Recuerdo que esa extraña calidez del amanecer me ha descolocado un poco..., aunque realmente llevaba fuera de la normalidad toda la semana, una semana convulsa y casi aciaga, angustiante y muy extraña.
Recuerdo que el jueves salí con la Flaca, recuerdo ese extraño calor y el viento del norte, pero sin las cuchillas cortantes con las que se arma durante el otoño o el invierno, realmente eran como lenguetazos calientes mas propios de Pascua o de las primeras tardes del verano..., me sentí en otro tiempo, como en otra estación..., lo único tranquilizante es que acaba de hablar con Joa, ella se marchaba de puente a la Sierra de Urbasa..., creo que los dos nos tranquilizamos al hablar, aunque fuese por el móvil, después de una semana convulsa y aciaga, extraña..., en la que nos habíamos marchado el uno del otro..., sin que yo hubiese reaccionado.
Era una pedalada rara..., y recuerdo ahora que cuando me he internado por una estrecha umbría, la temperatura ha vuelto a bajar, he aspirado los aromas del monte empapado y casi me he tranquilizado un poco, después he girado a izquierdas y he empezado a trepar hacia el Portixol..., deseando subir pos la Vigueta, pero he empezado a jadear, a sentir las piernas poco elásticas, débiles y a mi corazón como resentido después de una semana triste, confusa y que había terminado sacudiendo todo el esquema mental que había estado construyendo durante siete años, desde que el ictus de mi padre cambió mi vida.
Los párrafos de Oliver Sacks, leídos en “Un antropólogo en Marte”, me provocaban unos extraños escalofríos, afluían a mi mente mientras los pinos iban pasando junto a mi, mientras la Primigenia oscilaba hacia arriba y hacia abajo con los badenes, con las piedrecillas, mientras jadeaba mas cansado de lo normal, mientras olvidaba todo lo que veía..., los párrafos hablaban de problemas neuronales, de síndromes inquietantes, de ciegos que volvían a ver y casi enloquecían, de áreas cerebrales reorganizadas para sobrevivir en determinadas situaciones pero incapaces de volver a sus estados primitivos..., me preguntaba si a mi me pasaría lo mismo, me preguntaba si sería capaz de girar mi vida hacia Joa..., entonces rescaté esas palabras que tanto me gusta, esas expresiones que tanto me tranquilizan cuando la zozobra me zarandea..., “plasticidad neuronal, plasticidad cerebral...”.
Recuerdo que cuando he llegado al cruce que gira hacia la Font del Berro o que continua hacia el barranco de la Vigueta..., no me he sentido con fuerzas para ir por esa tortuosa pista que sube entre canchales y pedreras hacia el refugio de Tristan, esa que subimos Joa y yo en nuestra primera excursión. He girado a derechas jadeando, he dejado la pista a mi espalda y he subido cansinamente hacia el Berro, en solitario, rodando con la cabeza gacha y en medio de una serranía aún con sonidos, aún con vida brotando con esta última gota fría y viendo a los precoces, orondos y amarillentos suillis emergiendo de entre la pinocha que cubre la tierra rojiza de la serranía, cubiertos con sus cutículas marronaceas que día tras día se irán abriendo hasta agrietarse mostrando su esponjoso envés
Sacks hablaba de un ciego que volvía a ver tras cuarenta años de tan solo percibir sombras y atisbos de luz..., y de cómo descubre que no sabe ver, que no sabe reconocer un rostro..., al que confunde, al que ve como una mancha amorfa carente de cualquier significado o sentido. Describe los profundos cambios que irrumpen en la vida de Virgil, de la mano de Amy, una vieja amiga con la que se reencuentra después de varias décadas de distanciamiento y con la que termina casándose y afrontando de su mano esa operación de cataratas que libera sus ojos, de esas costras traslucidas, casi opacas que le privaron de la vista en plena niñez. Oliver Sacks termina el capitulo de la vida de Virgil, de su odisea visual con una tristeza y una pena que conmueve, con unas reflexiones que me golpearon porque me veía a mi mismo y a las circunstancias que han irrumpido en mi vida y en “mi mundo...”, como diría Joa.
Recuerdo que he coronado el collado de la Moreria, como tantas veces, como tantos otros días, como año tras año..., he visto de nuevo los terraplenes rojizos, con las raíces de los pinos asomando desnudas y retorcidas y me he dejado caer, me he cruzado con un grupito de ciclistas...,eso también lo recuerdo ahora..., y he continuado bajando, he vuelto a sentir el viento contra mi rostro y he visto de nuevo los horizontes de siempre, de un azul intenso, de un azul imaginario y hermoso, he visto algunas cortinas de humo inclinadas hacia levante y el cielo límpido, colores y formas, siluetas y perfiles, detalles visuales rápidos y perfectos, gamas de colores, de verdes y marrones, de grises y amarillentos..., que mi corteza visual procesaba casi a la velocidad de la luz y que me ha permitido ver, seguir viendo..., a Virgil, nos sigue contando Oliver Sacks, ese nuevo mundo le desbordó, golpeó brutalmente contra unas estructuras cerebrales reordenadas y especializadas hacia un mundo táctil y auditivo, hacia un mundo de tiempos y no de imágenes, no de espacios, un mundo que necesitaba tocar y palpar para percibir su existencia..., en ese momento, recuerdo que he cerrado el libro y he salido a dar una vuelta con los chuchis, angustiado al pensar que a mi me podría ocurrir lo mismo que a Virgil..., cuando una súbita complicación medica lo retorna a su ceguera, a su antiguo mundo, ese en el que se sentía seguro e identificado con una identidad, con una personalidad y verdaderamente feliz.
Recuerdo que el descenso me ha hecho sonreír, recuperar el aliento y algo de calma..., si, eso lo recuerdo ahora que lo estoy escribiendo, pero sigo recordando la lectura de “Un antropólogo en Marte” y como me he sentido angustiosamente identificado con Virgil, él llevaba 40 años privado de la visión y yo llevo 7 años dedicado a mi padre, a cuidarle, a dormir junto a él y a renunciar a mis propios deseos y anhelos, a enterrarlos entre mis circunvoluciones cerebrales, a amordazarlos para poder soportar las noches, los días, las tardes de los sábados y de los domingos, todos los días de la semana, a renunciar a mi vida como Pedro, a no escuchar música, a no poder ver ninguna película sin que mi madre cambie compulsivamente de canal, a no poder escuchar alguna noticia interesante..., y a crear un mundo a mi medida, a la medida de mi padre y de sus minusvalías...,un mundo exclusivo en el que no cabía Joa ni cualquier otra mujer o amigo.
Recuerdo como hace 7 años me sirvió para elevar mi autoestima, la gente me daba la mano y alababa lo que estaba haciendo y yo me sentía bien y digno, por fin hacia algo bien, algo sin su tutela, sin su mirada escrutadora.
Recuerdo que me he desviado hacia la Font de l´Avella, como suelo hacer últimamente, un breve repecho y luego esas curvas en forma de lazos a derechas y a izquierdas, a la sombra de un sol que hasta ese momento me había estado acribillando a destellos por mi izquierda, sol y sombra, sol y sombra..., ha llegado un momento en el que ya no veía bien la pista y sus piedras, sus bancos de gravas, sus cantos mas gruesos desprendidos desde las paredes estratificadas con la lluvias..., y he agradecido la umbría, la sombra a este lado de la sierra.
Creo que nunca he decidido nada en mi vida, que nunca he tomado una determinación más o menos trascendente, siempre me he dejado llevar por los entornos en los que me he movido..., aunque siempre con reservas, siempre con una especie de extraño o estrafalario criterio propio que me hacia divagar dentro de mis pensamientos. De pequeño me encantaba perderme por los pinares de las llamadas Tierras Altas, observar a los animales, a los insectos..., tratar de recrear lo que veía y me fascinaba en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente y a veces lo conseguía..., esto ya lo he escrito otras veces, pero son recuerdos hermosos, gratificantes pero no tan obsesivos como los de Franco Magnani, otro de los protagonistas del libro de Oliver Sacks, un hombre capaz de pintar de memoria el pueblo donde nació, en la Toscana italiana, Pontito, un hermoso pueblo, placido, cálido y rodeado de fértiles tierras, de cuidadas huertas, de generosos bosques..., hasta que a medidos de los cuarenta es invadido por los nazis..., y a veces me pregunto porque no conservé ese interés por la naturaleza, porque no determinó mi vida estudiantil, porque no marcó una senda sobre la que caminar hacia algún lugar concreto..., imagino que por esa incapacidad de decidir, de elegir, de pensar por mi mismo plenamente.
Recuerdo que he salido a la pista que viene de Porta Coeli, he rodado un poco por ella y me he vuelto a salir por la misma pista estrecha y rota que sube desde la Cova del Judio, ese tramo que siempre desprende aromas de bosque húmedo y fértil..., cuesta abajo, rozando mis antebrazos contra las matas de coscoja que poco a poco van estrechando el carril.., ni siquiera fui capaz de elegir algo que estudiar cuando terminaba 3º de BUP con un montón de suspensos, no se, era un dejarse llevar por los acontecimientos sobre los que yo apenas influía, mientras mis amigos, los que hice en 1º de BUP enfocaban sus estudios y sus proyectos hacia sus carreras universitarias. Yo dejé el colegio en ese último curso y empecé a trabajar junto a mi padre, a aprender el oficio sin alegría pero sin obligaciones, sin entusiasmo pero sin anhelos de hacer otra cosa. Creo que por entonces seguía teniendo una escasa capacidad de concentración, me solía equivocar y mi padre me voceaba aquello de “Ferran, ferran..., perdreras el ofici...”, en valenciano, que quiere decir “equivocándote, equivocándote..., perderás el oficio...”, a mi esa afirmación me parecía exagerada, pero no decía nada, agachaba la cabeza y seguía trabajando.
Recuerdo que después, cuando he llegado a las primeras casitas, me he lanzado por una senda que sale a otro camino, he atravesado uno de los barrancos que vierten sus aguas al de Pedralvilla y he remontado entre unos chales, primero por tierra y después sobre una lengua de asfalto ligero que asciende bruscamente, ahora también recuerdo que me he levantado y he subido pedaleando de pie.
Los últimos años antes del infarto cerebral fueron muy tensos en la carpintería..., esto también lo he escrito alguna vez, pero bueno, lo escribo otra vez, lo recuerdo otra vez..., necesito esa perspectiva, necesito volver a ver todo aquello, ese pasado, puede que para decidir sobre mi presente y sobre mi futuro cercano..., mi padre estaba “quemado” y creo que ya deformaba la realidad laboral y comercial a su gusto y conveniencia. Nuestras diferencias de criterios eran ya insostenibles..., pero yo no levantaba la voz ni trataba de enviarlo a casa, como jubilado que estaba, mi padre decía, sobretodo a nuestros clientes, cuando iba a cobrar, que yo arruinaría la carpintería..., y yo ni siquiera sabía si arruinaría la carpintería o que coños haría, nunca había podido tomar el timón, nadie me había enseñado a tomar decisiones, a creer firmemente en mis ideas, a ponerlas a prueba. Y fui incapaz de hacerlo mientras mi padre estuvo sano..., pero bueno, no le hecho en cara nada, no le recrimino nada..., eso tampoco me aliviaría, él pertenecía a otra generación, a la gente de la Guerra Civil..., a él nadie le enseñó a ser padre. El, a los trece años empezó a trabajar en una carpintería, también porteaba maletas en la Estación del Norte..., creo que fue un niño demasiado inquieto y soñador compulsivo..., no le puedo recriminar nada..., es tarea mía saber decidir o empezar a decidir que quiero hacer con mi vida.
Y fui incapaz de hacerlo hasta que llegó el infarto cerebral y lo derribó, le fue privando de la movilidad lentamente, durante unos cinco días en los que los médicos no podían hacer nada salvo esperar a que dejase de infartar..., incluso la naturaleza decidió por mi, ella lo apartó del taller, de la carpintería y me la entregó súbitamente..., de eso hará 8 años en diciembre y aún sigo soñando que mi padre se recupera, que vuelve a andar y a mover su brazo derecho, entonces me ajito en la cama y trato de despertarme, enciendo la luz de la mesilla y le veo en la cama, quieto, inmóvil, con las encías hundidas, respirando con la boca abierta..., y siento un enorme alivio, a veces también sueño que no puedo encender la lamparilla, que permanezco en la oscuridad, a veces también sueño que voy conduciendo y que tomo una curva, poco a poco me voy saliendo y termino perdiendo el control, caigo a un barranco..., pero el coche planea, como para darme tiempo a ser consciente de que me estoy estrellando..., pero aterriza suavemente y vuelvo a la carretera o ruedo sobre un campo hasta que paro sin daño alguno. A veces también, durante ese mismo sueño me digo “esta vez no es un sueño, esta vez no...” y es curioso, porque yo rara vez paso de 90 por hora conduciendo.
Recuerdo que al final he decidido subir hasta la última colina, en ella hay algunos chales hechos por sus propios dueños, con sus manos, durante los fines de semana, mientras las mujeres preparaban los almuerzos y las paellas..., he vuelto a ver a unos cuantos de esos propietarios trasteando sobre el tejado de una de esas casas que tantas horas y sudores se llevan en sus paredes y que tanta ilusión se vuelca en ellas..., después he empezado a bajar por una lechada de hormigón, también revirada y llena de lomos y de pequeños baches. Recuerdo que durante esa ruta, entre casitas aisladas y pinares solía levantar la vista, buscando un águila que planeaba serena y ajena a mi presencia, recuerdo las nubes que flotaban sobre ella y lo gozoso que me sentía..., pero creo que hoy no he mirado hacia arriba, si es que hoy he pedaleado.
Ausencia de emotividad, de ilusión, de risa, incapacidad de alargar la mano y tocar mas allá..., a veces recuerdo la película de Jim Carrey, “El show de Truman” y me veo a mi mismo tratando de tocar el limite de “mi mundo”, como diría Joa..., sus confines..., Truman lo hace montado en una barquita y descubre que ese cielo es un decorado, que el océano era un lago y que había vida mas allá de su “mundo”..., y a mi me parece que lo hago encima de la Bicipalo, tratando de hacer girar la rueda delantera algo mas, tratando de mantenerla recta para que siga avanzando en vez de girar y volver sobre mi rastro..., hablo de no dejarla escapar, hablo de no ver como la mejor galga corre hacia el páramo sin que yo vea ninguna liebre, quedándome quieto..., como Franco con sus recuerdos obsesivos de Pontito, como Virgil regresando a su ceguera, a “su mundo” táctil y sensorial..., o sintiéndome como Greg, otro de los personajes reales con los que trabaja Sacks en su libro. Greg es un joven que vive intensamente los años sesenta en Norteamérica, termina abrazando las creencias y convicciones de los Hare Krishna y finalmente se recluye en uno de sus templos. Con el paso de los meses, Greg comienza a tener problemas de visión, pero los monjes no le dan mayor trascendencia, incluso llegan a argumentar que forma parte de su maduración espiritual, prueba de ello era su actitud, cada vez mas encalmada y con mas momentos de introspección, de silencios casi místicos y de una expresión facial tranquila, serena, ausente..., lejos de los gestos hastiados, tensos o desagradables que generan los pensamientos contaminados y anhelantes del materialismo..., pero Greg no había alcanzado ningún estado elevado, no se había desprendido de las miserias humanas y terrenales..., un tumor, del tamaño de un limón había estado creciendo en su cerebro hasta afectar al quiasma óptico y a varias zonas cerebrales..., de manera irreversible. A veces Joa me dice “es que me trasmites calma, serenidad, estar a tu lado me tranquiliza...”, entonces me siento un poco como Greg, no es calma, no es aplomo..., creo que es sumisión, inmovilidad..., o puede que una mezcla de todo, no se. A veces creo que estoy aparentemente tranquilo porque me han abandonado las emociones y si eso es verdad quiere decir que me estoy asomando a un precipicio, que tengo un pie en el vacío..., sin emociones no hay vida. A veces repaso las facturas y veo que hay varios clientes que no me han pagado, entonces miro el telefono y pienso en llamarles..., pero al final no lo hago, casi me da igual, ya pagarán..., aunque yo pague siempre al contado..., si Joseph Julián o Germán leen estas líneas se llevarán las manos a la cabeza..., cobrar a plazos y pagar al contado es ruina segura a medio plazo...., a veces la calma es sinónimo de abandono, de silenciosa derrota, de claudicación sin resistencia.
Y recuerdo que después he salido a la vía de servicio, apenas si me he cruzado con ciclistas y he vuelto al chalé. He dejado a la Bicipalo apoyada en la pared y he entrado a la habitación que comparto con mi padre..., y me he visto reflejado en el pequeño espejo, iba vestido de ciclista pero ya me había olvidado de que acababa de pedalear por la sierra..., ni siquiera alguna foto del amanecer que habría quedado como prueba de esa pedalada olvidada, vacía, ensimismada..., bueno, alguna he hecho a los suillis, pero echando una ojeada al móvil descubro las fotos que he hecho estos días cuando paseaba con los chuchis por los pinares, entre los charcos recargados con la borrasca de la semana pasada...
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...a solas, sin ninguna cinturita a la que sujetarme..., pero volviendo a sonreír cuando descubrí los primeros niscalos, llamados por aquí “rebollons” o “esclatasangs”, que en castellano podría traducirse por “explotasangre”..., al amparo de las espinosas hojas de una coscoja.
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7 comentarios:
¿Quién no posee un "Show de Truman" particular en varios periodos de su vida?.
Todos nos sentimos un poco títeres de la vida en momentos dados, sin aparente posibilidad de decisión propia, arrastrados por la corriente de los acontecimientos, con un día igual que el otro en un bucle sin fin.
Y aunque nos parezca mentira, hay quienes deciden vivir así hasta el fin de sus vidas...sin hacer nada espectacular, dejándose llevar por lo que depare el amanecer e incluso llegan a sentirse felices por ello.
Cuando algo se "descoloca" en nuestro show particular, (que no debemos olvidar que es nuestra propia vida), casi siempre se debe a alguna expectativa que ha venido a "despertarnos" de ese sueño repetido.
En cuanto empezamos a formularnos preguntas ¿qué habrá más allá? ¿y si fuera capaz de? ¿sería posible? es cuando el "show" comienza a parecernos irreal, que no va con nosotros, que es todo un montaje y que pueden existir otras cosas.
Todos los cambios, Pedro, necesitan de un esfuerzo o un sacrificio, pero el mayor de todos ellos es cambiar nuestra propia percepción de las cosas.
Este mes, nuestro amigo Josep Julián, tiene esta frase en su blog:
"Cuando cambia la realidad, cambio mi modo de pensar".
John Maynard Keynes
A tenor de una de sus entradas, yo le escribí que también era viable:
"Cuando cambio mi modo de pensar, cambia mi realidad".
Ahora que estás cambiando tu modo de pensar...es muy probable que tu realidad también cambie, pero hay que ser consecuente con los resultados.
Ánimo, amigo...en este camino del reality estamos todos.
Un abrazo.
Hola Pedro:
Pues ya ves que he entrado y al hilo de tu artículo y con toda humildad te dejo tres reflexiones.
La primera es que por autoestima te aconsejo que mañana mismo pilles el teléfono y llames a los que te deben dinero. Ellos tampoco se olvidan de que te lo deben, tenlo claro y tú te lo has ganado.
La segunda es que te confieso que en el tiempo que te leo nunca te he dicho que la primera impresión que me causaste y que luego he constatado es que te pareces mucho a un primo de mi ex mujer, valenciano como tú, de Polinyà de Xuquer, que viviendo una realidad parecida a la tuya en cuanto a dependencia de familiares y permanentemente angustiado, basaba su vida en reprocharse montones de cosas. En su casa había un limonero que su padre había plantado hacía muchos años y cuyas raices habían crecido tanto que lo estropeaban todo. Todo el mundo se quejaba de ello pero nadie hacía nada. Una noche, él se levantó, cogió un serrucho y lo serró de cuajo. Para él fue una liberación y aunque no sé lo que ha sido de él porque no le he vuelto a ver, sí te digo que en ese gesto hubo mucho más de simbólico que de práctico, pero que a él le sirvió para sacarse mucha mierda de encima.
Y la tercera reflexión, la más importante creo, es esta. Suelo visitar tu página cuando estoy saturado de leer las memeces o pajas mentales que se escriben en blogs doctos. Para mí es un bálsamo y te diré por qué. Porque cuando te leo huelo la tierra, siento el efecto de las piedras bajo la rueda de tu bici, sudo cuando subes las cuestas y hasta creo que me hago una idea de esa vía de servicio que mencionas tantas veces. Es decir, te frecuento porque sé que vives.
Ahora bien, junto a esto te digo una cosa que a lo mejor no te gusta tanto. Todo el tiempo que te pases lamentándote de lo que te pasa es tiempo perdido. Y la peor noticia es que no sólo se consume tiempo y energías sino que también se quema lo que tenemos al lado y queremos. Te digo esto porque todos tenemos un pasado y he pasado por lo mismo. Si no fuera así no me atrevería a hacerlo.
Un saludo.
Hola Josep, la verdad es que esperaba tu comment, por cierto, a Maria le he contestado por mail, la verdad es que son ricos y cargados d razón y sentimiento, creo que coincidos, Tu yo yo, en que tener a esta canaria por lectora y amiga es algo impagable.
Es curioso, me comentas ese gesto de liberacion, ese gesto de tomar la iniciativa, ese gesto de plegar las alas y dejar de proteger a todo el mundo, sobretodo cuando son adultos y totalmente autonomos.
Yo estoy empezando a cortar ese limonero, ya he sentado a dos de mis hermanas y le he explicado el asunto, me da igual tener que pagar para poder librar los fines de semana, pero quiero vivir, quiero estar con Joa, intentarlo junto a ella y no angustiarme cuando se hacen las seis de la tarde del sabado y tengo que volver a casa. Y mira, ya que ilustrabas tu post de la trasparencia con las escenas de Merrick a mi me martilleaba la imagen de Joa en su ranchera, yo en la mia, conduciendo hacia Valencia..., mirandola por el retrovisor, deseando seguirla y siendo incapaz de decidirme ¿no te recuerda a la secuencia final de "Los puentes sobre el río Madison", creo que es la secuencia mas emotiva y mejor filmada en toda la carrera de Clint Eastwood..., es una secuencia que no me canso de revisionar, de gozar..., es puro cine, Josep, puro cine.
Y bajando al suelo, me han entrado tres sofás mas, de esos para gente muy influyente, con motivos arabescos y que decorarán el palacete de un amigo de Agag..., este cliente paga muy bien y es una gran persona, conozco a su familia y formamos un buen equipo, él es ebanista, ahce la faena fina y de cara vista, yo hago el armazón, lo de "dentro", vamos.
En fin Josep, voy avanzando,poco a poco, pero con decision y con ilusión hacia Joa, hacia mi identidad..., te diré que lo habiamos dejado durante unos cuatro días..., por mis temas de familia, fué la semanita del sofá del post..., joder, que semana.
Josep, me alegro de que aquí te relajes,que suspires y que puedas imaginar los montes que vemos Joa y yo.
Un saludo..., y gracias.
Gracias a ti. Y no te olvides de vivir y de cobrar las facturas atrasadas.
Respecto a lo de María, qué voy a decirte que tú no sepas.
Un abrazo.
Pero Pedro! cómo te encuentro así? No decaigas, supongo que todos hemos pasado por momentos así que parecen que nunca acabarán. Pero todo está en constante cambio y en ti está que busques ese cambio, puede ser un cambio físico o mental, el físico hará que con el tiempo llegé también el cambio mental, pero para que ello ocurra debes poner de tu parte y comenzar a plantearte las cosas de otra manera. Los cambios buscados yo creo que son siempre para bien, a mi siempre me ha pasado eso.
Como bien dice María; cuando cambies tu modo de pensar cambiarás tu realidad.
Un abrazo "salao" (como dicen en mi pueblo).
¿Que tal Goyo?, ahora ya estoy mejor, Joa y yo volvemos a pedalear juntos, a reir juntos, a dormir juntos..., a ver parte de nuestras vidas un poco mas proximas. Pero tube que dar el paso, saltar fuera del decorado..., aunque de momento sea con cuerda y arnés, je, je,..., pero parece que estoy bien, animado y tranquilo..., incluso estoy pensando en comprarme una custom de 125 para pasearme de mi casa a la de Joa..., dichosos 43 años y las ansias de resucitar deseos dormidos y abandonados en la juventud.
Veremos como voy encarando el invierno, los dias cortos y la crisis, que me golpea Goyo, que me golpea, aunque de momento ando fajando bien, encajando sin que abran vias en la bajo la linea de flotacion.
Y otro abrazo, otro apreton.
Bueno, pues me alegro de que vaya mejorando la cosa.
Ves como todo es efímero y cambiante?
Todo evoluciona y puede hacerlo de forma favorable, ya verás.
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