Florecia en la soledad de la Font del Berro, el cerezo abria sus flores blancas sobre el fondo azul de un cielo límpido y sobre el verde palido del pinar, a veces decorado con las bulbosas pinceladas rojizas del rodeno.
Todo era calma, se escuchaban las llamadas de las avecillas, silvidos y cortas melodias que se extendían por las gargantas y entre los valles. Eché el falta el repiqueteo del picapinos y el zumbido de las avispas alrededor de la fuente, pero apenas si habia agua, apenas si habia llovido durante el invierno y las flores no terminaban de despertar, salvo las del cerezo, que se abrían en medio de un intenso zumbido.
Las abejas se emborrachaban con su polen y yo pensaba en el hermoso espectaculo de la floración de los cerezos en el valle del Jerte..., yo tan solo habia pedaleado una hora por la sierra Calderona y contemplaba la esencia de ese mismo espectaculo.