadores, el serrador, en concreto, andaba por el taller relajadamente, hablando con unos y con otros, cuando mi padre le preguntó contestó que él era serrador, no montador ni cualquier otra cosa…, creo que entonces mi padre señaló con la mirada un montón de barras de silla que tenían que ser agujereadas…, no hicieron falta mas palabras.
Hoy en día la especialización es sinónimo de alto rendimiento, las empresas están montadas así, el hombre, el operario, la persona…, pertenece a un compartimento del cual sabe todo pero que al tiempo ignora todo lo que queda fuera de él o simula desconocerlo. Hemos llegado al punto de negar nuestro propio conocimiento si no es competencia nuestra, si no entra en nuestra sección, si nos pagan por saber de eso.
La figura de ese trabajador que se movía por todo el entramado de una empresa con cierta facilidad ha desaparecido, imagino que porque las personas así de inquietas y despiertas no interesaban para los objetivos de las empresas. Las personas con ese perfil eran capaces de pensar por si mismas, de reflexionar y de señalar errores o malos procedimientos. Hoy en día esas personas han sido sustituidas por otras cualificadas oficialmente, solo así pueden opinar, señalar o sugerir correcciones o mejoras.
El sentido común, la capacidad de observación, la inteligencia intuitiva, la sagacidad, la capacidad de observación, las habilidades innatas no son admitidas si no van acompañadas por un titulo oficial…, es decir, que en los tiempos que corren una persona como Leonardo da Vinci, sin títulos, idealista, entusiasta y de una creatividad sin limites…, sería rechazado en cualquier empresa.
Poco podría decir en un hipotético curriculum, poco podría argumentar, poco podría demostrar y ni mucho menos podría reproducir la carta de presentación que utilizó para ofrecer sus servicios a Ludovico Sforza, en la credencial escribió entre otras cosas:
“No tengo par en la fabricación de puentes, fortificaciones, catapultas y otros muchos dispositivos secretos que no me atrevo a confiar en este papel…”
Pero lo realmente gracioso, incluso cómico y anecdótico de este petición de empleo es que realmente era una credencial modificada por el propio Leonardo a partir de la original firmada por Lorenzo de Médicis, en desagravio por haberse comido una colección de maquetas de artificios bélicos que Leonardo horneó en mazapán y que presentó como ejemplo de sus conocimientos.
Por lo que he leído, Leonardo era así, un ser humano brillante, adelantado varios siglos a su tiempo, sin limites ni trabas mentales a la hora de imaginar, de concebir, de abstraer, de visionar, de penetrar en los enigmas de la física y de la química, de la biología, de la anatomía, del dibujo, de la pintura…, nada parecía escapar a su atención, todo le interesaba y sobre todo tenía que investigar y aprender, anotarlo todo en sus famosos códices, legajos de folios y cuartillas en los que apuntaba, en los que escribía, en los que dibujaba…, en los que compendiaba todo su saber, todo lo que llenaba y desbordada una mente especial, única y tan despierta que convirtió la vida de Leonardo en un vaivén de situaciones curiosas, extrañas, jocosas, a veces tristes y otras ridículas, pero todas envueltas en su genialidad sin igual.
Leonardo se adelantó al concepto de la tecnología aplicada al servicio del hombre, con su ciencia descubrió que con las maquinas se podían suplir las carencias del propio físico humano. De todos son conocidos sus proyectos de alas delta y los esbozos de los futuros helicópteros…, pero la grandiosidad de Leonardo radica simplemente en aceptar la posibilidad del vuelo humano apoyado en esas maquinas que simularían el vuelo de los pájaros, desmenuzado por su mente en leyes físicas sobre las que diseñaba sus proyectos. Podría haber dedicado toda su vida a ese magno proyecto…, pero apartó esos apuntes, esos dibujos, esos diseños como extraídos de una hipotética máquina del tiempo a la que solo tuviese acceso el propio Leonardo y se dedicó a trabajar en otros proyectos, imagino que dando por sentado, con toda calma y serenidad que el hombre terminaría volando como los pájaros que sobrevolaban Vinci o cualquier pedazo de cielo que nuestro hombre pudiese observar.
La nouvelle cuisine…, 500 años anos antes del Bulli.
Ese ingeniero aeronáutico también incursionó en la cocina y de nuevo envuelto en la excentricidad, en la imaginación infinita y con todos los recursos de su mente volcados en los nuevos proyectos gastronómicos.
En su juventud, mientras aún se formaba artísticamente en el taller de Verrocchio, logra entrar como camarero en una taberna llamada “Los tres caracoles”. Trabaja sirviendo mesas, entrando y saliendo de la cocina, atendiendo las ruidosas peticiones de unos clientes poco finos y muy hambrientos…, hasta que ocurre algo. Los cocineros de la taberna mueren por envenenamiento, Leonardo se salva y toma las riendas de los fogones, impone su criterio y cambia los menús, cambia el estilo y comienza a servir platos de reducidas dimensiones, pequeñas obras de arte, diminutas porciones de comida como la famosa anchoa acogida por una zanahoria “primorosamente” tallada. Estos nuevos platos tienen la sorprendente capacidad de volar…, cuando los clientes se sienten estafados y burlados ante semejantes vituallas ridículas y se rebelan volteando las mesas, repartiendo sillazos a diestro y siniestro y lanzando los platos contra un Leonardo confundido ante tanta zafiedad…, que logra escapar por piernas, perdiéndose entre las callejuelas de Florencia y buscando cobijo de nuevo en el taller de Verrocchio.
Pero la pasión por la cocina le puede y un tiempo después abre otra taberna junto a su amigo Botticelli, la llamarán “La enseña de las Tres Ranas de Sandro y Leonardo”, esta vez no solo se dedicarán a la nouvelle cousine, también serán capaces de decorar el local a su propio gusto y dos lienzos pintados por ellos mismos darán la bienvenida a unos comensales que jamás aceptarán esa nueva forma de entender la cocina.
El negocio resulta ruinoso, cierran y Leonardo se da a la vida de músico ambulante, de retratista callejero…, de bohemio y de observador infatigable.
Pero Leonardo no terminará de alejarse de los fogones, de los platos y de los menús. Su credencial presentada ante Ludovico Sforza lo aupa hasta los ambientes palaciegos y cortesanos. “El Moro” confía en él para que organice el banquete de la boda de una sobrina suya, en ese momento surge la idea de modernizar la cocina de palacio y de componer el menú. Ludovico presenta sus deseos y Leonardo muestra su propuesta…, y de nuevo los conceptos y las ideas chocan ruidosamente. Ludovico habla de salchichas de sesos de cerdo de Bolonia, de terneras, capones y gansos, de pavos reales, cisnes y garzas reales…, mientras que Leonardo propone, una anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada a semejanza de una rana, de nuevo una anchoa enroscada alrededor de un brote de col, la pata de una rana sobre una hoja de diente de león, dos mitades de pepinillo sobre una hoja de lechuga, el corazón de una alcachofa…,
Pero su presencia en la corte le vuelve a brindar la oportunidad de plasmar sus revolucionarios conceptos gastronómicos. Ludovico le encarga la construcción de una nueva cocina en el Castello, un lujoso palacio en el centro de Milán, su señor le encargará una cocina limpia, ausente de malos olores, una cocina en la que siempre existan barreños con agua hirviendo y aprovisionada permanentemente de leños para los fuegos, deseará una cocina en la que suene la música para que cocineros y pinches trabajen a gusto…, y muy especialmente un dispositivo para eliminar las ranas de los barriles de agua…, es curioso como el batracio aparece continuamente en la vida de Leonardo, o por lo menos en aquella época.
El maestro no tarda en proyectar las nuevas instalaciones y eso supone demoler parte del comedor, de los establos y del dormitorio de la madre de Ludovico. Después queda la tarea de diseñar todos los ingenios para automatizar esa cocina que en esos momentos solo existe en la mente de Leonardo.
Puedo imaginar al genio frente a montones de legajos, garabateando bocetos, diseños, ideas…, observando a su alrededor buscando inspiración o solución a algún problema, lo imagino con el ceño fruncido ante la luz de los candiles o de las velas que se consumirían una tras otra mientras las ideas bullen en su cabeza, mientras la pluma se mueve sobre el papel imprimándola con la tinta que dará forma a sus pensamientos, a sus visiones, a sus creaciones.
También puedo imaginar el intenso trabajo de herreros, carpinteros, albañiles y canteros para convertir en realidad los dibujos y planos que Leonardo les entregaba día tras día mientras llegaba el momento.
La cocina está terminada, los comensales sentados y esperando, Ludovico confiando en la genialidad de Leonardo, en su capacidad de trabajo…, pero de las puertas que dan a las nuevas instalaciones solo salen ruidos extraños, como soplidos y algunas explosiones, el lamento doliente de humanos o animales, mugidos y voces airadas…, pero ni un solo plato de comida, ni una sola fuente repleta de carne asada o de frutas.
Ya impaciente y algo preocupado, Sabba da Castiglione di Pietro Alemani, embajador florentino en la corte de Ludovico, decide aventurarse al otro lado de la puerta y queda estupefacto, inmóvil ante la visión…, el mismo la relata así:
“ La cocina del maestro Leonardo es un gran caos. El señor Ludovico me ha dicho que el esfuerzo de los últimos meses se había hecho con la intención de economizar esfuerzos humanos; pero ahora, en lugar de los veinte cocineros antes empleados en las cocinas, las personas que se apiñan en este lugar llegan casi al centenar y ninguno de los que yo pude ver estaba cocinando, sino que todos estaban atareados con los grandes dispositivos que ocupaban todo el suelo y los muros, ninguno de los cuales parecía comportarse de manera útil o para la tarea que fue creado.
En un extremo del recinto una gran noria, empujada por una furiosa cascada, vomitaba y rociaba con sus aguas a todos los que pasaban por debajo, y había transformado el suelo en un lago. Fuelles gigantescos, cada uno de ellos de tres metros y medio de largo, colgaban de los techos, siseando y rugiendo con el propósito de limpiar los humos de los fuegos, pero todo lo que lograban era avivar las llamas, en perjuicio de aquellos que debían estar cerca del fuego; tan peligrosas eran las errantes llamas que una multitud de hombres armados de cubos se afanaban en tratar de dominarlas, aun cuando otras aguas brotaban en chorros de cada rincón de los techos.
Y en este catastrófico lugar se paseaban por todas partes caballos y bueyes, algunos dando vueltas y más vueltas, y otros arrastrando los ingenios para limpiar los suelos del maestro Leonardo; realizando sus tareas con denuedo, pero también seguidos de otro ejército de hombres para limpiar las suciedades de los caballos.
En otro lugar vi una gran picadora de vacas estropeada, con media vaca todavía hincada y asomando por fuera de ella, y hombres con palancas intentando sacarla de allí. Y aún en otro lugar el ingenio continuo de troncos y leña del maestro Leonardo arrojando suministro dentro de la habitación y que no podía ser detenido; de manera que en lugar de los dos hombres que llevaban los troncos al fuego como antes se acostumbraba, ahora había que emplear a diez para sacarlos.
Los gritos que habíamos oído vimos que los proferían pobres desdichados que estaban abrasándose o ahogándose o asfixiándose; las explosiones, de la pólvora que el maestro Leonardo se empeñó en utilizar para prender sus fuegos sin llama; y, como si este estruendo no resultara suficiente, aún se combinaba con la música de sus tambores que redoblaban, aunque los que tocaban los órganos de boca creo que ya se habían ahogado.
Como antes he descrito, la cocina del maestro Leonardo era un gran caos, y no creo que esto complaciera a señor Ludovico…”
Increíble…, realmente la vida en si misma de Leonardo resulta increíble, hasta hoy nos han llegado pasajes como este, realmente cómicos y casi de película, pero sería injusto quedarnos tan solo con estas anécdotas, la obra de este personaje es tan amplia y voluminosa que uno se pregunta si hubo algo que no llegó a interesarle, si existió algo a su alrededor a lo que no dedicase un tiempo al estudio y a la observación.
Poco nos ha llegado sobre su trato diario, sobre su vida minuto a minuto, segundo a segundo…, eso ningún historiador ni ningún biógrafo nos lo podrá contar. De su infancia tampoco se sabe demasiado, si su pasión por los dulces, heredada de su padrastro, su obesidad infantil, su glotonería que le acompañaría incluso en el taller de Verrocchio, en su adolescencia…, mientras aprendía los secretos de la pintura y el dibujo, mientras mas allá de los futuros descalabros palaciegos, mas allá de esa imagen de excéntrico sin limites…, iba surgiendo la personalidad, los conocimientos, las habilidades y la visión de futuro de un hombre excepcional capaz de diseñar cojinetes de bolas o de pintar La ultima cena, de pintar
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Leonardo moriría en Francia…, imagino que preguntándose que reacciones químicas y biológicas seguirían a su expiración o simplemente dejándose llevar fatigado, entregado al sueño final, al reposo absoluto tras una vida excepcional llena de interrogantes y de expectativas que el maestro exploró entusiasta y animoso, rodeado de una personas que en muchas ocasiones no le comprendieron, que también le admiraron y que posiblemente ridiculizaron ante su fuente infinita de imaginación, ante la ausencia total de trabas en su mente privilegiada.
8 comentarios:
Hola Pedro:
Veo que también compartimos nuestra admiración por Leonardo. Lo que no sabía es que también se había dedicado a la cocina, aunque tampoco es de extrañar dado que no es más que reacciones químicas (oxidaciones y reducciones) que dicho así parecen poca cosa, pero...
Me ha gustado tu relato como me ha gustado el pasaje de tu padre mirando al de la serrería y diciéndole, lo haré todo yo. Hombres así han hecho mucho por cambair las cosas. No es lo ancho del escenario lo que realiza la obra sino el papel que desempeñan los actores.
Muchas gracias por el buen rato que me has hecho pasar y un abrazo.
Repito si te digo Pedro que estás hecho todo un Leonardo - todo un hombre del Renacimiento - .
Un trabajador de lo manual y a la vez todo un escritor, urgador en la historia y en el arte, amante de conocer y redescubrir y para colmo: ¡Todo un deportista!...
Saludos Pedro
Hola Pedro:
¡Cómo disfruto cuando leo estas historias! ¡Y qué bien las escribes, Pedro¡.
Leonardo siempre me pareció un genio "incomprendido", un ser que había viajado del futuro al pasado sin tener conciencia de ello pero que de alguna forma, "algo" le hacía ser capaz de inventar cosas que nadie antes imaginó.
Una vez ví un report sobre "alteraciones funcionales" del cerebro y explicaban que la genialidad de "Dalí", por ejemplo, podría estar causada por un sistema de conexión neuronal distinto, entre un hemisferio y el otro, al de la gran mayoría de personas. Es posible que Leonardo también fuera un genio de "este tipo".
Lo fuera o no, en lo que no cabe la menor duda es que su capacidad para imaginar superaba con creces la de cualquier coetáneo.
Lo que tal vez admiro más, además de su versatilidad, es la perseverancia de intentar, intentar e intentar a pesar de los fracasos, de los abucheos, de las incompresiones. Tenía sueños en los que creía y luchaba por hacerlos realidad.
Puede ser que no pintemos como Leonardo, ni que tengamos una imaginación poderosa, pero todos tenemos sueños.
¿Intentamos ser un poco más Leonardos?
Un besote, Pedro...Me he quedado "lokita perdida" con "La Cocina de Leo".
MAriaaa...¡¡¡¡, la cocina de Leo era una pasada...¡¡¡, pagaría por haberla visto junto a ese embajador florentino y desde luego es posible que las neuronas de Leonardo tuviesen conexiones superiores en velocidad y en calidad a la media de los humanos de la época..., fué un tipo sin par y desde luego todos deberiamos impregnarnos un poquito de su espíritu.
Yo mas que un besote te envio muchos besitos..., je, je, je.
Hola Josep..., ¿sabes?, yo creo que no hay nadie en este planeta que no sienta admiración hacia da Vinci, es una cuestión de sentido común. A poco que lees sobre él descubres esa genialidad, descubres algo distinto y algo extraordinario.
¿Y mi padre...?, pues si, tuvo empuje suficiente para introducir cambios en aquellas costumbres del momento, tambien fué pionero a la hora de no trabajar los sabados por la mañana, mas tarde sugirió a sus trabajadores entrar una hora antes los viernes, salir una mas tarde a medio día y librar por las tardes.Todos aceptaron..., en el fondo porque mis padres habian comprado el terrenito en las Tierras Altas y le apetecia marcharse esos viernes por la tarde. En el fondo hacia participes a sus trabajadores de la calidad de vida que deseaba para el mismo y su familia.
Un saludo Josep..., y si, Leonardo tambien alucinaba con los sabores, con las texturas..., como ves, nada nuevo bajo el sol.
Anzagaaaa....¡¡¡, ¿deportista yo..?, ay, ay..., salgo al monte con la Bicipalo porque me gusta la naturaleza y por terapia, por darle a mi organismo algo de actividad fisica distinta a la estresante actividdad laboral ideada por el moderno sapiens sapiens.
Estoy pensando..., ¿y su trabajo en la carpinteria con túnica...?, ja, ja, ja..., en fin, que bueno tenerte por aquí, Anzaga, espero que sigamos comentandonos unos a otros durante mucho tiempo.
Un abrazo, chaval.
Me ha gustado mucho la historia y cómo la cuentas. Ya hemos hablado a veces de que se está perdiendo (o se ha perdido ya) el concepto clásico de conocimiento (nuestro sistema hace tiempo que separó las "ciencias" de las "letras", por no hablar del menoscabo de la "educación física", que tanto aliviaría tanto a educadores como a educandos) Lo que no cabe duda de que hemos aniquilado por completo, es la obtención de placer a través del trabajo; concebimos ambas cosas disociadas "por natura". Tampoco simpatizan ya trabajo y creatividad. Admiro a tu padre tomando esa decisión (es de las que a mí me gustarían), cuidando la calidad de vida de sus trabajadores como la suya propia; pero eso no es lo que predomina en un "empresario", y desde el momento en que empresarios y trabajadores, jefes y subalternos, aparecen claramente disociados en nuestro esquema social, estamos terminando también con la creatividad, el placer, incluso la responsabilidad en el trabajo. Amén de que estas cualidades no siempre son recibidas desde arriba, es imposible imaginar a un trabajador "puteado", sin calidad de vida o simplemente condenado a obedecer toda la vida, a obtener beneficios para otros, motivado hasta la jubilación por su rutina cotidiana.
Conserva tu criterio, tu independencia, tu humanidad, y sigue creando. Tu pensamiento es un foco activo allá donde estés. El calor de tus manos tiene un poder incalculable.
El mismo calor que tu mano cuando reposa en mi nuca o cuando la dejas caer sobre la de tu hermano en una de esas fotos que decoran tu anaranjado salón.
Besitos, carinyet, muchos besitos.
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