Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

miércoles, 28 de marzo de 2012

REPUGNANCIA en "Diario de Homo".

Escuchaba la noticia y me quedaba estupefacto, no lo podía creer, pero era cierto, el retrato de José Bono iba a costar a las arcas publicas algo mas de 80.000 euros.
He sentido verdadera repugnacia y me he sentido ultrajado e insultado. Un simple retrato, cuatro trazos al carbonillo, un marco de madera, un lienzo y el rostro de un politico millonario..., nos va a costar 13 millones de las antiguas pesetas, si, si, 13 millones de pesetas.
Pero...., ¿esto es admisible mientras nos estan subiendo los impuestos?, ¿mientras sube la gasolina sin parar...?, ¿mientras Esperanza Aguirre insinua que tendremos que pagar por usar las carreteras...?, ¿mientras Artus Mas impone el copago sanitario y la tasa turistica...?, ¿mientras se nos exije a los trabajadores que trabajemos mas por mucho menos euros...?, ¿mientras se esta recortando en Educacion y servicios sociales....?.
Sinceramente, ese desplifarro es para entrar al asalto en el Congreso y apalizarlos a todos, a todossssssss.............¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡.
¿Pero que casta de sirvenguenzas y caraduras nos están gobernando....?, ¿pero a que clase de despotas mentirosos y ruines hemos entregado nuestro voto y nuestros impuestos.....?.
13 millones de pesetas por un retrato de José Bono, conozco a decenas de amigas y amigos que cursaron Bellas Artes y que serían capaces de replicar el rostro de ese politico por mucho menos dinero...., sinceramente, despues de esto ¿vale la pena que discutamos de politica, que digamos que somos de izquierdas o de derechas....?, ¿de enemistarnos con nuestros vecinos por defender a estos degenerados....?. Yo creo que no.

Fe de erratas: He descrito el retrato como "cuatro trazos a carboncillo....", pero me he enterado de que no va a ser así, el retrato se ha encargado a un afamado pintor hiperealista, será un trabajo elaborado y minucioso..., ¿pero tanto como para costar 13 millones de pesetas....?

viernes, 23 de marzo de 2012

LA PORTADA DE "EL VERANO DE LOS PERROS FLACOS"






Recuerdo cuando empecé a escribir "El verano de los perros flacos", arrancó con el recuerdo de la muerte de papá, arrancó con secuencias reales en el hospital, vividas por mi y representadas por Alberto. Después continué escribiendo y llegó un momento en el que los galgos empezaron a correr por si mismos
. Recuerdo que sentí algo desde dentro y supe que si deseaba escribir sobre galgos y hombres, este era el momento y este era el relato.
Pasó el otoño y fuí capaz de subir a la Tierras Altas todos los fines de semana, fuí capaz de pasar el invierno a solas, con la manada, escuchando la musica de Europa FM y escribiendo..., y a finales de ese mismo invierno, una imagen comenzó a formarse en mi mente. Ya no eran letras, ya no eran capitulos, era una imagen que logré garabatear a mano alzada y que Maria Hernandez fue capaz de dotar de vida, color y sentimiento.
Y poco a poco, los galgo se van acercando.

Matias, el galguero.

- ¿Y que hará dentro de unos años, cuando sus galgos no corran tanto como ahora…? –replicó Lucia sin dar tiempo que el galguero respirase, como si tan solo hubiese estado esperando a que dejase de hablar, como si no le hubiese importado nada de lo que Matías acaba de contar.

El galguero sonrió, cabeceó, miró a Paúl y a Alberto y los recordó rodeados de aquellos lebreles bardinos que los galgueros del pueblo habían abandonado o intentado colgar. Su madre los había recuperado, había sido capaz de ganarse la confianza de aquellos galgos huidizos y aterrorizados que vagaban por las cunetas y por los campos, sedientos y famélicos. Su hijo había heredado aquella capacidad y los galgos se movían alrededor de él como si fuese uno de ellos.

Se oyó el canto ronco de una picaraza y Matías recordó la pregunta de Lucia, la hija de Alberto, de ese otro niño que llegó de la ciudad y que terminó corriendo y creciendo junto a los galgos de Patricia. Recordó la broma de Luciano y negó con la cabeza, recordó a Moro encaramado tan largo como era sobre su padre, lloriqueando y llenándole de lenguetazos, lo recordó colgando del olivo y recordó que lo colgó bien alto, para que muriese rápido, recordó que algunos galgueros los colgaban de distinta forma según hubiesen sido de buenos, según hubiesen corrido. Moro colgó sin apoyar las patas y otros muchos pendieron días y noches tocando la meseta, tan solo con las uñas, dando saltos, como escribiendo a máquina…, reían los galgueros, hasta que les vencía la fatiga, hasta que esas patas que volaron sobre la meseta, sobre los páramos y sobre los sembrados y barbechos, cedían para siempre.

Matías apretó las mandíbulas y volvió a preguntarse porque no sentía pena hacia todos esos galgos, maldijo el momento en el que perdió aquella inocencia, maldijo a quien sin derecho alguno, ya de niño, le arrebató esas emociones que llenaban de sonrisas y alegrías a todas esas personas que vio en Barcelona. Todas con sus galgos, algunos muy viejos, incluso había uno que le faltaba una pata de delante, muchos de aquellos perros flacos tenían leismania y sus dueños se gastaban el dinero en ellos, incluso habló con hombres que estaban tristes porque los galgos tan solo se acercaban a sus mujeres o a los niños y les rehuían a ellos.

Tirma se levantó y trotó hasta Matías, le apartó el antebrazo con el hocico, dejó reposar su cabeza sobre la pierna y olisqueó ahí donde el galguero sentía aquel ardor que a veces le hacia enroscarse en la cama y gruñir de dolor.

Matías posó su mano sobre Tirma y miró a Lucia.

- ¿Sabe…?, he visto a demasiados galgos correr por ultima vez, sin que ellos lo supiesen…, pero está vez será distinto, Tralla y Trisca seguirán corriendo y yo ya no podré verlas.



lunes, 19 de marzo de 2012

EL PEQUEÑO SALVAJE.

Ya conté como nos conocimos Jesús y yo, en la Sierra Calderona, pedaleando, entregandonos a ella cuando el mundo nos falla, cuando solo confiamos en las bicis y en sus pistas teñidas de rodeno.
Jesús escribe todos los jueves en su blog "entercerapersonadelsingular....", escribe post breves en tercera persona, cargados de reflexión y de intimismo, este ultimo me ha emocionado y por eso os lo dejo aquí, para que con un simple clic lo leais, vale la pena, como todos sus escritos.

http://entercerapersonadelsingular.blogspot.com.es/2012/03/el-pequeno-salvaje.html

LA PODENCA QUE NO VALIA NI UN CARTUCHO.

Los paseos al alba se han ido sucediendo días tras día, fin de semana tras fin de semana. He recordado esos amaneceres invernales, mis encuentros con los hielos y las escarchas, el frío y el vaho de mi respiración condensada, el canto de las aves nocturnas…, como esta mañana, como este amanecer en el que los autillos y los mochuelos lanzaban sus últimas llamadas desde los pinares cercanos a los campos de naranjos. Unas voces casi misteriosas, naturales, voces del bosque, de la tierra…, nada que ver con el estruendo distante que llegaba amortiguado y debilitado desde las poblaciones entregadas a la vorágine ruidosa de las Fallas, en medio de las despertaes, en medio de esa forma tan brutal de amanecer, de despertar, de saludar a un nuevo día.


El monte despertaba solo, desperezado con los rayos del sol, mimado con sus haces cálidos y ella le miraba agradecida, ella, la primera amapola de la primavera.

La manada se movía por el camino olisqueando y mirando hacia los campos de naranjos y yo me he fijado en ella. Crecía colorista y simpática, grácil y menuda, entre los roquedos que circundaban casi todas las parcelas. Montones de cantos rodados que los agricultores habían ido desenterrando año tras año y que habían acumulado en las lindes, dejados caer y olvidados, sin volver a tocarlos, dejando a cada canto en su sitio según fueron cayendo, arrojados por las manos de homo. Y con las lluvias y los fríos erosionando esas piedras que al poco tiempo iban siendo colonizadas por musgos y líquenes, cubriendo el color rosado del rodeno y tomando un color entre verde y amarillento del que sobresalía ella, la primera amapola de la primavera que veían mis ojos.


Vida surgida de la tierra, casi como la vida surgida en las madrigueras subterráneas de los conejos, como la del gazapo que Mía ha descubierto, al continuar el paseo, en una espesa mata. Al escuchar los crujidos del ramaje, Norton, Cecil y Piper han corrido hasta rodear el arbusto. Mía se ha internado una y otra vez entre la hojarasca, entre las ramas. Norton lo rodeaba con la cabeza en alto y con las patas traseras tensas, listas para arrancar en cuanto la presa abandonase el matorral. Mía insistía, entraba y salía, daba vueltas y volvía a atravesar la espesura. Hasta que he visto como una sombra gris salía de entre el ramaje, pero Mía estaba ahí y ha cerrado las mandíbulas como un rayo, en un tijeretazo brutal que ha quebrado el espinazo del joven conejo.

He sido testigo de su muerte instantánea y de como la perra se colocaba el cuerpecillo sobe las muelas carniceras, de como mascaba, de como trituraba huesos y pellejo y de cómo lo tragaba.

Me he sentido extraño, casi estúpido con mi mentalidad urbana lamentando la muerte del conejito, sintiendo lástima, antropizando todo mi entorno hasta el absurdo, disfrutando de la visión de esa amapola y no entendiendo la relación entre predadores y presas, la relación tan íntima y estrecha entre la vida y la muerte en la Naturaleza salvaje y pura.

Ya de regreso he decidido atravesar un bosque desbrozado el año pasado, me gusta pisar sobre la pinocha y contemplar los troncos de los pinos, sus cortezas, ese tono gris cuarteado.


Los fotografiaba cuando he escuchado los ladridos excitados de una rehala de podencos, después la voz del cazador avivando los instintos y apenas unos segundos después el chillido, el quejido lastimero de otro conejo rasgando la espesura de otro pinar cercano.



Cecil ha lanzado una especie de aullido, como un aviso ante esos sonidos inquietantes. Norton, Mía y Piper miraban hacia allí, hacia los ladridos.

Hemos dejado el bosque y regresado a la pista, algo inquieto y tratando de apartarlos de la rehala, pero nos hemos topado con ellos de frente. Media docena de podencos blancos cabalgaban hacia nosotros en una visión preciosa pero fugaz y que tan solo han disfrutado mis ojos. El sol se elevaba tras ellos y llenaba de una luminiscencia fantasmagórica la nube de polvo blanco que les envolvía.

De nuevo Cecil se ha lanzado hacia ellos, ladrando, marcando su territorio y los podencos se han dispersado, han vuelto al monte o alrededor de su amo, que también había salido hasta el camino forestal.





Hemos continuado y pronto nos hemos visto rodeados por toda la manada, incluso he charlado un rato con el dueño, le he hecho algunas preguntas y al final ha comentado algo que pensaba que jamás oiría en mi vida, algo que había leído mientras me documentaba para escribir El verano de los perros flacos.

- Pues esa perra…, esa que salta, tiene catorce años, no era mía, pero el dueño, que es amigo mío me dijo que ya era vieja y que le iba a pegar un tiro, entonces yo le dije, no hombre, no, que no vale ni un cartucho…, yo me la quedaré.

Me decían que los galgueros ahorcaban a los galgos para ahorrarse un cartucho, yo no terminaba de creérmelo, pero el cazador de esta mañana me lo acaba de decir, en medio de una sonrisa de satisfacción al ver a sus podencos escudriñando el bosque, saltando y rastreando infatigablemente, incluida esa perra de catorce años, ágil, inquieta y avispada pero que no valía ni un cartucho.

sábado, 17 de marzo de 2012

Ascendiendo a pedaladas por el barranco de Potrillos

.


Tan solo se oían mis jadeos y el canto de las avecillas, el tenue rumor de los neumáticos y me respiración anhelante. Percibía los aromas intensos del pinar y esos olores rescataban recuerdos de otras pedaladas, de otros años, de otros momentos.
La pista de Potrillos ascendia como siempre, repleta de placas de rodeno y entre pinares, entre umbrias..., pero yo ascendia algo mas fatigado de la habitual, con el corazón algo mas acelerado pero envuelto en unas pedaladas que poco a poco me han llevado a la pista que ascendia hacia el Rincon de la Miseria, ya mas ancha pero en ascension continua.
Continuaba escuchando mi respiracion y entonces he visto la pequeña jara, colorista y simpatica, solitaria junto a una piedra y bajo los taludes de rodeno. En ese momento pensaba que llegado el dia en que ya no pudiese pedalear siempre me quedaria el recurso de recorrer estos parajes a pié, caminando, viviendolos mas de cerca que con la Bicipalo.
He remontado hasta el cruce de Rebalsadores y he esperado un rato a Joa y a la BTT de Moncada, pero al final me he dejado caer justo en el momento en el que llegaban.
Joa remontaba la primera entre las chicas y entre muchos de los chicos, sonreía envuelta en los colores rojos y azules de la peña.
Al parar he echado en falta sus míticas coletas, lucia su larga melena sobre los hombros y de un color muy claro, casi rubio, brillante, dorado y con matices rojizos.
- ¿Te has tintado el pelo...?.
- No..., es el tono del verano y del sol.
Nos hemos despedido con un beso y he vuelto a parar unos metros despues hipnotizado con los colores amarillos de una mata rastrera. La vista de los horizontes y el silencio creaba un ambiente conmovedor, despues ha llegado el viento susurrando entre las agujas de los jovenes pinos que crecian en las faldas del peñasco.





Y ya mas abajo, despues de dejar la pista del Campillo, he vuelto a encontrarme con los aridos montes que rodean a la Font de L´Abella. De tonos apagados, sin brillos, con trazas amarillentas y rojizas, silenciosos, adustos, circunspectos y con sus pistas descarnadas y repletas de bancos de gravas.










jueves, 15 de marzo de 2012

ESCAPANDO DEL CAOS Y DEL RUIDO INFERNAl, en "Diario de Homo"


Después de comer hemos salido de Valencia mi madre y yo, atrás ha quedado esa ciudad envuelta en el estruendo de la pólvora y en el vocerío que quienes durante casi un mes se sienten dueños y señores de las calles. Atrás queda el bullicio molesto, las calles cortadas y los atascos demenciales.

Conduzco con calma y con madre a mi lado, sus comentarios son cada vez mas inconexos y siempre repetitivos. La demencia avanza lentamente.

Llegamos a las Tierras Altas y antes de salir con la manada, reparto las vituallas y le preparo un café, también he comprado unos cuantos croissant y la dejo viendo los programas del corazón.

Unos minutos después ya paseo en medio de un silencio agradable y acogedor, bajo un sol que despierta las flores y que hace que la sabia ascienda hasta los extremos más finos de las ramas dormidas.

Norton, Mía, Cecil y Piper corren y rastrean, olfatean y de vez en cuando Mía lanza su ladrido nervioso y rápido, en ese momento el galgo mestizo arranca dando saltos entre las matas de esparto y los pequeños pincher le siguen entre graciosos gruñidos.

Camino sobre una tierra suelta, casi arena y tan suelta que es capaz de reflejar cualquier huella, incluso las que dejé la semana pasada. Me sorprende que sea tan previsible y vuelva literalmente sobre mis pasos y entre los de algunas aves. Me siento agasajado observando las sutiles improntas, puede que de alguna abubilla o de las revoltosas urracas. Me sorprende esa actitud mia de no salir de mis entornos habituales, de mis rutinas, de mis sendas..., incluso a veces creo que sería capaz de vivir en el jardín de una rotonda.

Los pierdo de vista una y otra vez y sonrío satisfecho y relajado cuando les veo adentrarse en el herbazal.









Los tonos apagados y las gramíneas muertas camuflan las idas y venidas de los perros. En el centro del prado reseco se acumulan restos de algunas podas y la manada le da vueltas y mas vueltas, incluso Cecil llega a adentrarse entre el ramaje y gruñe y ladra como si se hubiese encarado con la guarida de algún conejo o de alguna rata de campo.

Sigo con el paseo y me voy encontrado con los gamones empezando a espigar y con los tomillos espesos y floridos, junto a ellos, los tiernos brotes de la uva de pastor, esa planta capaz de mitigar la acidez de estómago, la inflamación bucal o de aliviar las picaduras de insectos. Medicinas naturales ante mis ojos, romeros capaces de aliviar las vías respiratorias, arbustos de espino con propiedades cardiotónicas y algunas matas de hipérico, un antidepresivo que nos ofrece la naturaleza, así sin mas.

Me siento mejor y me cruzo con una rehala de podencas andaluzas, charlo un rato con los cazadores, deben ser padre e hijo y se fijan en Norton. Cecil y Piper tratan de montar a una de las podencas y los hombres se ríen. Nos despedimos y vuelvo a pasear a solas, con la manada y con una Sierra Calderona que recibe los últimos rayos de sol en sus cimas, algo turbias, dejando sus tonos azules y volviéndose algo anaranjadas, unos minutos antes de fundirse con la noche.

sábado, 10 de marzo de 2012

Y LOS LIRIOS AZULES NO ESPERARON A LAS LLUVIAS.

Pedaleaba remontando la pista del Campillo sobre la Bicipalo, pedaleaba ligero y con la intención de alcanzar a Joa y a sus amigos de la Peña Ciclista de Montaña de Moncada.
Ascendía trazando las primeras curvas y no he podido echar un vistazo a los taludes de piedra gris y a las cunetas repletas de areniscas, de tierra y de restos erosionados de la misma pared de roca. Y ahí estaban, como todos los años, ansiosos de liberar la vida acunada en sus bulbos, tan inquietos que ni siquieran habian esperado a las lluvias
.



Los lirios azules brotaban entre tomillos floridos y espesos, entre ramitas espigadas y sanas de los romeros. La Sierra Calderona empezaba a engalanarse con sus colores y sus aromas, con su placidez, con ese desperezarse despues del letargo invernal.