Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

domingo, 4 de octubre de 2009

FABRICANDO EL ESQUELETAJE DE UN SOFÁ, DEL PAPEL A LA MADERA.

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Un par de días antes de migrar a las Tierras Altas, a finales de julio, pasé por la ebanistería de Jaime Fabra a recoger los planos de un nuevo sofá, allí mismo, en una de sus mesas de trabajo desplegamos los rollos de papel y echamos juntos una mirada al modelo.

-Bueno..., es un Chester pero con el respaldo mas alto que el clásico..., y con faldón -observé.

- Espera que eso del faldón no está aún claro -respondió Jaime- me han dicho que aún no tienen claro la altura o si al final se verán los pies.

- Bien..., no pasa nada, le pondremos unas patas torneadas altas y así si al final deciden poner el volante tendrán suficiente altura.

- Vale Pedro.

Recuerdo el deslumbrante sol que llenó mis ojos cuando salí de la nave en el polígono Mas de Tous en la Pobla de Vallbona y como el viento a unos 40 grados de temperatura azotaba los pinos crecidos bajo los arcenes de uno de los accesos a la autopista..., subí a la ranchera y conduje hasta Valencia. Subí al piso con los planos, los dejé en un rincón del comedor y se quedaron olvidados hasta que Juana, la mujer de Jaime me llamó a finales de septiembre.

- Hola Pedro..., ¿cómo llevas el sofá design...?.

- Ostras..., se me ha olvidado.

Juana soltó una carcajada, tosió y volvió a usar ese tono serio que la caracteriza cuando hay algo de tensión en el ambiente.

- Pedro..., que ese sofá era para la primera semana de septiembre..., lo que no me explico es como no lo han reclamado aún.

- Imagino que andarán liados con los modelos nuevos para la Feria..., pero no te preocupes, te hago primero la butaquita esa redonda y enseguida el sofá, esta semana lo tienes.

- Vale Pedro.

Me despedí de Juana, subí al piso, ayudé a mi padre a darse una vuelta con el andador, me preparé un café y volví a la carpintería con los planos. Los desplegué sobre la mesa de montaje, estuve unos minutos observándolos y volví a enrollarlos, los dejé a un lado y desplegué los de la butaquita de planta redonda. Tragué saliva y de nuevo observé con cierto miedo el respaldo que subía formando una cúpula al tiempo que giraba en los reposabrazos y se tumbaba hacia atrás en el respaldo. Admito que llevaba ya varios días angustiados ante la dificultad de ese respaldo curvo, fue el mismo Jaime quien me trajo los planos y aún me angustió mas cuando me encargó el pedido convencido de que podría hacerlo sin problemas..., mientras yo observaba esa cúpula y me entraban los sudores.

No me lo pensé mas..., bueno la verdad es que lo había pensado mientras iba en bicicleta o mientras caminaba hacia casa o mientras daba un paseo con Joa y los chuchis por las Tierras Altas..., mentalmente vi la resolución del primer problema, eso me tranquilizó y cuando empecé a cortar las plantillas curvas del asiento en cartón me fui relajando.

Marqué los tablones, me fui a la sierra de cinta, troceé las piezas, las pasé por la universal y ya con la madera limpia y escuadrada empecé a marcar en limpio, después otra vez a la sierra y de allí a la mesa de montaje.

No tardé demasiado en montar el aro que haría de asiento y en colocar la parte de los brazos en forma de guadaña que bajarían hasta la base y que al tiempo ascendían para recibir el respaldo que descendería desde el punto más alto de la cúpula.

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Hasta ahí fue fácil..., me quedé observando el armazón y decidí llevarlo a la sala de máquinas, la dejé sobre la bancada de la universal y puse en marcha la sierra de cinta, empecé a trabajar con el copete, que es la pieza mas alta del respaldo y poco a poco lo fui ajustando, después empecé con las dos piezas que bajarían desde allí hasta las muescas de las guadañas. Esas me costaron mas, tuve que usar madera más gruesa para ir desbastando hasta ajustar lo más que pude.

Cortaba una de las piezas y trataba de encajarla, volvía a la sierra y otra vez a la butaca..., un proceso de corte “al aire”, de quitar madera, de rasparla, de ir acercándola a su posición correcta..., y con semblante serio y algo nervioso logré encajar la segunda pieza y cargué con todo de nuevo a la mesa de montaje.

Paf, paf, paf..., con la pistola clavadora y la cola fue montando el respaldo, después rellené las juntas imperfectas con masilla, lijé, pasé la “raspa” y rematé..., unos minutos después telefoneaba Jaime rogándome que adelantara en lo posible el prototipo de la butaca.

- Coño..., la he terminado hace un rato.

- ¿Esta tarde estarás...?

- No..., hoy quiero ir a ver a Joa.

- Pues me paso ahora.

- Te espero.

Casi una hora después Jaime se quedó observando la butaquita y me miró.

- Pedro..., has hecho una obra de ingeniería.

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- Si..., llena de parches y remiendos..., el copete me ha quedado un poco picudo.
- Tranquilo, eso se lo rebajo con la lijadora y la enviamos enseguida a Salamanca.
Le entregué las plantillas y apenas un día después volvió a telefonearme, desde tierras castellanas habían dado el visto bueno a la butaquita, Jaime se encargaría de hacer las 8 restantes.
- Ya me estoy peleando con el sofá design -le dije mirando hacia la base que ya tenia encima de la mesa de montaje.
Colgué y durante unos instantes sonreí tranquilo en la soledad de la carpintería, con el inalámbrico en la mano repetí mentalmente la conversación con Jaime, reviví la súbita asfixia que oprimió mis pulmones cuando Jaime comenzó a pronunciar esas palabras, “la butaquita les ha parecido....” entonces imaginé lo peor, como siempre imagino, imaginé que no estaba bien hecha, que no valía..., pero no fue así y suspiré aliviado, recuperé el oxigeno y rocé con mis manos las dogas en forma de riñón que ya empezaban a dar forma real al sofá design que hasta ese momento solo existía en unos planos trazados a partir de una vieja fotografía.
Había empezado la tarde anterior, marcando sobre los pesados tablones de 6 centímetros de grosor y 2.50 metros de largo, las piezas curvas, demasiados curvas y largas para poder cortarlas enteras. Después de trocear y regruesar a la medida exacta tuve que encolarlas para que dieran el grueso final de 10 centímetros. Sobre esos enormes bloques de pino de Las Landas francesas fui marcando con las plantillas de papel y después cortando en la sierra de cinta.
Sobre la mesa de montaje fuí presentando las dogas y ensamblándolas con la pistola de chapas corrugadas, tomé medidas para dejarlas equidistantes y me subí a levantar al papá.
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Le conté que estaba liado con un sofá con planta de riñón y le vi sonreír casi tan excitado como yo. Después de acomodarlo en el sofá y darle el desayuno volví al taller bajando a saltos los escalones.
Recorté en cartón la pieza que daría forma al reposabrazos y las fui marcando sobre las vetas de las preciosas coniferas francesas, alimentadas con las lluvias y la humedad del Canal de la Mancha. Y de nuevo a la universal, a cepillar y a regruesar, depuse otra vez a marcar en limpio con el bolígrafo y a la sierra de cinta..., poco a poco fui colocando esas barras rematadas con una voluta de 16 centímetros de diámetro. Ya puestas comencé a tomar medidas entre ellas y a recortar sobre las plantillas de papel..., de nuevo a cortar más tablones, de nuevo a cepillar, a medir, a encajar. La sierra de cinta no dejaba de girar y los recortes de madera y serrín se iban amontonando, cayendo en los sacos o siendo absorbidos por las turbinas.
Iba de la sala de maquinas a la de montaje, ajustando, midiendo..., viendo como tomaba forma, rectificando, dudando y vacilando..., zozobrando en un momento y saliendo a flote cuando coloqué un cordón entre las volutas para poder recrear visualmente un tapizado que aún no existía. Sonreí aliviado, pude ver los fallos en los cálculos de las alturas como quien ve un objeto tridimensionalmente en la pantalla de un ordenador.
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Subí a comer, lo hice rápido y antes de volver a bajar, aún con el sabor del café en la boca, enseñé las fotos a mi padre. Tuve que mover el móvil antes sus ojos azules hasta que encontró la distancia focal adecuada.
Volvió a sonreír y su rostro se iluminó.
- Gracias, gracias, gracias... -musitó cogiéndome la mano con fuerza.
Gracias por hacerle partícipe del trabajo, gracias por mostrarle lo que él me había enseñado a hacer, gracias por tenerle en cuenta, por necesitar de su opinión, de sus consejos..., ya algo enturbiados y un poco difusos después del infarto cerebral, después de que parte de su tejido muriese por asfixia.
Bajé envuelto en la excitación pero aún levanté los ojos y me sentí tranquilo ante el cielo despejado y luminoso..., la borrasca se alejaba, había dejado de llover y podría salir a rodar con la Flaca..., pero al día siguiente.
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Mis pupilas se adaptaron a la luz del taller y continué con el sofá, los dientes de la sierra de cinta volvieron a cortar los tablones y las lengüetas de las pistolas neumáticas a hundir grapas y clavos en la madera, la cola blanca resbalaba sobre ella y algunos vecinos se fueron asomando, sorprendidos ante la forma que iba tomando la pieza.
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- Esto no cabe en una casa normal... -murmuró uno de ellos- y cuanta madera lleva.
- Se ha tragado bastantes tablones, bastantes -contesté asegurando las piezas que soportarían el tiro de las cinchas elásticas con tornillos.
Y a eso de las cinco de la tarde le dije a Pepe que no podía mas, que estaba cansado y que necesitaba un café.
-Pues vamonos.
Pepe es un vecino prejubilado, hace unos años se rompió los tendones de los hombros en un accidente laboral y desde entonces me visita un par de veces al día, me observa trabajar y a veces lo dejo de guardia en la carpintería mientras salgo a algún recado. Me hace compañía, escucha mis lamentos y mis alegrías, mis pedaladas a solas y ahora con Joa..., incluso ha terminado comprándose una decathlon Triban, como la que usa Joa para desplazarse por la ciudad. Sale con ella casi todos los días y de momento ya ha perdido 6 kilos de peso de sus algo mas de 100, también ha reducido su glucosa a unos niveles saludables. Pepe está ahí y sabe cuando algo me supera, sabe que tiendo a encogerme, a amilanarme, a verlo todo perdido..., entonces me anima, me ayuda o paga los cafés.
Regresamos a la carpintería y continué trabajando en el sofá, Pepe se marchó a recoger a su mujer y yo cerré las puertas de la carpintería para concentrarme. Quedaba tan solo colocar las patas, seleccioné una torneadas y las coloqué bajo el taladro de torre, perforé el haya y después incrusté un tornillo de doble rosca de 8 milímetros de grosor.
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Logre bajar el sofá al piso, le di la vuelta y fui taladrando para colocar unos tubos con rosca de madera exterior y de metal por el interior. Los cilindros se fueron introduciendo en el pino y después atornillé las seis patas..., suspiré y con cuidado di la vuelta al sofá, me alejé unos pasos y lo observé en el silencio y en la soledad del taller sin empleados, sin trabajadores, sus jefes ni encargados, sin despachos, sin oficinistas, sin comerciales y sin directores de marketing, sin personal de recursos humanos, sin ejecutivos, sin oficiales..., solo yo y mis aciertos y mis errores, con mis miedos y con mis limitaciones, solo yo y mi fatiga. Me encontraba cansado, sin ánimos para ir al gym pero satisfecho.
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Apagué las luces, conecté la alarma y caminé hasta casa con el serrín y algunas astillas colgando de mi ropa. Me dejé caer en el sofá junto a mi padre y le enseñé las fotos en el móvil.
- Mira papá, ya lo he terminado..., ahora falta que le guste al cliente.




















































































13 comentarios:

María Hernández dijo...

Ufffff, Pedro...estoy mascando serrín, ¡qué barbaridad! si me gustan los relatos de tus pedaleadas, cuando nos muestras tu trabajo diario, lo que tus manos hacen, me quedo embobada mirando las fotos, volviendo sobre tus pasos para entender los términos que usas y a qué partes te refieres.
¿Sabes? te envidio, eres un verdadero "transformador de materia"; a tus manos llegan unos tablones de madera francesa y terminan siendo un sofá "desig" en forma de riñón y grande como él solo.
No me extraña nada que tu padre te de las "gracias" por mostrarle las fotos (no deberías perder la costumbre); fue él quien te enseñó a transformar materia y él, a su vez, también era un buen transformador.
Por cierto, he visto que llevas una férula en la muñeca aún...debes cuidarte, amigo, porque el valor de tus manos es mayor de lo que piensas a veces.

En algunas ocasiones tienes "planos" por los que guiarte, pero también sé que en otras eres capaz de reproducir modelos de sillas, butacas o sillones que traen tus clientes, así..viéndolos, de la nada a la mesa de corte. Por tanto, eres lo que antes se llamaba "maestro", aquel que hacía y sabía hacer.

Me quito el sombrero antes vos, Maese Carpintero.

Un besazo, Pedro...y cuídateeeee.

Pedro Bonache dijo...

Hola Maleni, la férula es aún por la caída de agosto con la Bicipalo, la uso solo para trabajar, la costilla derecha me sigue..., no se, como doliendo pero de una manera extraña..., en fin, será la edad.
Haciendo este modelo viví por unos instantes esa excitacion, la borrachera delplacer cuando estas inmerso en un proyecto y ves que mas o menos te va saliendo, aunque sabes que a mi me cuesta poco angustiarme al menor problema.
Lo de mi padre si que fue emotivo,Maria, no me esperaba su reaccion, ese agradecimiento..., pero mira, hoy o mañana lo enviaré al cliente y a ver que pasa.
Besos, canariña..., a veces me pregunto, ¿que sería de mis animos y de mis alegrias sin tus visitas...?.

joa dijo...

Disfruta de todo. Sobretodo de lo que haces bien y de la emotividad de quienes de una forma u otra te rodean.

Patricia dijo...

Esta, este... no sé de que forma describir un sofá así... me encanta, solo puedo quedarme maravillada, pero en mi casa, oipno como tus vecinos, no cabría. Pero en cuanto tenga más sitio en casa, cuando desaparezca algún hijo más, o si llego a viejecita, ya me imagino desayunando bien cómoda, en una butaquita de éstas, en mi habitación, o tomando un té con una amiga en el salón, recordando nuestros tiempos de juventud.
Éres excepcional..
Besos,

Patty

Josep Julián dijo...

Hola Pedro: Qué maravillas haces con las manos, chico, qué envidia. A mí me hubiera gustado ser carpintero. El olor a madera puede detenerme delante de una carpintería sólo por el placer de estar allí.
Te felicito y espero que a tu cliente le haya gustado. Sólo por curosidad ¿cuánto costará una vez termiando?
Un abrazo.

Germán Gijón dijo...

Hola, Pedro:
qué puedo decir más de lo que estos amigos hayan dicho ya...
Enhorabuena. Y coincido con María: los relatos que detallan la transformación, paso a paso, en un trabajo bien hecho son más que interesantes. Y es que para llegar a hacer esas cosas hacen falta muchos, muchos años de manos que tratan, que modelan, que cuidan la materia prima.
Mi enhorabuena. Interesantísimo.

Anónimo dijo...

Muchacho, eres un artista!! infinitas dosis de paciencia, tesón, habilidad y cariño dan como resultado una obra de arte.

Te felicito, me ha encantado!! Desconocía esta faceta tuya, y encima es a lo que te dedicas... Puedes sentirte afortundado. :)

Pedro Bonache dijo...

German, te pido disculpas por haber tardado tanto en contestarte, esta semana ha sido muy dificil por no decir jodida, he tenido bastantes problemas con ese sofá, yo trato de hacerlo lo mejor que se, pero cuando llega a manos de los tapiceros ellos sacan los defectos, los fallos, las carencias en la estructura. Me lo devolvieron y tuve que "meterle" casi tres horas mas de trabajo, pero bueno, creo que ahora ya estará bien.
Me gusta que hallas utilizado la palabra "transformación", realmente es un proceso así, desde el propio pino, cuando es talado hasta que me llega en forma de tablones..., y de ahí a las formas terminadas.
German..., ahí placeres en la vida, muchos, desde un coche deportivo hasta una racion de "boletus edulis"..., pero en estos oficios manuales, cuando ves que superas un escollo, cuando ves que esa "pieza" va tomando forma se produce algo realmente extraordinario, es un placer que te eleva, dura poco, pero como diria Joa, es euforizante.
Saludos German..., ah, me he asomado a uno de tus blogs, pero te confieso que me pasa como en el de Josep Julian..., ando como perdido.
Nos vemos, vecino de city.

Pedro Bonache dijo...

¿Como está mi neozelandesa hispanica preferida.,,?, Mar, hay veces que no hay cariño en mi trabajo, sobretodo cuando no te lo valoran y cuando no hay calidez en la relacion con el cliente..., pero es cierto, con esa habilidad que desarrollas con los años, con el cariño y la voluntad pueden salir unas obras muy bonitas.
Creo que trabajar así, a solas, a tu aire y con madera, con una materia prima natural..., es edificante, pero los mercados estan canbiando muchisimo, la crisis esta hundiendo este sector por lo menos en la Comunidad Valenciana, la Feria del Mueble ha dido un desastre, una carniceria..., te lo decia porque a veces no se cuanto tiempo podré vivir de mi trabajo, pero bueno, ya se verá.
Un beso Mar.

María Hernández dijo...

Uy Pedro, he leído la respuesta que le dabas a Mar y me pregunto ¿sabes hacer algo mejor que ser carpintero? Te lo pregunto porque ya todos sabemos que la cosa está muy mal y de las cosas que si se pueden aprender en los blogs de Josep J, Germán o Pablo Rodríguez es que hay ciertas cosas que se pueden y deben cambiar para mejorar un negocio.
En cuanto a la relación con los empleados, pues no, porque no tienes, pero hay cosas, de esas que se hacen así "porque siempre se han hecho así" que valdría la pena analizar.
Dicen por ahí (porque chino no sé) que la palabra "crisis", en chino, usa dos ideogramas; uno que significa "peligro" y el otro que significa "oportunidad".
Te emplazo a que lo medites un poco, eres un excelente profesional y donde ahora solo ves "peligro", podría surgir la "oportunidad". Sólo tienes que ponerte a ello, tienes las manos, tienes los medios y tienes el amor a la madera.
Antes de abandonar tu "oficio", tienes que sopesar todas las opciones, pero no lo dejes para cuando ya no haya remedio. Empieza ya a pensar.

Un beso, Maese Pedro.

Pedro Bonache dijo...

Maria, me has llamado "maese", ¿sabes..?, hay un vecino en mi calle, de origen andaluz y humilde, que trabajo de peon en una finca malagueña, tambien cuidando los galgos del señorito..., y que cuando pasa por la puerta del taller me saluda con un "buenos dias, maestro...", con ese acento sureño que conserva, pese a su edad, pasará de los setenta, pero se conserva vigoroso y atento. Cada vez que me lo dice me conmueve y al tiempo no me considero merecedor de ese rango, de todo lo que significa..., pero bueno, eso es cuestión de mis complejos.
Eres alucinante..., eso es lo que he pensado cuando me has descrito ese concepto oriental de "crisis"..., es tan significativo. reflexionaré sobre él.
Besitos niña..., tambien llamada "la que saluda al sol"

Anónimo dijo...

me has inspirado mas de lo que crees.
GRACIAS

Pedro Bonache dijo...

Me alegro de haberte inspirado, eso quiere decir que tenías algun proyecto entre manos y dudabas..., pero si te ha llegado esa inspiracion pues adelante.
De todas formas, gracias.