Ala Quebrada...., un vencejo que casi se arrancó el ala contra el cable anclado muy cerca de la junta de dilatación donde dcidió anidar, desde entonces,día tras día lo esquiva para poder alimentar a su polluelo.

domingo, 28 de marzo de 2010

NACER, VIVIR Y MORIR EN MI CALLE.... en "Diario de Homo".


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                                              Dos de mis hermanas y yo, el edificio con el tejado a dos aguas
                                             era la fundición y la finca que se alza junto a ella, la nuestra.                                                                                 
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  Nací en mi calle, en la calle Pintor Goya de Valencia, en el número 30…, eso lo se, me lo dijeron mis padres y lo viví yo mismo mientras crecí en ese piso de alquiler pero nuevo. Lo estrenaron ellos y ahí vivimos hasta el ictus de mi padre.

                                    Ese soy yo, montado en aquel caballo..., aún lo recuerdo, recuerdo
                                 la imagen pero desde luego no lo que sentía.


  No se donde moriré, puede que de muerte súbita en cualquier momento y en cualquier lugar, puede que me estrelle con Run-run, puede que me atropellen cuando pedaleo con la Flaca sobre el asfalto, como a un perro o como a uno de esos graciosos, tímidos e introvertidos erizos que por estas fechas comienzan a cruzar las carreteras de las Tierras Altas y que son atropellados, reventados…, instantes después las urracas picotean las vísceras y levantan el vuelo cuando se acerca algún coche. Puede que muera despeñado con la Bicipalo por algún barranco de la Calderona, de esa serranía de la que nunca salgo y que ya inundó mis horizontes desde la niñez, aquellas Montañas Azules, aquellos volcanes inclinados, como dormidos que Joa me descubrió…, o puede que muera de cualquier enfermedad en mi propia casa de la calle Goya o en la sala de cualquier hospital, pero también cercano al barrio, a mi calle a ese mundo al que ella se asomó como el decorado de una novela, murmurándolo entre sus finos labios.
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                                             Mi hermana pequeña..., hace bastantes años, asomada
                                             a ese balcón desde el que observabamos casi a escondidas.                            
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   A esta calle que solía contemplar desde el balcón, una auténtica jungla de macetas, de plantas y flores, de olores agradables, incluso olía a café densamente. Aquel aroma emanaba desde un tostadero que alzaba sus chimeneas frente a ese balcón que convertí en mi atalaya y en mi sala de juegos. Desde allí arriba observaba la calle, buscaba a mis amigos y cuando los veía bajaba a jugar a las chapas o al futbol, a montar en bici o a tirar petardos en Fallas.
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                                   De nuevo mis hermanas y yo, tras ellas el Dauphine de mi  padre , era
                                   uno de los pocos coches que aparcaban en la calle.                                             
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   Recuerdo la luz, el sol cayendo a raudales en medio de una calle con muy poco tráfico y de viviendas de dos alturas, normalmente en las plantas bajas se abrían los negocios, desde las tres carpinterías que coexistían con la de mi padre, un ultramarinos, un taller de mecánica de coches, unos talleres de matricería, una fabrica de juguetes y hasta una fundición de hierro y acero. La imagen del hierro al “rojo vivo” se va diluyendo lentamente en mi mente, entre mis recuerdos ya revueltos y confusos de aquella niñez que jamás salió de los confines del barrio, de las esquinas familiares, de las casas de los vecinos que conocían a mis padres.
    Frente a la fundición se alzaba una fabrica de vidrio…, la recuerdo en ruinas, en una ruinas tentadoras a las que jamás me atreví a entrar…, realmente me atreví bien poco en esa niñez callada y ensimismada, solo me atreví a robar un chicle “Bazoka” de una papelería que también vendía chuches. La mujer hacia ganchillo detrás del mostrador y sin apartar los ojos de las agujas murmuró sin inmutarse.
    - Haz el favor de dejar eso.
   Dejé el chicle, retrocedí enrojeciendo, perdiendo el aliento y salí corriendo de allí avergonzado, casi humillado y preguntándome como mi amigo Juan Antonio hacia para robar aquellos chicles sin que nunca le viesen…, corrí, corrí y corrí hasta mi calle, entonces me di cuenta que nunca jamás podría volver a entrar en aquella papelería. Volví a hacerlo cuando cambió de dueña, pero la primera vez que volví a entrar temí que la nueva propietaria tuviese una foto mía debajo del mostrador que dijese “SE BUSCA, por ladrón de chuches”.
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     Como restos de diamantes. Niños tumbados en mitad de la calzada.
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 La vieja y ruinosa fábrica de vidrio estaba a pocos metros de mi calle, frente a la fundición. Yo siempre me quedaba en la puerta, viendo como mis amigos mas lanzados desaparecían entre aquellos cascotes después de saltar los muros. También recuerdo a mis hermanas mayores entrando en aquel lugar y regresando con restos de figurillas de cristal, algunas deformes por el calor y otras que reflejaban la luz y la descomponían en brillos hermosos…, creo que eran las piezas que adornaban las lámparas, pequeñas tallas en forma de diamante. Mis hermanas me hacían creer que lo eran y que entrar allí era peligroso porque había que bajar a un sótano oscuro y con el suelo lleno de alquitrán. Jamás supe que era, pero a veces salían con sus zapatillas manchadas con algo oscuro y pegajoso. Nunca entré en aquella fábrica…, junto a ella se levantaba la casamata de un enorme transformador, mis amigos también se atrevían a rondarlo, a manipular las rejillas de las ventanas aunque al final todos nos conformábamos con acercar las orejas y escuchar aquel potente zumbido.
    Nos tumbábamos en mitad de la calle, sobre el asfalto, con la mirada fija en la chapa y aumentando la presión paulatinamente del dedo índice sobre el pulgar que lo retenía hasta que la presión hacia resbalar la uña sobre la yema y terminaba golpeando el canto dentado de la chapa de Pepsi…, el disco se deslizaba entre las líneas de tiza que delimitaban el circuito, rebasa a las otras chapas y quedaba en cabeza del pelotón…, recuerdo que sonreía y me levantaba mientras inconscientemente me limpiaba las rodillas, pero sin apartar la mirada del resto de mis amigos.
   Aquella chapa de Pepsi tenía en su interior la imagen de una liebre, era la Liebre de Marzo, por aquellos años yo no entendía de galgos ni de rabonas, pero si sabia que las liebres eran rápidas, por eso me gustaba aquella chapa, aunque era muy endeble y demasiado ligera, resbalaba con mucha facilidad y a veces me salía por poco del circuito y tenía que volver a la cola del pelotón.
    Jugaba bien a las chapas, tan bien que no me di cuenta de los años iban pasando, de que cada vez había mas tráfico, de que algunos de mis amigos ya habían empezado a fumar y se limitaban a vernos jugar sin agacharse. Solo durante el verano, cuando el Tour de Francia animaba las tardes volvíamos a jugar a las chapas, hasta que a alguno de mis amigos le regalaron unos ciclistas de plástico decorados con las banderas de los países que participaban en la carrera francesa. Entonces comenzó a jugarse de manera distinta, ya no se dibujaba un circuito sinuoso con tiza en medio de la calzada, ahora se trazaba un anguloso recorrido utilizando los bordes de las losetas octogonales que cubrían las aceras y se lanzaba un dado para ir avanzando, se contaban las losetas y así se jugaba. Aquel fue mi final, el final de una época…, simplemente porque para comprar aquellos ciclistas había que salir fuera de la calle, fuera del barrio…, los vendían cerca de la Finca Roja, un edificio muy conocido de la ciudad…, pero demasiado lejos para mi.
   Las ultimas carreras de chapa se jugaron, imagino que en Fallas, cuando se cortaba la calle y cuando nos juntábamos algunos de los chavales que tampoco conocíamos mas mundo que el de confines de la calle Goya. Uno de aquellos fue David, al que apodaron “El Gordo Paliza”, David no era del barrio, pero en una de aquellas plantas bajas vivían sus abuelos y él los visitaba por las fechas señaladas, en Fallas, en Semana Santa, en el verano. Era un crío gordito, claro de piel y listo…, tan listo que de su boca oí por primera vez la palabra dictadura. Me callé y escuché, David habló serio, arrugando su joven entrecejo de unos 10 años, imagino que repitiendo lo que escuchaba a sus padres.


    Cuando se fueron los niños.

    Poco a poco y sin que yo lo percibiera las calles se fueron quedando desiertas, el ultimo circuito de chapas dibujado con tiza sería borrado con el paso de los coches y por el barrio se empezó a escuchar el petardeo molesto y ruidoso de las motos de cros de 49 cc a escape libre. Las bicicletas desaparecieron con los niños y año tras año los coches fueron aumentando hasta ocupar todas las plazas de aparcamiento, los viejos edificios de dos plantas se fueron vendiendo y demoliendo, cerraron todas las carpinterías menos la de mi padre, cerró el taller de matricería, también el de mecánica, la fabrica de curtidos, el tostadero de café y la fundición, clausuraron el transformador y finalmente se derribó la vieja fabrica de diamantes y de aventuras…, pero fue algo lento, como la Vida misma y los niños aún vivimos nuestra infancia jugando en la calle, jugando a los cromos o a pillar. Recuerdo vividamente a Manolín, otro de los amigos de la calle que aún sigue viviendo en el mismo piso de sus padres y con él que prácticamente me cruzo todos los días…, y sigue cojeando, balanceando su cuerpo con cada zancada y a veces con la mirada extraviada, otras fumando apoyado en la barra del bar y mirando fijamente las estanterías repletas de bebidas alcohólicas.
    Manolín nació sin ningún problema en sus piernas pero sufrió la fatalidad de una equivocación médica o por lo menos es lo que siempre se dijo en la calle, es lo que siempre se murmuró y es lo que siempre he creído. Fue un practicante, aquellas personas que te visitaban en casa y te ponían vacunas…, una de aquellas agujas debió alcanzar un tendón y la pierna de Manolín se contrajo para siempre…, y creo que así le conocí, cojeando y riendo, jugando a “pillar”, un juego que se basaba en correr y correr, en la velocidad, en la agilidad de las dos piernas…, pero…., ¿como podía jugar a “pillar” un jovenzuelo que cojeaba…?. Manolín se adaptó a sus condiciones y lejos de quedarse quieto viendo como nosotros correteábamos ente los coches y sobre las aceras se unió a las correrías, al griterío, a las risas…, de una calle en la que aún jugaban los niños.
   Manolín apenas si podía dar tres zancadas sin perder velocidad, por eso, cuando adelantabas tu mano para agarrarlo, él se inclinaba a un lado súbitamente, te hacia una finta, un regate o se colaba entre los paragolpes cromados de dos SEAT 850…, desaparecía ante tus propios ojos y la mano se cerraba en el vacío. Volvíamos a correr hacia él y volvía a retorcerte la cadera con otro quiebro…, a un lado y a otro, apoyándose en la pierna mala o en la buena, riendo y tratando de zafarse de alguna mano que lo había enganchado “in extremis”…, corríamos, jugábamos al futbol, rodábamos con nuestras BH, con las Orbeas o con las Torrot…, hasta que fuimos creciendo y terminamos por desaparecer, por dejar las calles vacías y silenciosas. También dejaron de oírse las voces de nuestras madres llamándonos para cenar desde los balcones o silbando como hacia mi padre.
    - Espera, espera… -solía decir cuando me parecía oír el silbido- es mi padre.
    Y salía corriendo como un perro fiel hacia el portal, a veces la llamada era para que subiese a cenar o a comer y otras para lanzarme la merienda desde el balcón…, era habitual vernos jugar sujetando el bocadillo en una mano y dando patadas al balón o pedaleando, al final siempre se abría por los extremos y la “mezcla” terminaba cayéndose.
 
     Nacer y vivir en mi calle.
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     A veces Manolín se para en la carpintería y me cuenta un chiste mientras fuma, casi siempre a primeros de mes, a mediados ya se queda sin dinero, su paga por minusvalía apenas le alcanza… y hace algún tiempo me dijo entre risas.
    - Pedro…, yo creo que tu nunca has salido de la calle…, naciste en el 30, ahora vives en el 25, trabajas en el número 9 y tuviste el rollo con Inma en el 13…
   - Si…, yo también lo pienso.
     Y echamos una ojeada a la calle…, Manolín vuelve su cabeza hacia el solar en el que se ha convertido una de las viejas viviendas de dos plantas que quedaban en la calle. La casa de uno de sus mejores amigos, una casa emblemática…, la casa de su amigo Julio “El Chino”.
    - Es la misma calle pero ya no es igual que la nuestra, ¿eh Pedro…?.
   Manolín respira ruidosamente, pierde el resuello si camina algo deprisa y antes de salir de los bares pasa las manos por las ranuras de las tragaperras o de las máquinas expendedoras de tabaco…, buscando monedas, algún euro olvidado o algunos céntimos despreciados.
   Mi amigo tiene razón, ya nada es igual de cómo lo recordábamos, ni siquiera nosotros dos somos los mismos después de que durante más de 40 años nuestras células hayan ido reproduciéndose, reparándose, muriéndose y volviendo a replicarse miles de veces, miles y miles. Ya no hay niños en la calle, solo coches aparcados y nuevos edificios ahí donde estaban las casas bajas…, solo veo niños cuando caminan cogidos de las manos de sus madres hacia la vieja cárcel modelo de mujeres convertida ahora en colegio público, no se ven niños rodando en bicicleta, veo a inmigrantes latinos o europeos pedaleando por encima de las aceras, tampoco veo a las madres asomadas a los balcones. Mi padre tampoco silba y mi madre ya no nos prepara a mis hermanas y a mi aquellos bocadillos que volaban desde el tercer piso hasta la acera cubierta de losetas octogonales…, ellas, mis hermanas tampoco son aquellas crías desgarbadas que correteaban de aquí para allá.
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                                             Restos de aldabas y tiradores que aún abrillantan en la ultima
                                            de las casas bajas habitadas.                                                                                                                          .
                                              Otra de las viejas casas, ya vendida y esprando a las
                                              excavadoras.                        
                                             

   Y yo sigo aquí, en la calle, viviendo en la calle, trabajando en la calle y tan solo alejándome por los caminos de la sierra Calderona con la Bicipalo durante los fines de semana, siempre por sus pistas, sin llegar a pasar a las serranías cercanas, sin salirme de los caminos que conozco…, en una especie de bucle perpetuo, como aquel homínido que jamás salió de la cuna africana, como el ultimo habitante del pueblo que mira el cielo cuando los días se alargan, cuando florecen los gamones o los nazarenos y espera que los vecinos regresen por la Semana Santa o cuando los campos de forraje amarillean por el estío. Les espera para preguntarles que hay al final de la carretera, de las lomas distantes…, aunque a veces no desea preguntarles nada porque siempre estuvo allí, para bien o para mal.
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viernes, 26 de marzo de 2010

"VENIMOS DEL MONO...", algunos apuntes sobre nuestra evolución.


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   Introduccion.
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   Hace ya unos meses que compre la pequeña custom, que ruedo sobre Run-run, aprendiendo kilómetro tras kilómetro, y leyendo en el foro espiritucustom.com. También escribo en este lugar, charlo con moteros curtidos y con gente novata como yo, nos reímos y nos invitamos a cervecitas virtuales. Hay una sección llamada “La Taberna”, donde se escribe sobre todo, sobre cualquier cosa, donde se charla y se comenta el día a día de cada uno de nosotros…., hasta el punto de que se puede hablar incluso de prehistoria…, por eso decidí escribir este post con un aire ligero, como de charla entre birra y birra, por eso lo traigo aquí, entre los homos, las ciervas, los pedales y los mamuts…., y entre todos vosotros.
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 “Venimos del mono…”, algunos apuntes sobre nuestros origenes.

   ¿Quién no ha oído esa afirmación alguna vez…?, es la misma que tantos disgustos le causó a Darwin tras las publicación en 1859 de su obra mas conocida, “El origen de las especies”, cuentan sus biógrafos que se consideró un atentado contra la palabra de Dios y que Darwin fue rápidamente objeto de burlas y ataques por parte de la sociedad de la época.
   Hoy en día su obra sigue siendo el hilo conductor sobre la que se apoyan las nuevas teorías sobre la evolución y el origen de la vida y de las especies, pero aún se sigue pronunciando la frase “venimos del mono…” y entonces nos volvemos y miramos hacia los orangutanes pelirrojos y de largos brazos, hacia los nerviosos chimpancés o hacia los imponentes gorilas…, y pensamos que descendemos de ellos, pero no es así.

   ¿Dónde aparece el hombre, donde nace Homo…?.
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   No hay duda sobre nuestro origen africano, eso también lo intuyó Darwin antes de que se realizase ninguna excavación en el suelo del continente Madre.
   Y tampoco hay duda sobre que nuestro origen surge cuando se produce el alzamiento de la falla del valle del Rift hace unos 7 millones de años. Hasta ese momento las selvas espesas y densas poblaban esos territorios. Bosques sometidos a lluvias continuas, de densos follajes y árboles enormes que crecían buscando la luz de un sol que a duras penas podía atravesar el dosel selvático.

                                                                      


                                                                    

     La vida bullía en aquel ecosistema, los primates saltaban de unas ramas a otras, devoraban suculentas frutas y jamás abandonaban las alturas Eran sombras voladoras que aullaban, que llamaban a sus parejas o a sus clanes…, hasta que el cataclismo natural  fractura la selva en dos mitades, uno de ellas se hundirá y quedará fuera de la influencia de esos vientos húmedos cargados de lluvia, lentamente se irá desecando y fragmentando, el dosel comenzará a marchitarse y los rayos de un sol mas ardiente y ávido que nunca alcanzarán y calcinarán el humus que durante millones de años cubrió y fertilizó el suelo de la selva. Las escasas lluvias serán torrenciales y arrasarán la tierra, se llevarán el humus del que se alimentaban las plantas de hojas verdes y tiernas, dejarán el suelo desnudo y continuarán deforestando, seleccionando la vida y obligando a la lucha por la supervivencia de especies animales y vegetales.
   Aquellos primates de vida exclusivamente arbórea verán como los frutos se recubren de gruesas cáscaras para protegerse de las altas temperaturas y del ambiente seco, verán como los brotes derivan hacia espinas y como los árboles se van separando hasta el punto de no poder alcanzarlos con sus saltos. Las especies lucharán por el alimento, por el agua que pueda quedar en los troncos, en las hojas o en los frutos mas jugosos…, las mejor adaptadas continuarán viviendo en las escasas alturas y otros primates no tendrán mas remedio que bajar a la sabana, que pisar esa tierra para poder buscar alimento entre los arbustos y para poder beber de los charcos, de los riachuelos estacionales o de las pozas…, junto a otros cuadrúpedos y junto a los depredadores que siempre vieron desde sus refugios entre las ramas.


                                                                
                                                               


   Alguno de aquellos primates expulsados de los árboles podía caminar erguido sobre sus piernas.

    En Tanzania se hallaron huellas que demostraban de manera irrefutable que hace unos 5 millones de años existió un primate bípedo que caminó sobe las cenizas aún calientes expulsadas por un volcán…, posiblemente unos de los primeros primates bípedos…, capaz de caminar erguido y sin balancearse, capaz de observar por encima de los arbustos y capaz de utilizar sus manos para algo mas que para aferrarse a las ramas o para apoyarlas en el suelo durante sus incursiones por tierra…., ¡ese sería nuestro mono…¡, o uno de ellos, sinceramente creo que jamás hallaremos el auténtico eslabón perdido, pero eso tampoco me quita el sueño.
   Pero era tan solo el inicio de una nueva andadura evolutiva y biológica, aquel primate capaz de caminar erguido no estaría solo, otros primates también habrían sido capaces de moverse sobre sus piernas y durante casi tres millones de años coexisten en la sabana, pero ya descendiendo de linajes genéticos distintos que básicamente los dividían en dos grupos, en robustos y en ligeros o gráciles.
   Y la evolución continua en esa sabana africana, en ese nuevo entorno en el que los homínidos bípedos continúan compitiendo hasta que lentamente solo queda uno de ellos…, queda uno de los gráciles, los robustos desaparecerán de la línea evolutiva para siempre, solo quedarán sus fósiles que entrecortadamente y en voz baja y lejana nos contarán algo de sus vidas.



                                                                    


   Hace 2.5 millones de años…, Homo.

    Esos testigos fosilizados continuaran apareciendo en tierras keniatas, en Tanzania, en Etiopia, en Sudáfrica, en la famosa garganta de Olduvai, entre los sedimentos que rodean el lago Turkana…, y se datará al primero de nuestra estirpe, al Homo habilis…, hábil porque a él se le atribuirán la talla de las primeras herramientas de piedra, de aquellas piezas provistas de filos cortantes como el acero o de cantos romos y resistentes como la mejor de las mazas. Herramientas que les permitirán machacar las cáscaras mas duras y resistentes de los frutos secos, hasta aquellos momentos solo destinados a los grandes rumiantes y a los extintos parantropos. Con filos cortantes con los que podrán descarnar las carroñas que disputarán a hienas y felinos, con los que podrán desmembrar las piezas y así transportarlas con mas facilidad sobre esas manos y brazos que quedaron libres cuando comenzaron a moverse sobre las piernas…, con tanta eficiencia que en algún momento de hace unos 2 millones de años aquellos homos son capaces de mirar hacia otros horizontes y de decidir ir hacia ellos.


   Dejando la cuna africana, la expansión por Asia y Europa.

   Aquellos pioneros ocupan Asia, se siguen moviendo y evolcucionando hacia otros homínidos, atravesando Europa y llegando a ocupar también la Península Ibérica, un millón de años después, pero con un aspecto muy distinto al de aquellos habilis. En los yacimientos de Atapuerca descubrimos a esos viajeros llamados Homo antecessor. No conocían el fuego, consumían carne humana de manera gastronómica y ocuparon las serranías burgalesas hasta hace medio millón de años.
   Y como últimos representantes de aquella primera salida de África nos encontramos a los Neardentales, los llamados Hombres del Hielo, ellos habitaron la Europa glacial durante unos 170.000 años y justo al mismo tiempo, pero de nuevo en África habrá terminado de evolucionar otro homo que estará a punto de abandonar el continente por la misma senda que lo hicieron sus ancestros…, eran los primeros Homo sapiens, sus huellas también quedarían impresas en las arenas de la desembocadura del río Klasies en Sudáfrica, junto a los restos de sus herramientas líticas, junto a restos de ocre ritual, junto a restos de espinas y de abalorios, junto a los restos de una cultura que auguraba la llegada de la humanidad desde esas mismas tierras africanas en la que nace homo a las gélidas tierras europeas dominadas por Neardental.


   De los desiertos africanos a la tundra…, el encuentro entre Neardental y nosotros.


                                                                  



  Lo he contado muchas veces y siempre termino llorando…, ese momento en el que la evolución enfrentaba cara a cara a los dos últimos primates bípedos que poblaban el Planeta Azul, después de aquella fractura de falla del Rift, 7 millones de años atrás.

                                                                     



    Se enfrentaban dos humanos distintos, cada uno adaptado a su entorno, evolucionado en ambientes distintos, uno grácil…, nosotros y otro robusto y fuerte…, Neardental, de nuevo se enfrentaban gráciles y robustos…, y la historia volvería a repetirse.
   El último Neardental moriría hace unos 30.000 años, es muy posible que aquí en la Península Ibérica, y es posible que escuchando el rumor da las olas en las cuevas que horadan la costa de Gibraltar, sintiendo el calor del sol en sus pieles, ya algo mas bronceadas, tiznadas con el salitre marino y no con el hielo y la escarcha de Centroeuropa, el lugar en el que prosperaron y del que terminaron emigrando buscando tierras donde vivir fuese mas fácil, donde no sufriesen las hambrunas durante los inviernos glaciales casi eternos, donde no tuviesen que andar durante meses enteros cubiertos con sus pesadas ropas, con las pieles curtidas de sus cacerías y portando las cortas y gruesas lanzas que utilizaban para abatir a los cervidos hundiéndolas con la fuerza de sus brazos, incapaces de lanzarlas a distancia por una curiosa anatomía de sus recios hombros.
    Neardental era recio, musculoso y pesado, inteligente y con lenguaje hablado…, cualidades netamente humanas, tan humanas como las de esos que comenzaron a ver en la distancia, como aquellos con los que comenzaron a encontrarse de vez en vez por las tierras de Oriente Próximo, por esa Europa en la que nacieron y por la costa ibérica en la que se refugiaron de las glaciaciones.
   Aquellos recién llegados eran algo altos, delgados y fibrosos, comían de todo, desde verduras, plantas, granos y carne…, vestían con ropas distintas y se decoraban los cuerpos con pinturas y colores, entre rojos y negros, además emitían sonidos agradables con instrumentos alargados que se ponían en la boca, en los mismos labios que se movían sin cesar, hablaban continuamente, emitían una gama mucho mas amplia y variada de sonidos, de palabras, de conceptos, de ideas
    Con sapiens llegó el ingenio, la previsión, la plasticidad mental, la inventiva y un nuevo organismo, un cuerpo mas flexible y ligero que el de los robustos Neardentales. Consumían menos calorías y su natalidad era mayor, su organización social era mas compleja y mejor organizada…, sus cerebros, pese a ser ligeramente inferior en volumen a los de Neardental, poseían mayores conexiones neuronales y de mayor calidad.
    Tras 10.000 años de coexistencia, Neardental fue desapareciendo, perdiendo territorios de caza, perdiendo acuíferos, escapando al contacto con esos otros con los que llegaron a intercambiar objetos y alguna costumbre. Neardental llegaría a decorar sus rudas vestimentas, es posible que lograse llegar a pensar como lo hacia sapiens, es posible que llegase a realizar algún, a gozar de la música, es posible que en algún momento de su final se sintiese tan humano como nosotros…, porque realmente, yo creo que lo era.


 

   



   

domingo, 21 de marzo de 2010

"MANUAL DE FIBROMIALGIA, basado en la recuperacion de Marta", por Vicente Estupiñá e Isabel Ortells.

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   Quizás, el libro escrito por este matrimonio valenciano sobre esa extraña y fantasmagórica afección que es la fibromialgia pueda resultar ligero, poco aparente en sus contenidos e incluso en su humilde formato…, pero desde luego no es así. Es un libro contado de tu a tu, de manera sencilla y clara, tanto que recuerda a una sencilla pero interesante y al tiempo esperanzadora charla.
    Una sencilla hoja de coliflor ocupa la portada, sobre un fondo color arena tenue…, pero con unas líneas rojas corriendo entre los conductos radiales que alimentan la hoja. Yo veo sangre o incluso conexiones neuronales, veo el simbolismo entre la sabia, entre los nutrientes y nuestro organismo, entre lo que cómenos y como nos afecta.
   Pero este pequeño manual tan solo tiene de ligero su tamaño, una vez abrimos la primera pagina, bueno realmente en la solapa de portada nos encontramos con una sucinta reseña de lo que nos quieren contar Vicente e Isabel, una breve nota biográfica de su hija Marta, la jovencita aquejada de fibromialgia con tan solo 12 años y tras un penoso peregrinar entre las salas de urgencia, entre las consultas de pediatras y traumatólogos, que tras comprobar que las analíticas de la niña aparecían perfectas optaban por recetar ciegamente analgésicos y antiinflamatorios como único y posible remedio a una sintomatología atroz que sin embargo no aparecía ni en radiografías, ni en tacs ni en las docenas de análisis a los que fue sometida la jovencita.
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  Reuma, roturas fibrilares, contracturas.
  
  El libro cuenta como la pequeña Marta comienza a sufrir dolores a los cinco años en las piernas y en los talones, en un primer reconocimiento se le detecta una descalcificación en los talones, se le recetan los manidos analgésicos y unas plantillas de gel para aliviar el peso en los talones, pero los dolores continuarán en pies y piernas, dolores que le provocaran un anómalo cansancio, un desasosiego y una fatiga permanente que poco a poco la irá inmovilizando, abatiendo…, incluso sembrando la duda sobre esos extraños dolores, hasta el punto que su profesor de gimnasia llega a acusarla de vaga y perezosa.
   Pero los años van pasando, Marta va creciendo, sus dolores también, las visitas a urgencias no cesan y llegan las contracturas en nuca y espalda, llegan los desgarros y roturas musculares con tan solo andar, llega el insomnio, la somnolencia continua, la desesperación y finalmente un diagnostico.
    - Marta padece fibromialgia juvenil.
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   La fibromialgia parece que no existe…, pero, ¿que se supone que es…?.
   
  Los padres de Marta nos dan una descripción breve y amena de lo que se sabe de esta enfermad invisible a la tecnología medica, invisible a las analíticas, a las radiografías, a las técnicas de resonancia computerizada.
  Nos cuentan de cómo los dolores invaden el cuerpo, de cómo lo inmovilizan y de cómo minan el ánimo y las ganas de vivir, como te hacen sentirte como una especie de mentiroso, de quejica, de persona depresiva e inútil.
  Los síntomas son numerosos, tanto que abarcan una especie de abanico enorme de todo tipo de dolor y de alteración. El dolor se ceba en la espalda, en el cuello, en las cervicales…, llegando a provocar desviaciones de columna y hernias discales. También altera el sueño, agudiza los síndromes de colon irritable, genera vértigos, hormigueo en las extremidades, mareo, perdida de concentración.
  Al tiempo se asocian otro tipo de síndromes derivados de esas oleadas de dolor que continuamente barren el organismo, se describe el anquilosamiento, dolores de cara y de cabeza, trastornos de memoria, malestares abdominales, problemas en las vías urinarias, alergias…, toda una cascada de efectos que terminan por hundir a las personas que padecen esta extraña enfermedad, a la que poco a poco se trata de seguir la pista para hallar su origen.
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    Las posibles causas.

    En el librito editado por Carena se apunta hacia las teorías defendidas por Peter D’ Adamo y Catherine Witney en el conocido libro, que en su día, hace algo mas de una década, “Los grupos sanguíneos y la alimentación”, fue best seller y los estudios de la doctora Olga Cuevas, esta última define así la posible causa de todos los trastornos que definen la fibromialgia.
    “Los problemas de algunas enfermedades auto inmunes, como la fibromialgia, el problema del metabolismo deficiente del hígado se origina en las paredes del intestino, estas son permeables para permitir el paso de los nutrientes al la sangre; la barrera intestinal no es perfecta y es fácil, que se cuelen algunos intrusos, lo que no supone un problema para la mayoría de los individuos.
   Los verdaderos problemas comienzan cuando las paredes intestinales se inflaman y se hacen hiperpermeables….., y la atraviesan sustancias de deshecho y tóxicos alimenticios…”
  La doctora viene a decirnos que los sistemas de eliminación de tóxicos se colapsan y nuestro organismo termina inundado de sustancias dañinas que activan sobremanera al sistema inmune, este es desbordado, desgastado y termina por dejar de funcionar, en ese momento las sustancias dañinas se van acumulando en el organismo produciendo una enorme gama de lesiones y alteraciones.
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La receta curativa de la industria farmacéutica…, contra la receta de la naturaleza, de la evolución.

     Analgésicos, antiinflamatorios, relajantes musculares, antidepresivos…, el cuerpo de la pequeña Marta estaba intoxicado con toda la química de la medicación y los síntomas iban a mas, los dolores no remitían, las contracturas continuaban produciéndose y la muchacha vivía en una especie de angustiosa borrachera en la que no cabían la escuela, los juegos, las risas, las amigas…, hasta que Vicente e Isabel decidieron seguir las recomendaciones dadas por el doctor D´adamo sobre la alimentación basada en los grupos sanguíneos.
   Decidieron que toda la familia comería deacuerdo a esas directrices, que todos practicarian esas nuevas pautas de alimentación, que como nos cuenta el matrimonio “no es una dieta en el sentido estricto de la palabra, es una nueva forma de comer…”.
   El carácter autobiográfico y testimonial de “Manual de Fibromialgia”, desaparece y en sus paginas nos encontramos con unas breves recomendaciones sobre los alimentos y su consumo, mención especial hacen sobre la leche y los lácteos…, el pilar intocable, junto con el pan de la sociedad sapiens.
   La doctora Olga Cuevas, licenciada en Químicas y doctorada en Bioquímica por la Complutense de Madrid, ataca a ese mito de la lactancia eterna del hombre, primero del pecho materno y después de la leche industrial hasta su vejez. Nos pregunta si en la naturaleza vemos a los animales adultos mamar de las ubres de las hembras, por ejemplo para después razonarnos científicamente lo dañino que es el consumo de lácteos y sus derivados para los adultos.
   Olga Cuevas explica así lo que ocurre con la leche de vaca en nuestro estomago.
     “ El bebé humano asimila totalmente las caseínas de la leche de su madre, pero no puede hacer lo mismo con las caseínas de la leche de vaca, que pasan al intestino delgado parcialmente digeridas, debido al efecto neutralizador que ejerce la leche sobre la acidez estomacal necesaria para su ruptura. El problema se agrava en los adultos, ya que con la edad disminuye la cantidad de renina gástrica, que es la primera enzima necesaria para comenzar la ruptura de las grandes moléculas de la caseína…., la caseína no fragmentada se puede depositar en los folículos linfáticos que rodean al intestino, impidiendo la absorción de otros nutrientes y contribuyendo a la fatiga crónica y a alteraciones intestinales diversas…”.
    Y como es habitual cuando leemos algo que no podemos creer nos preguntamos quien tiene razón, la doctora Cuevas, las muchas voces que se alzan contra el consumo masivo de leche o los anuncios de la tele en los que se nos vende la leche como el alimento prodigioso que detendrá la osteoporosis en la mujer y que ayudará a crecer a nuestros hijos.
    Los padres de Marta prefirieron creer a la doctora Cuevas, decidieron confiar en la alimentación según los grupos sanguíneos y comenzaron con esas nuevas pautas…, en unas semanas se produjo algo. 
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     Cazadores recolectores nómadas, los primeros agricultores y ganaderos, mercaderes.

   Peter D,Adamo, en su libro sobre los grupos sanguíneos habla de cómo el aparato digestivo y en general el organismo, se va adaptando a las nuevas alimentaciones que llegan con el avance de la humanidad. Nos dice como el grupo O es el mas antiguo, el que poseerían aquellos cazadores recolectores de vidas activas, nada sedentarias y que basaban su alimentación en frutas, verduras, carnes y pescados.
   Después surge el grupo A, nos encontramos ante grupos humanos ya menos nómadas, establecidos y capaces de explotar la agricultura y capaces de criar aves de corral. Comienza la ingesta masiva de cereal al tiempo que disminuye la actividad física intensa.
   Lentamente homo continúa cambiando su entorno, desarrollando mas tecnología, es capaz de almacenar alimentos, no demasiado variados pero que le servirán de sustento…, surge entonces el grupo B y así sucesivamente hasta la aparición del extraño grupo AB.
   Según D,Adamo a cada grupo le convendría una alimentación mas que otra y en esta aseveración se apoyaron Isabel y Vicente para comenzar a alimentarse.

   En unas semanas se produjo algo.
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    Marta empeoró…, la teoría de la alimentación según los grupos sanguíneos parecía resultar negativa, la niña sufría de mayores dolores…, pero se trataba de las reacciones del propio cuerpo de la joven que comenzaba a desintoxicarse…, nos cuentan sus padres que al final de la segunda semana Marta ya no necesito de somníferos para dormir, también prescindió de los analgésicos, de los relajantes…, de toda esa química industrial que la habían mantenido como en un coma doloroso e incierto.
    Las contracturas fueron desapareciendo ante las manos de un fisioterapeuta que no daba crédito a lo que veía…, aquel cuerpo se recomponía a solas, el mismo.
  Marta regresó al colegio tras seis meses de ausencia, volvió a practicar deporte, a salir con las amigas…, a hacer vida casi normal pero siempre vigilante, siempre escuchando a su cuerpo, a su organismo.
   “Manual de Fibromialgia” es un libro fácil de leer, instructivo, humano y esperanzador, nos da soluciones naturales y sencillas ahí donde la deshumanizada y todopoderosa industria farmacéutica nos ofrece química y mas química.
   Isabel y Vicente nos ofrecen una propuesta nada complicada, no nos ofrecen una religión ni unas verdades como ruedas de molino, nos cuentan lo que vivieron y lo que consiguieron de una forma natural, con amor, tesón y perseverancia.
  Nos dicen que hay formas de curar naturales…, yo diría que ancestrales, basadas simplemente en no contravenir a la naturaleza y a nuestra evolución. Nos hablan de vidas sencillas, de alimentos naturales, de una vida en la que se combine la risa y el deporte, la actividad y la calma necesaria para la meditación y la reflexión sobre nuestro ser, sobre nosotros mismos…, contado y dicho como en una conversación sencilla y saludable.
   Este manual nos acerca a esa terrible enfermedad con simpatía y esperanza…, y sinceramente, no hace falta padecer la enfermedad para leerlo
    

   




 

   

  

miércoles, 17 de marzo de 2010

LOS ULTIMOS HIELOS DEL INVIERNO ENTRE LOS PRIMEROS LIRIOS DE LA SIERRA CALDERONA.

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  El año pasado los fotografié para ilustrar las letras que terminarían titulándose “Pedaladas al amanecer”, me fijé en aquellos lirios y pedaleé en solitario como siempre, recuerdo que fue una ruta agradable, recuerdo que fue una semana también agradable aquí en las Tierras Altas, con temperaturas agradables, con los perros, con mi soledad natural y asumida, tranquila y soportable…, y hoy he vuelto a pedalear al amanecer, esperando encontrarme a esos primeros lirios que brotaban en los taludes rocosos del camino del Campillo y que asciende hacia la Moreria.
    He vuelto a pedalear a solas, pero con una nueva soledad algo dolorosa, triste, en una soledad a la que había olvidado desde que pedaleaba junto a ella. Quizás por eso no he subido por el Campillo, he girado a izquierdas y he subido por la Vigueta…, para esforzarme y concentrarme en sus duras rampas.
   El sol iluminando algunas cumbres me ha hecho sonreír pese al frío, el cielo despejado me ha tranquilizado pese a esa soledad que a veces parecía hablar desde el camino, desde los pinos, desde las piedras…, para tranquilizarme, para sosegarme un poco…, parecía decir pedalada tras pedalada.
    - Tranquilo…, vuelves a lo que hacías antes, vuelves a tu mundo.
    - Al decorado, vuelvo al decorado – he respondido- después de causar dolor, después de hacer promesas que no ibas a cumplir, después de no enterarte ni de entender a las personas.
    Descubrí el boquete que abrí en la bóveda del decorado y allí estaba la barca, tardé poco en remar, en alcanzar la orilla, en cruzar la arena, siempre la misma cantidad de granos y en el mismo orden…, y entré en casa. Allí estaban todos, ellos dos, mis padres y un montón de “Yos”, un montón de personas como yo, uno vestido de ciclista, otro con virutas entre sus ropas, otro desnudo, otro como envuelto en una tunica grisácea que parecía agitada por un viento continuo que la alzaba, que cubría sus ojos y que le obligaba a mover los brazos para no tropezar.
   - De vuelta a casa Truman…. –murmuró alguien, alguno de esos “Yos” o puede que fuese yo mismo. En ese momento oí como golpeteos, como golpes…, miré hacia el decorado y ví a otros “Yos” que tapaban el boquete con tablas que clavaban con pistolas grapadoras neumáticas…, me miraron y durante unos instantes dejaron de grapar…, era curioso, no veía la maguera del aire conectada a las pistolas, sin aire no podían grapar, no podían clavar…, solo golpear con el cabezal, hacer el ruido y sujetar las tablas con las manos para impedir que se cayeran.
   Rodando a la sombra de las montañas que encajonan la pista hacia la Font de la Gota me he encontrado con unas bancales floridos con la alegría de los almendros, con unas pequeñas y tiernas hojas brotando con la energía acumulada durante el sueño invernal y por encima de ellos, esos peñascos en los que las águilas perdiceras suelen anidar, ya iluminados por el sol…, tan esquivo durante las ultimas semanas.
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   Y ha vuelto el silencio, mi respiración, la rodadura, las voces de un par de pelotones que he rebasado remontando hacia el cruce de Vigueta con la Font de Berro.
    A solas, sin nadie a quien seguir, bueno si…, siguiendo los rastros de otros ciclistas sobre el barro endurecido, he percibido un murmullo que me ha hecho sonreír de nuevo…, agua, agua discurriendo por la garganta del barranco, era el agua fundida de las nevadas que habían caído en la serranía durante el invierno que aún atenazaba la atmosfera, de ese hielo que cubrió las montañas durante unas semanas y que aquel sábado nos impidió completar la ruta a Joa y a mi.
   He remontado con calma, engranando el plato pequeño, sin esforzarme demasiado, pero aún así sintiendo el frío de la helada nocturna penetrando en mi garganta y manteniendo aún congelados algunos de los regueros de agua que se precipitaban hacia ese torrente que seguía escuchando discurrir por el fondo del vallecillo.
   Hielo…, formaba líneas en los charcos que volvían a recibirme cuando coronaba, cuando salía del barranco, esos charcos de los que también hablé durante el invierno del año pasado…, huellas de bicicletas sobre el barro prensado y el silencio.
   He alcanzado el cruce, he dado unas pocas pedaladas mas y he echado pié a tierra, durante unos instantes he estado parado, tratando de escuchar aquel repiqueteo que nos regaló algún pájaro carpintero hace quince días, cuando Joa y yo regresábamos de Gatova después de presenciar la matanza del cerdo en la plaza del ayuntamiento, bueno realmente lo degollaron en el matadero pero lo llevaron a la plaza para desollarlo.
    Taca, taca, taca…, escuchamos en aquel momento de calma, volvimos a escucharlo, taca, taca, taca…, y dije.
    - Venga lo oímos una vez mas y continuamos.
    Taca, taca, taca…
    - Bueno, una vez mas.
    Taca, taca, taca…
    Y nos marchamos.
    Pero hoy no lo he escuchado, si los trinos de algunas avecillas, las llamadas vivas y sonoras respondiendo a esos rayos de sol tan deseados.          Después he virado a derechas y he seguido pedaleando hacia la Mocha, encontrándome con las charcos helados, con regatos de agua que la montaña continuaba derramando lentamente, día tras día, hora tras hora, tiempo tras tiempo, noche tras noche, en todo momento…, lo viese yo o cualquier otro ciclista, cualquier senderista, cualquier excursionista. Y como siempre echando miradas hacia la Vigueta, hacia el fondo del valle por el que acababa de subir…, de nuevo deseando fijar esas imágenes, de nuevo preguntándome si solo serían eso, imágenes sin mas o sensaciones de ese momento que pervivirían para alimentar mi ánimo durante algunos días, como si mi organismo agradeciese esas visiones para si mismo mas allá de lo que pudiese sentir yo mismo, mi yo consciente.
   Pedalada tras pedalada he remontado el repechito pedregoso hasta la Mocha y me he dejado caer hacia la Font de Poll, he agradecido sentir el sol de frente…, estaba en la cumbre y por eso me iluminaba, por eso me aportaba algo de calor, de calidez que ha desaparecido al alcanzar la umbría de la fuente, al rodar frente a las casas de la Falaguera y hasta alcanzar la Moreria.
  He continuado al frente, siguiendo el descenso, otra vez bajo el sol y cruzándome con otros ciclistas que había rebasado en la pista que sale desde el Pla de Lucas…, sin dejar de descender, sin dejar de sentir las vibraciones en el manillar de la Bicipalo, los sonidos de siempre, el traqueteo del chasis, los golpes de la cadena con los baches fuertes, el murmullo del viento en mis orejas…, como siempre.
   El desvío hacia la Font de L´abella ha quedado a mi derecha…, el año pasado lo tomé, desde su mirador hice las fotos que también ilustraron aquellas “Pedaladas al amanecer”, pero esta vez he seguido al frente por las pista del Campillo, a solas como aquel marzo del año pasado, como en este mismo momento y sin mirar atrás, sin esperar en los cruces o en los altos.
   Las curvas se han ido sucediendo, a izquierdas, a derechas…, algo de llaneo, pedaladas y de nuevo ese descenso, los virajes y los taludes de piedra gris que han comenzado a crecer a mi izquierda al tiempo que empezaba a frenar, a perder velocidad para poder mirar hacia ese lado, hacia la base de las paredes repletas de tomillos en flor, de jaras  decoradas con sus margaritas lilas y de ellos…, de esos bulbos que han estado enterrados y que estarán año tras año hasta que por primavera, hasta que cuando la temperatura sea la adecuada germinarían…, como ya lo habían hecho, allí estaban los lirios, azules y blancos, hermosos y surgidos desde la intimidad de la serranía.
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   Enterrados entre restos de tierra arrastrada desde la misma pista, desde las cimas de las paredes cubiertas aún de pinar y de monte bajo…, enterrados en el silencio y en la oscuridad, a veces contaminada por la vibración provocada por los todoterreno, por la maquinaria forestal que remontó estas pistas durante los desmontes y talas. Bajo tierra y ajenos al devenir de homo, al mío mismo, ajenos a la compleja sociedad sapiens, a la sociedad en la que nos movemos, a las circunstancias que nos envuelven y que nos hacen reír o llorar, que nos invitan a sonreír o a llorar, a pensar el  trabajo de mañana, en las facturas, en los pagos o en el tiempo. Ajenos a la demencial dinámica de nuestras vidas civilizadas…, hasta que emergen en silencio, rompiendo el humus acumulado durante el año lentamente, sin que ninguno lo veamos, ajenos a ellos, allí en la urbe…, sin poder percibir jamás el crujido, los chasquidos de esas hojas verdes y aguzadas emergiendo, naciendo de nuevo.
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sábado, 13 de marzo de 2010

VISIONES..., la continuación.